Traducido para Rebelión por Germán Leyens
El carnaval fundamentalista de EE.UU. cuenta con numerosos números fascinantes. Si pagas puedes ver a predicadores que lloran y gritan, desechan a segmentos completos de la humanidad como malignos, amenazan con asesinatos, presionan a congregaciones para que se dejen extorsionar donaciones extraordinarias para proyectos con su propio nombre, o le dan a la gente por la cabeza para curar el cáncer. También podrás ver a algunos monstruos desenmascarados después de abusar de niños durante años o escucharás a otros que abogan por crímenes contra la humanidad como el uso de armas nucleares.
Pat Robertson es uno de los números de más larga permanencia en el pabellón de la kermesse cristiana, que agrega periódicamente alguna nueva pesadilla a su lúgubre repertorio. Lo extraño es que Pat se considera una especia de estadista-predicador, una versión actual de Talleyrand residente en el quinto infierno, ya que Talleyrand comenzó su extraordinaria carrera, terriblemente inescrupulosa, como obispo. Pat mezcla regularmente los beneficios libres-de-impuestos de la religión con la promoción de políticas repugnantes. Ha sido candidato a presidente, ha creado organizaciones casi-religiosas para impulsar sus ambiciones políticas, y ofrece libremente su consejo ignorante sobre asuntos nacionales y mundiales.
Talleyrand tenía sus diversas propiedades y oficinas eclesiásticas que lo apoyan de modo principesco mientras se ocupa de política. Pat apoya su trabajo de bien público en recursos reunidos a través de una de las mayores carreras de mercaderes-en-el-templo de EE.UU. La fortuna generada a través de décadas de llamados a la infeliz gente solitaria que mira televisión le da acceso a un auténtico imperio comercial, de las emisiones llamadas cristianas a la refinación de petróleo.
Una diferencia clave entre Talleyrand y Pat es que Talleyrand era espantosamente hábil y tuvo un éxito impresionante en política. Atribuyo la diferencia, en parte, al estilo. Talleyrand en persona podría traer a nuestra mente al difunto arzobispo Sheen, mordiendo y remolineando su capa escarlata y observando a sus oyentes con ojos penetrantes – a todo lo cual habría que agregarle un poco del fascinante hedor de corrupción de Lord Byron. Robertson nunca ha escapado por completo al sabor de Jesús-en-el-salpicadero de su temprana carrera. Pat es puro súper vendedor sonriente de faldones de guardabarros en Repuestos para Automóviles, en el Pasillo Seis, y de dados inmensos con lentejuelas, pero con suficiente astucia animal como para llegar a dirigir todos los Pasillos Seis del continente.
Pat anunció recientemente en la televisión nacional que EE.UU. debería asesinar al presidente elegido de otro país, el presidente Chávez de Venezuela. Anteriormente Pat se ha limitado a insultar la religión de mil millones de personas, el Islam, o a insultar a las víctimas de desastres naturales en Estados Unidos. Después de un huracán en el que murieron ancianos, mujeres y niños, Pat culpó a las víctimas por su suerte al afirmar que Dios estaba castigando la inmoralidad de EE.UU. Su esfuerzo más reciente abrió nuevos horizontes por ser, según cualquier definición significativa, una defensa pública del terror.
¿Por qué no se tratará a Pat Robertson como terrorista? Créeme, si dices lo que dijo sobre cualquiera de los dirigentes actuales de EE.UU., te arrestarán rápidamente bajo la Ley Patriota y te encerrarán. ¿Por qué no clasificarán al imperio mediático de Pat Robertson como organización que apoya actividades terroristas? Organizaciones perfectamente legítimas en otras partes del mundo han sido ilegalizadas en Estados Unidos por tener una asociación menos directa con la propagación del odio. Varios clérigos musulmanes que sonaban sedientos de sangre, pero que de ninguna manera representaban su fe, han sido encarcelados recientemente por discursos que se parecían en mucho a los de Robertson.
Por lo menos deberían acusar a Robertson bajo las leyes sobre la propagación del odio. Pero tales leyes son débiles en Estados Unidos, y muchos estadounidenses temen la idea de leyes sobre la propagación del odio. Por lo tanto los presentadores en la radio y la televisión siguen vomitando odio y afirmaciones deshonestas en el nombre sublime de la libertad de expresión.
