En Iraq, un país rico en petróleo, los jóvenes desesperan por encontrar trabajo. El desempleo fue uno de los principales motores del movimiento de protesta que estalló en octubre del año pasado, pero el gobierno no se molestó en abordar el problema, en cambio respondió a las manifestaciones con violencia.
El país se enfrenta ahora a una creciente tasa de suicidios entre los jóvenes y muchos analistas lo atribuyen a la desesperanza a nivel económico que muchos de ellos llevan experimentando desde 2003.
Durante los primeros ocho meses de 2020, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH, por sus siglas en inglés) anunció 298 suicidios en todo Iraq, incluidos 68 en Bagdad, 39 en Basora y 30 en Dhi Qar. Algunas estadísticas gubernamentales muestran que el número de suicidios se ha duplicado desde 2003.
Hay múltiples factores que contribuyen a las altas tasas de suicidio, entre ellos problemas personales y sociales. Sin embargo, las dificultades económicas han sido una fuente constante de desesperación pública, con un aumento continuado del desempleo durante la última década, además de los importantes desafíos que Iraq está teniendo que enfrentar desde la derrota del Dáesh en 2017.
“Los problemas familiares y las razones económicas, además de las recientes presiones psicológicas debido a la pandemia del coronavirus, han llevado a un aumento en las tasas e intentos de suicidio en Iraq”, dijo a The New Arab el Dr. Ali Al-Bayati, miembro del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU.
“Además, la falta de atención a la salud mental y la ausencia de planificación del gobierno para hacer frente a este problema han provocado un aumento de los casos de problemas psicológicos que pueden contribuir al suicidio”.
En las plataformas de redes sociales se han compartido ampliamente videos de intentos de suicidio desde varios puentes del país. El problema se ha agravado tanto que el gobierno propuso construir un muro de seguridad a lo largo de los puentes sobre el río Tigris en Bagdad, pero muchos iraquíes han criticado la medida como una simple tirita en lugar de una solución radical.
La pandemia de la covid-19 ha contribuido también a un aumento alarmante de la violencia doméstica en todo el país, con varios delitos de perfil alto, entre ellos el de una mujer que arrojó a sus hijos desde un puente y conmocionó a toda la nación. Una encuesta llevada a cabo por la entidad Salud Familiar Iraquí descubrió que una de cada cinco mujeres iraquíes padece violencia doméstica.
“Las ciudades del sur, incluida Basora, registraron las tasas más altas de suicidio o de intentos de suicidio, y sus edades oscilan entre los 18 y los 30 años. Pero, como siempre, los datos oficiales no son precisos y los números reales son mayores; mucha gente los mantiene ocultos por razones sociales”, dijo a The New Arab un médico de Basora que prefirió permanecer en el anonimato.
“A veces nos enfrentamos a la presión de los familiares y las autoridades tribales que tratan de impedirnos que realicemos exámenes post mortem para investigar la causa de la muerte. Esto sucede así por dos razones”, agregó el médico. “La primera tiene su origen en un motivo socio-religioso por el que la autopsia dañaría el cuerpo, y la segunda intenta encubrir el motivo real de la muerte, ya que la familia se niega a revelarlo por preocupaciones sociales y religiosas”.
Al-Bayati está de acuerdo con el médico en que las estadísticas oficiales de suicidios suelen ser mucho más bajas que las cifras reales. “Las cifras que emite el Consejo de la Judicatura sobre los suicidios son siempre inferiores a las anunciadas por otros sectores privados u ONG”, dijo.
“Es cierto que los suicidios se investigan, pero a veces en las zonas tribales se intenta ocultarlos y eso impide poder llegar a la verdad sobre los suicidios o intentos de suicidio en esas comunidades”.
En ocasiones, las familias ocultan la causa de la muerte utilizando el término “muerte súbita” en lugar de suicidio en los informes oficiales. En otros casos, sin embargo, las muertes registradas como suicidios son, de hecho, lo que podría denominarse “crímenes de honor”, en los que la familia ha matado a la hija o al hijo pero le dicen a las autoridades que es un suicidio para eximir del castigo a los autores del crimen.
“Hasta donde yo sé, el gobierno iraquí no asigna ninguna parte del presupuesto a salud mental”, declaró a The New Arab la Dra. Heba Al-Sufr, directora del Centro Sarah de Tratamiento Psicológico y Rehabilitación en Basora.
No existen líneas directas o números de emergencia en los hospitales para poder contactar en caso de un intento de suicidio y, al mismo tiempo, muchas personas no quieren visitar a los psicólogos por temor a que esto genere un estigma social en su familia.
“La mayoría de los iraquíes prefieren no acercarse a los centros de rehabilitación psicológica y en cambio van a visitar a charlatanes que creen que les brindarán tratamiento. Es necesario concienciar a la gente sobre la salud mental y lo importante que es ayudar a los jóvenes a no pensar en el suicidio”, dijo al-Sufr.
“En ese sentido, estamos trabajando duro ofreciendo sesiones de concientización en las redes sociales para mostrar a la comunidad la importancia de la salud y la seguridad mental”.
Azhar Al-Rubaie es un periodista independiente que vive en Iraq. Sus trabajos se centran en temas políticos, de salud, sociales, guerras y derechos humanos. Twitter: @AzherRubaie
Mohammed Qasim es un periodista independiente en que vive en Basora. Sus trabajos se centran en cuestiones políticas, de derechos humanos y LGBTQ. Twitter: @a98kk
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