País de llegada: encomiendas (I) Es un negocio redondo el de las encomiendas o envíos de paquetería, son muchos los que se aprovechan de la añoranza del indocumentado que no puede viajar a su país de origen y se vuelven millonarios a costillas de ellos. Muy parecido al de los usureros que prestan dinero cobrando […]
País de llegada: encomiendas (I)
Es un negocio redondo el de las encomiendas o envíos de paquetería, son muchos los que se aprovechan de la añoranza del indocumentado que no puede viajar a su país de origen y se vuelven millonarios a costillas de ellos. Muy parecido al de los usureros que prestan dinero cobrando réditos exagerados, estos también se vuelven millonarios a costillas de los necesitados. Es muy común que sea éste el negocio que inicien algunos mojados acaudalados cuando regresan a sus países de origen y es cuestión de pocos años para que se hagan dueños de casas, locales, terrenos, automotores y de cuanto chunche logren arrebatar a los deudores.
Ay, el papel que juega la nostalgia en la vida de un indocumentado. ¡Cuántos se aprovechan de ésta! Es similar al proceso de las remesas que llevan todo el amor, el caso de las paqueterías es más delicado porque el indocumentado busca agradar a quien se quedó al otro lado de la frontera, ¿de dónde sale el dinero para las encomiendas si envía todo cuanto puede en las remesas? Sale de los trabajos extras, porque siempre lo hay: en el caso de la mujeres es común trabajar de niñeras en las noches los fines de semana, o en fiestas que organizan los patrones o amigos de estos, siempre necesitan a alguien que sirva la comida, que deje limpia la casa y que recoja la basura. En el caso de los hombres siempre hay alguien que necesita que le arreglen la tubería del lavamanos, que le corten la grama, que le compongan un carro, que le ayuden en la mudanza, nosotros somos los de la mano de obra y la espalda de acero, de ahí sale el dinero extra para las encomiendas, que muy pocos valoran, desgraciadamente.
Los indocumentados envían todo, todo en las encomiendas y remesas, ¿quién se percata que más allá de lo material esas paqueterías llevan lo más importante? Los dueños de estas empresas en su mayoría fueron indocumentados que ya una vez con los documentos en regla se dedicaron a sangrar a los más necesitados, cambian de status y de pronto se convierten en señores y señoras, en grandes empresarios.
Conozco a algunos y me cuesta mucho conversar con ellos porque no me cabe en la cabeza que si alguna vez estuvieron en nuestro lugar ahora se aprovechen de nuestras circunstancias, los hay de todo tipo: los labiosos que son los que más clientes tienen, ésos que siempre dan fiado pero que cobran el triple, están los que se creen gringos de ojos azules y tratan a sus paisanos como si no hablaran el mismo idioma materno, están los que aprovechando la añoranza venden hasta la bolsa plástica en que traían una libra de café, porque esa bolsa plástica trae el logo de una tienda de la comunidad, que a quien tiene años de no ir a su país de origen le trae recuerdos, y la compra, la compra al precio que el negociante quiera venderla y éste se aprovecha de la inocencia del corazón de pollo que tenemos la mayoría.
De recién llegada conocí a varias familias guatemaltecas que enviaban encomiendas por lo menos cuatro veces al año, cajas de cartón del tamaño de un refrigerador que iban llenas de cuanto cachivache podían meter, algunos cosas nuevas, otros usadas y así, de todo un poco. Televisores, equipos de sonido, ropa, zapatos, utensilios de cocina, lociones, de todo.
Caro el precio por el envío y carísimo poder llenarla. La gente que la recibe realmente no tiene idea de lo que va en esas cajas, un sacrificio real y no salido de una película: horas sin dormir, cansancio, añoranza, humillaciones y el amor, ¡ay, quién pudiera comprender el significado de esa palabra! Qué pudieran los hijos ver cómo se fajan los padres trabajando en este país para poder enviar dinero para que ellos tengan zapatos, techo, comida y escuela. El enorme sacrificio que realizan para poder enviarles las paqueterías que allá lucen ellos en ropa, amueblados de sala, computadoras…
El peso de la palabra lucir. Ya no es que les sirva sino que luzcan. Y también desde aquí la mayoría envía las cosas para que allá los que se quedaron demuestren que por algo tienen familiares en Estados Unidos.
(Continúa…)
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