Recomiendo:
0

Pos-Rio+20, reflexiones sobre la «comoditización» de los bienes comunes

Fuentes: Opera mundi

La palabra inglesa «commodities» se viene utilizando desde hace años en los periódicos y cuadernos especializados en noticias económicas, pero poco se sabe efectivamente qué cosa son las «commodities»

Siempre escritas en el plural -commodities- y raramente en singular -commodity-, después de la Rio+20, esa palabra-expresión se ha tornado vedette de los debates socio-ambientales que la utilizan tanto en plural como en singular para referirse a la «comoditización» de los bienes comunes.

 «Commodity» significa mercancía normalizada para compra y venta y puede ser negociada en diversos mercados con múltiples instrumentos económicos. Así que no se trata simplemente de mercancía pues mercancía puede ser cualquier cosa que tenga comprador y vendedor, es decir: que tenga mercado. Si la mercancía es lícita o ilícita, ética o no, trataremos más adelante al separar el grano de la paja.

La diferencia entre mercancía y commodity se caracteriza por la normalización -acción de normalizar- tornarlas iguales. Así, es necesario desarrollar criterios de producción, clasificación, certificación, normas y reglas de comercialización legalmente constituidas. No es tan simples «comoditizar» -transformar una mercancía en commodity. Es un sistema caro, complejo y que depende de aciertos en acuerdos internacionales, además de regulaciones nacionales en el ámbito del derecho económico, tributario y fiscal.

Muchos confunden «commodities» con instrumentos contractuales, como títulos y certificados negociados en los mercados bursátiles (bolsas de valores) y de balcón (entre partes fuera de los mercados organizados) sin comprender exactamente que es lo que se puede y lo que no se puede hacer en estos mercados financierizados que son, en la mayoría de las veces, más virtuales que reales. Otros afirman que el precio en la comoditización es normalizado internacionalmente. Eso tampoco no es verdad, pues hay varias Bolsas y mercados correlatos con precios diferenciados negociados con las mismas commodities en otros continentes. Por otro lado, cuando el precio futuro está controlado por una única Bolsa internacional, como es el caso de la soya y del cacao, la formación de precio para exportación, sin considerar los factores socio económicos regionales, muchas veces promueve distorsiones y deslealtades en esas negociaciones.

Cuando nos referimos a los mercados de capitales, utilizados la palabra-expresión siempre en plural -«commodities»-, una vez que los contratos establecen negocios en grandes cantidades con escala de producción. En los mercados de capitales no se negocia «una commodity», pero sí toneladas, arrobas o barriles, como por ejemplo las agropecuarias (maíz, soya, trigo, arroz, cacao, café, azúcar, bovino, porcino, pollo), las minerales (petróleo, acero, hierro, oro, plata, cobre entre otros). Este hecho impide la participación de pequeños y medianos productores agropecuarios y mineros a no ser que se unan para negociar a través de cooperativas o asociaciones. Mismo con eso todavía tienen que enfrentar tremendas dificultades y exigencias de normalización casi impracticables considerando el avance tecnológico que alcanzaron esas producciones.

En principio, lo que está normalizado es el objeto del contrato, la commodity, y no el precio, ya que es flotante y formado por innúmeros factores, como clima, costo de producción, flete, tarifas, impuestos, corretaje y servicios entre la oferta y la demanda y, oscilan rápidamente de acuerdo con la coyuntura económica tanto como las cotizaciones en Bolsas. De ahí la complejidad para se formar un mercado global que sea transnacional y consensual en acuerdos supranacionales en los foros internacionales (OMC, Mercosur, Alca), pues cada país tiene su propia realidad socioeconómica, ambiental, financiera y política.

Hay que comprender también las disputas entre concurrentes en el mercado. Los países desarrollados miran hacia América Latina y Caribe como suministradores de insumos y materia prima y tratan sus relaciones comerciales como si los recursos naturales y los recursos humanos estuviesen eternamente a disposición de los capitalistas desde los tiempos de la colonización europea, para que puedan seguir desenfrenadamente producir bienes y servicios que después venden para nosotros, los latinoamericanos y caribeños, sus productos con tecnología de punta, cobrando caro en la condición de potencial consumidores que somos, las mismas commodities reprocesadas por ellos, que fueron producidas por nosotros.