En realidad sabemos por qué Pat Robertson no será tratado como terrorista. Es por la misma razón por la que el antiguo Ministro de Justicia de EE.UU. de Bush pudo declarar a un grupo de industriosos musulmanes estadounidenses, decentes y honrados, que deberían considerarse afortunados si no se les trataba como se trató a los japoneses estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial. Es por la misma razón por la que Bush protege a un asesino masivo llamado Luis Posada Carriles contra la extradición y el enjuiciamiento. Es por la misma razón por la que soldados estadounidenses han convertido en un horror las vidas de millones de inocentes iraquíes. Es por la misma razón por la que una madre angustiada, que perdió a su hijo en Irak es vilipendiada por salvajes derechistas. Es por la misma razón por la que el moralmente despreciable Bush es presidente de EE.UU.
La razón es la adoración del poder y la codicia. Aunque es verdad que gran parte de la historia de EE.UU. tiene que ver con la adoración del poder y la codicia, nunca, que recuerde, ha sido tan abiertamente expresada, tan despectivamente adoptada, como en la actualidad. Es triste tener que reflexionar, en el atardecer de mis días, sobre cómo casi todo lo que me enseñaron como niño ha resultado ser erróneo. No quiero decir temas como matemáticas o inglés, quiero decir los valores. La mayor parte de la evidencia de mi vida adulta tiende a apoyar lo contrario de toda lección moral de mi juventud, por cierto en la medida en que se aplican al país en el que nací, un lugar en el que el poder y la codicia lo dominan todo.
Me enseñaron que el asesinato es siempre algo malo. Me enseñaron que mentir es siempre algo malo. Me enseñaron que la avidez de dinero y poder es algo malo. Me enseñaron que los seres buenos prevalecen y que los malos pagan tarde o temprano por sus actos. Estas lecciones vinieron de una madre de una honestidad y valor feroces, que educó sola a dos niños en el lado sur de Chicago. También las aprendí en la iglesia a la que iba. Y las recibí a través de la lectura de algunos maravillosos libros e historias.
El éxito del despiadado Pat Robertson y de su presidente aún más despiadado, George Bush, suministra alegorías casi perfectas para el ente desalmado en el que se ha convertido EE.UU.
La religión, la política, el periodismo, e incluso las universidades, sirven la adoración estadounidense del poder y la codicia. Tuve recientemente un breve intercambio con un miembro exaltado de una de las numerosas fábricas de propaganda bien financiadas de EE.UU. disfrazadas de organizaciones de investigación. Este miembro exaltado había participado en una entrevista en la radio nacional; es interesante que haya sido precisamente sobre el mismo tema de Venezuela. Aparte de afirmaciones inexactas sobre una nueva emisora establecida en Venezuela, mientras defendía las interferencias estadounidenses, cuando se le recordó que el señor Chávez fue democráticamente elegido, metió su cuchara diciendo: «¡Igual que Hitler!»
Hitler, a pesar de inmensos gastos y campañas desesperadamente duras, nunca recibió más de un tercio de los votos. Fue nombrado Canciller, después de una larga serie de manipulaciones entre bastidores, por el anciano y agotado presidente de la República von Hindenburg. El ascenso de Hitler se parece más al de algunos de los tenebrosos personajes en Irak y Pakistán que al de un hombre cuya elección fue examinada de cerca y declarada justa por observadores internacionales.
No pude permitir que una afirmación tan inexacta y busqué su organismo en Internet. Allí, en una página que se parecía a algo proveniente de una universidad o de un centro de investigación se encontraba una amplia cita de Rush Limbaugh* sobre la tremenda labor que estaban realizando. ¿Qué clase de instituto de investigación cita a Rush Limbaugh? También había, lo que es importante, enlaces para legados y donaciones. Y había una dirección de correo electrónico para el individuo del caso venezolano.
Mi participante particularmente exaltado envió una prolongada respuesta, aceptando la veracidad de mi corrección, pero haciendo un inmenso esfuerzo por convertir el que alguien recibiera un tercio de la votación en una elección de facto. Había párrafos de elaborado razonamiento cargados de hechos innecesarios, tal vez provenientes de un manual de historia consultado a la rápida antes de responder. No entendió en absoluto lo que es respetar una decisión genuinamente democrática. Es el tipo de análisis que es pregonado en todo EE.UU. para tratar de influenciar al mundo. Y es la gente que influencia al mundo.
Es la misma gente que te impuso el asesino desastre en Irak.
* [Nota del traductor] Rush Limbaugh es probablemente el comentarista radial más sintonizado en EE.UU. Para considerar algunas de sus opiniones, consulte:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=13718
http://www.rebelion.org/imperio/040520cockburn.htm
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John Chuckman vive en Canadá.
http://www.counterpunch.org/chuckman08252005.html