La versión oficial del ejército israelí de por qué ha atacado zonas civiles durante el intenso y mortífero bombardeo del 20 de septiembre en el sur del Líbano es qe los libaneses esconden lanzamisiles de largo alcance en sus propias casas.
Esta explicación oficial del ejército israelí pretendía justificar la matanza de 492 personas y los 1.645 heridos en un solo día de ataques israelíes.
Esta explicación, lista para servir, nos acompañará durante toda la guerra israelí en el Líbano, dure lo que dure. Los medios de comunicación israelíes citan ahora con profusión estas afirmaciones y, por extensión, los medios estadounidenses y occidentales siguen su ejemplo.
Tengan esto en cuenta al reflexionar sobre las anteriores declaraciones del presidente israelí Isaac Herzog el 13 de octubre, cuando afirmó que no hay civiles en Gaza y que «hay toda una nación ahí fuera que es responsable».
Israel hace esto en cada guerra que lanza contra cualquier nación palestina o árabe. En lugar de eliminar a los civiles y las infraestructuras civiles de su banco de objetivos, convierte inmediatamente a la población civil en los principales objetivos de su guerra.
Un rápido vistazo al número de civiles muertos en la guerra y el genocidio en curso en Gaza debería bastar para demostrar que Israel ataca a gente normal y corriente como algo natural.
Según el Ministerio de Sanidad palestino en Gaza, los niños y las mujeres constituyen el mayor porcentaje de las víctimas de la guerra, con un 69%. Si tenemos en cuenta el número de hombres adultos que han sido asesinados -una cifra que incluye a médicos, personal sanitario, trabajadores de la defensa civil y otras muchas categorías- resultará obvio que la inmensa mayoría de todas las víctimas de Gaza son civiles.
Sólo los medios de comunicación israelíes, y sus aliados en Occidente, siguen encontrando justificaciones de por qué civiles palestinos, y ahora libaneses, están siendo asesinados en gran número.
Compárense las dos declaraciones siguientes, que recibieron mucha atención en los medios de comunicación, del portavoz militar israelí Daniel Hagari, relativas tanto a Gaza como al Líbano:
«Hamás utiliza sistemáticamente los hospitales para hacer la guerra y utiliza de manera constante a la población de Gaza como escudos humanos», declaró Hagari el 25 de marzo.
Después: «El cuartel general terrorista de Hizbolá se construyó intencionadamente bajo edificios residenciales en el corazón de Beirut, como parte de la estrategia de Hizbolá de utilizar escudos humanos», dijo el 27 de septiembre.
Para quienes concedan a Hagari el beneficio de la duda, basta con repasar lo ocurrido en Gaza en el último año.
Por ejemplo, Israel afirmó que la masacre del Hospital Baptista Al-Ahli no fue obra suya y que fue un cohete palestino el que mató a los casi 500 refugiados desplazados e hirió a cientos más el 17 de octubre.
Todas las pruebas, incluidas las investigaciones de grupos de derechos humanos muy respetados, concluyeron lo contrario. Sin embargo, las falsas afirmaciones israelíes recibieron mucha cobertura en los medios de comunicación.
El episodio del Hospital Baptista se repitió en numerosas ocasiones. De hecho, las mentiras comenzaron el 7 de octubre, no el 17, cuando Israel hizo afirmaciones sobre bebés decapitados y violaciones masivas. Aunque se ha demostrado de forma concluyente que gran parte de esas afirmaciones son falsas, algunos medios de comunicación y funcionarios proisraelíes siguen hablando de ellas como si fueran un hecho probado.
Y aunque nunca se encontró ningún cuartel general de Hamás bajo el Hospital Al-Shifa, las afirmaciones israelíes sin fundamento siguen repitiéndose como si fueran toda la verdad.
La misma lógica se aplica ahora al Líbano, donde Israel afirma que no ataca a civiles y que, cuando mueren civiles, es a los propios libaneses a quienes hay que culpar por utilizar supuestamente a civiles como escudos humanos.
El libro de jugadas de Gaza es ahora el libro de jugadas del Líbano. Por supuesto, muchos siguen el juego, no porque sean irracionales o incapaces de llegar a conclusiones adecuadas basadas en pruebas evidentes. Lo hacen porque forman parte de la narrativa israelí, no porque sean narradores neutrales o reporteros honestos.
Incluso gente como la BBC forma parte de esa narrativa, ya que utilizan las afirmaciones israelíes como punto de partida de cualquier conversación sobre Palestina o el Líbano. Por ejemplo, «Israel ha dicho que llevó a cabo una oleada de ataques preventivos en el sur del Líbano para frustrar un ataque a gran escala con cohetes y drones por parte de Hizbolá», informó la BBC el 26 de agosto.
Israel se sale con la suya con sus mentiras relativas a los asesinatos masivos en Gaza, y ahora tristemente en el Líbano, porque la propaganda israelí es bienvenida, de hecho, es abrazada por funcionarios y periodistas occidentales.
Así, cuando el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, describió los ataques aéreos del 20 de septiembre contra el Líbano como «justicia cumplida», estaba indicando a los principales medios de comunicación que su cobertura debía seguir comprometida con esa valoración oficial.
Imagínense la indignación si se invirtieran las tornas, como si miles de civiles israelíes fueran masacrados en sus propios hogares por bombas libanesas. No habría necesidad de dar más detalles sobre las reacciones de los medios de comunicación estadounidenses u occidentales, ya que esto debería ser obvio para cualquiera que preste atención.
El Líbano es un Estado árabe soberano. Gaza es un territorio ocupado y su población está protegida por la IV Convención de Ginebra. Ni la vida de los libaneses ni la de los palestinos carece de valor, y no debería permitirse su asesinato en masa por ningún motivo, especialmente en base a mentiras absolutas comunicadas por un portavoz militar israelí.
Perpetuar las mentiras israelíes es peligroso, no sólo porque decir la verdad es una virtud, sino también porque las palabras matan, y la información deshonesta puede, de hecho, conseguir justificar el genocidio.
Ramzy Baroud es periodista y director de The Palestine Chronicle. Es autor de cinco libros, el último de ellos es «These Chains Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons» (Clarity Press, Atlanta). El Dr. Baroud es investigador principal no residente en el Centro para el Islam y los Asuntos Mundiales (CIGA) de la Universidad Zaim de Estambul (IZU). Su sitio web es www.ramzybaroud.net
Texto original CounterPunch.org, traducido del inglés por Sinfo Fernández.