¿Y por qué aceptamos todo eso? ¿Por qué no cuestionamos los criterios de «comoditización» y seguimos practicando extractivismo predador como industria y agronegocio con el paradigma de aquellos tiempos en que las Américas y las islas caribeñas fueron descubiertas por esos colonizadores? Hasta hoy vigora la práctica de los «royalties», pago que se hacía a la corte por la extracción de las riquezas naturales, como oro y petróleo.

Tirar la palabra «commodities» para el basurero e intentar sustituirla por otros códigos, como por ejemplo, «productos ecosistémicos», para tornar más potable la comercialización de los bienes comunes es repetir el mismo modelo condenado por los socialistas en sus feroces combates contra el capitalismo. La palabra «commodities» aparecerá más adelante con una nueva vestimenta, la de la legalización del ilícito, como la biopiratería, la comercialización de la basura y la contaminación, con el «modus operandi» de monopolio y formación de cartel convenientemente sancionados por gobiernos y corporaciones en convenciones internacionales. Aparecerá también en su forma más perniciosa, la de que ecosistemas vitales para la supervivencia humana y de todos los seres vivos sea mercantilizada con la regulación de precios en los mercados de Bolsas y balcones.

Es preferible enfrentarla, discutiendo los criterios de «commoditización» y proponiendo un nuevo modelo económico que haga contrapunto a esa forma mercantilista y utilitaria de la producción de bienes y servicios, de seres humanos como mano de obra barata y esclava, sea en la forma ilícita y deshumana de trabajo esclavo propiamente, o la indirecta, disimulada, esclavizando pequeños y medianos agricultores, campesinos y extractores, además de las comunidades tradicionales, como los indígenas y quilombolas, entre otras minorías, con contratos unilaterales y leoninos. Así, se podrá separar el trigo de la paja esclareciendo conceptos sobre la comoditización.

Commodities convencionales

Las «commodities convencionales» son aquellas producidas en ese modelo económico criticado anteriormente. Obedecen a criterios de normalización internacionales, son producidas en grandes cantidades para atender a la demanda de mercados altamente competitivos y abastecer las corporaciones y transnacionales que producen también en alta escala, como el sector automotivo (comprador de minerales), el agronegocio (comprador de granos y carnes), la construcción civil (compradora de madera y minerales), afinal, cada sector de la economía consume mucha producción de commodities para atender la demanda de los 7 mil millones de habitantes de este planeta Tierra. Sin embargo, los recursos naturales necesarios para la producción de commodities no se consideraban en la contabilidad de esas producciones. El agua que irriga las plantaciones, la energía que consume la producción del acero, la biodiversidad impactada por la explotación del petróleo, el suelo degradado por la siembra de especie de rápido crecimiento y corte, como los pinos o el eucaliptos y toda la gama de tecnologías para la producción de alimentos que aceleran la siembra y la cosecha contra plagas, sequías e inundaciones con ingeniería genética para atender a los plazos y demandas de la voracidad de los seres humanos que precisan tanto de los alimentos para comer como del agua para vivir y del aire para respirar. Hay que agregar también el patrón de conforto de los productos industrializados, los aparatos electrónicos, automóviles, televisores, celulares, todo lo que la inteligencia humana ha sido capaz de crear y producir para supuestamente mejorar la vida de las personas.

Los mercados de commodities convencionales emplean menos personas y utilizan cada vez más tecnología, como maquinarias pesadas, tractores, cosechadoras y sistema sofisticado de producción con la mecanización. A cada avanzo de la modernización, miles y miles de personas que prestaban servicio son sustituidas por máquinas. Es el caso de los cortadores de caña, conocidos como «boias frias» (rango frío) dependían de ese trabajo para vivir y, con la mecanización del corte de la caña quedaron sin alternativa de trabajo. La sustitución de la mano de obra en el corte de la caña no ha sido practicada con una política pública preocupada con el trabajador manual, pero únicamente con el sector de producción de azúcar y alcohol. Aunque el argumento de que el corte manual de la caña era actividad insalubre y sin condiciones de seguridad, la sustitución no fue realizada pensando que hicieron de ese sector sucro-alcoholero uno de los mayores productores de commodities do mundo.

Esos sufridos trabajadores están por ahí, vagando por las ciudades y van a aumentar las filas de los movimientos sociales sin tierra, sin casa, sin techo, sin trabajo, sin perspectiva de vida y sin esperanzas. Este es apenas uno de los ejemplos de los impactos de la commoditización y porque esa palabra-expresión pasó a ser maldita como por todos los que luchan por dignidad, justicia y paz en el campo.

El tema es vasto y no faltan estudios y trabajos pormenorizados relatando cómo funcionan los sectores que necesitan de la producción de commodities.

Commodities ambientales

Las «commodities ambientales» son mercancías normalizadas para compra y venta producidas por las comunidades que fueron excluidas de los mercados de commodities convencionales o que nunca de él participaron. Para ser ambientales, no pueden ser producidas con los mismos criterios de producción impactantes y que promueven la exclusión social, la devastación y la degradación ambiental. Esas producciones son así conceptuadas, pues deben obedecer también a criterios de normalización, clasificación y certificación, lo que no significa que esos criterios deben ser los mismos adoptados por el modelo económico en la producción de commodities convencionales. En las commodities ambientales, las producciones no son en escala, como en la norma industrial. Son diversificadas, respetándose los ciclos de la naturaleza y la capacidad de cada región con sus biomas y ecosistemas. La palabra «commodities», en ese contexto escrita como «expresión», no está asociada a la tecnología de punta, a la ingeniería genética o a las máquinas y equipos que son necesarios para la producción de las commodities convencionales. Serán commodities ambientales solamente si la producción generar empleo y renta para los productores. Siempre en pequeñas cantidades, con criterios de manejos e integración entre el ser humano y el medio ambiente y con investigación técnico-científica y educacional. Estará «commoditizada» por obedecer a criterios participativos y que promuevan el fortalecimiento de las producciones de los pequeños y medianos productores, extractores, comunidades tradicionales -indígenas, quilombolas, campesinos y grupos en exclusión y de riscos (mujeres, desvalidos, presidiarios, desempleados, entre otros).

Al contrario de las commodities convencionales, expresión utilizada en el plural por cuenta de la gran cantidad de productos, en las ambientales el plural será en la organización social que la produce y decide sobre esos criterios, es decir, debe ser asociactivista y cooperativista. La producción es grupal y no individual (en singular); ocurre el inverso, en las commodities convencionales, que concentran el lucro y la producción para pocas personas y corporaciones.

Las commodities ambientales buscan insertar esos cortadores de caña que perdieron su trabajo vital con la mecanización del corte, proponiendo alternativas de producción y trabajo. Son, por lo tanto, la transición del modelo económico con políticas públicas participativas e integradas. No sustituyen las commodities convencionales, ni pretenden competir con ellas, pero si crear un sistema alternativo que abra la base de la economía y promueva la conservación y la preservación ambiental con inclusión social, atendiendo a sus demandas.

Las commodities ambientales son originadas de las matrices: agua, energía, biodiversidad, foresta (madera), minerales, biodiversidad, reciclaje y reducción de contaminantes (agua, suelo y aire). Las matrices no son mercancías, son ecosistemas y/o procesos (conocimiento y ciencia). No son «commodities», son bienes comunes. Son la gallina de los huevos de oro. Sin embargo, la Economía Verde pretenciosamente propone commoditizar lo que no puede y no debe ser «mercancía» a través del sistema financiero con instrumentos económicos y contratos normalizados por los mercados de capitales. Está bien lejos de lo que proponemos en las commodities ambientales.

Por otra parte, no podemos decir que el agua no está commoditizada. ¿De qué agua estamos hablando? ¿Del agua que está en la cuenca hidrográfica -ríos, subsuelo, presas, manantiales- o del agua que está embotellada en los supermercados?

El agua que está en el río, en el subsuelo, en las presas, en las montañas, en las cataratas es parte de ecosistemas y no debe jamás ser commoditizada por un motivo muy simple: es derecho humano, derecho de todos los seres vivos y, por lo tanto, esencial para nuestra supervivencia, garantizada por la Constitución en un Estado democrático de derecho. Agua es bien común de uso público y el estado es tutor de ese bien; pero el agua que salió de su estado natural y ha sido procesada para ser embotellada , sea como agua mineral, bebidas, insumos para industrias, para la agricultura y la ganadería está commoditizada en forma de productos industrializados y alimentos. Argumentar que el agua no es ‘commodity», en parte es verdad, pues es ecosistema, pero ignorar que está incorporada a la producción de bienes y servicios en la forma de productos industriales y alimentos es tratar la discusión con por una vía meramente político-ideológica o total desconocimiento técnico-científico, sin medir las consecuencias de la superficialidad de esa discusión. Si la palabra-expresión «commodity» se la utiliza para explicar que el agua no debe ser reglada, precificada (de poner precio) y controlada por el sistema financiero vía mercados de Bolsa, tiene razón de ser, pero falta aún contextualizar como la commoditización está siendo criticada en esa afirmación. Es necesario explicar para las personas comunes de que es que se está hablando. La confusión conceptual alimenta la ignorancia y el desinterese.

Los que se niegan a escuchar lo que proponemos, sin darnos oportunidad de probar que es posible transformar la manera de producir y que podemos interferir en los criterios de producción de bienes y servicios, no quieren soluciones. Son, en la mejor de las hipótesis, reduccionistas y demuestran que, sí defienden el derecho del pueblo decidir sobre políticas públicas y la economía que queremos, niegan con esa actitud el derecho de los que no tienen alternativas, como los cortadores de caña, los indígenas, campesinos, entre otros, de encontrar una esperanza en ese mundo real, todavía infelizmente bien lejos del mundo ideal. También demuestran incompetencia para avanzar en la defensa de los bienes comunes, dando munición para los enemigos. Esos incautos acaban por abogar por promover aceleradamente la commoditización y la financiarización de los bienes comunes.

Commodities sucias

Otros factores comprensibles contribuyen para esa falta de visión estratégica: la acción de los oportunistas de turno, de gente inescrupulosa y deshonesta que se apropia de trabajos fundamentados para vender gato por liebre. Las commodities ambientales han sido sistemáticamente y a propósito confundida con créditos de carbono. La expresión está enfrentando un asedio conceptual subrepticio de los que se apropian de ideas ajenas, las vacían de su sentido original y se apropian de ellas, llenándolas de contenido espurio.

Con relación a los créditos de carbono u cualesquiera créditos derivados de ese paradigma mecanicista, estamos hablando de títulos, de certificados negociados en Bolsas de Valores o en los mercados de balcón. ¿Si contaminación es mercancía, cómo normalizarla para compra y venta? ¿Cuáles son los criterios de clasificación y certificación de la mercancía a ser commotizada, la contaminación (CO2)?

El absurdo conceptual y el atropello del oportunismo ganancioso propició una nueva modalidad de commoditización: las «commodities sucias». Transformar mercancía en «commodities» significa legalizar el ilícito y el antiético en este caso. Como dijimos anteriormente, mercancía puede ser cualquier cosa que tenga comprador y vendedor formando un mercado. Pero «commodities» son normalizadas. Y para normalizar es necesario adoptar criterios que deben se someter a reglas y normas. En el caso de las «commodities sucias» se está legalizando el mercado de contaminación que nada tiene que ver con el concepto de «commodities ambientales». Una vez que se desea eliminar, no se puede multiplicar, producir stocks, commoditizar y mercantilizar.

El paradigma organicista versus paradigma mecanicista

El ambientalista y doctor en ecohistoria Arthur Soffiati concluyó:

«Hoy los cincuenta tonos de gris confunden las posiciones y la comprensión de los conceptos. Asimismo es posible reconocer dos paradigmas: el mecanicista y el organicista. El primer sigue creyendo que el planeta y la personas son recursos a ser explotados en carácter ilimitado para ganar dinero. El segundo propone un cambio radical, criticando tanto a la derecha cuando a la izquierda por sus posiciones retrógradas. La geoingeniería, la transgenia, la biología sintética son nuevas vestimentas para viejas propuestas que se reúnen hoy bajo el rótulo general de Economía Verde. Ellas se vinculan al batido paradigma mecanicista que alimenta el capitalismo y el socialismo (que nunca representó un proyecto radical de revolución). Ya el proyecto de commodities ambientales se alinea con el nuevo paradigma organicista que condena vehementemente el objetivo de transformar todas las manifestación de la naturaleza en mercancías».

Amyra El Khalili, colaboradora de Diálogos del Sur, es economista, autora de e-book «Commodities Ambientales en Misión de Paz: Nuevo Modelo Económico para la América Latina y el Caribe«. São Paulo, Nova Consciência, 2009. 271 p. Acceso gratuito http://www.amyra.lachatre.org.br/

Fuente: http://operamundi.uol.com.br/dialogosdelsur/pos-rio20-reflexiones-sobre-la-comoditizacion-de-los-bienes-comunes/04042017/