QAnon comenzó como una teoría de la conspiración y terminó siendo una especie de movimiento. Pero, ¿en qué creen sus seguidores?, ¿por qué ocupó estos días las portadas de diarios e informativos? Nacida en los imageboards 4chan y 8chan, QAnon ofrece una delirante visión del mundo, con villanos, patriotas y un «Estado profundo» que supera la ciencia ficción, pero es capaz al mismo tiempo de movilizar a miles de personas en pos de la «gran revelación».
El miércoles 6 de enero de 2021 quedará registrado en la historia de Estados Unidos como el día en que un grupo de personas, participantes de una marcha de apoyo al presidente Donald Trump, irrumpió en el Congreso de una forma tan sencilla que parecía como si un equipo de paintball hubiese capturado la base enemiga.
La figura paradigmática de la toma fue el autodenominado Q-Shaman, un tipo disfrazado con un casco con cuernos que parecía sacado de una representación barata de un vikingo en el cine de mitad del siglo XX, o de una reunión de los Búfalos Mojados, la logia a la que acudían Pedro Picapiedra y Pablo Mármol (disculpen centennials por la paleorreferencia). Ese día y el siguiente, con el tema en casi todas las tapas de los diarios estadounidenses, el público normie comenzó a adentrarse en QAnon, la teoría conspirativa más ¿eficiente? de los últimos años, que terminó construyendo una especie de movimiento detrás de ella.
Q-Shaman no es más que un ejemplo paradigmático del estado de situación actual dentro del sector trumpista: una mezcla de teorías de la conspiración con lo que me animaría a describir como un «LARPEO» extremo. Para quienes no provengan de las catacumbas geeks, nerds o chaneras, el término «LARPing» es desconocido. Pues bien, la sigla LARP significa «Live Action Role Playing», que en español podría traducirse como «juego de rol en vivo». El LARPing, o LARPEO, es una práctica común entre gente que, por ejemplo, recrea ferias medievales. Grupos de personas que se juntan un fin de semana a simular que están viviendo en la edad media y se comportan en consecuencia.
En este sentido, Q-Shaman y el resto quienes participaron del bautizado «asalto al Capitolio», no solo son seguidores (al menos una parte) de la teoría de la conspiración QAnon, sino que se animaron a representar el rol de los antiguos revolucionarios norteamericanos. Con el pequeño detalle de que solo se trató de eso: un juego de rol. Sin embargo, las consecuencias de esa performance van desde la muerte a manos de la policía de una manifestante (con camiseta de QAnon), hasta el singular hecho que todo el arco político, incluida Nancy Pelosi (símbolo del establishment del Partido Demócrata), cierre filas contra Donald Trump en defensa del orden constitucional.
Pero, ¿que es QAnon?
QAnon es una teoría conspirativa que nació de los imageboards 4chan y 8chan. Originado en el primero, luego se movió al segundo de forma permanente. Vale destacar que 8chan es propiedad de Jim Watkins, un exmecánico de helicópteros del ejército estadounidense devenido empresario de tecnología, cuya principal actividad económica declarada es la cría de cerdos en Filipinas, país que lo declaró un «undesirable alien» (inmigrante indeseable) en enero del 2020. El sitio fue bloqueado de las búsquedas de Google y su servicio denegado por la empresa CloudFlare tras la masacre de Nueva Zelanda perpetrada por Brenton Tarrant, un terrorista blanco suscriptor de otra teoría de la conspiración del «gran reemplazo», que en líneas generales sostiene que está en marcha el reemplazo de la población «blanca y nativa» de los países europeos sobre todo por migrantes musulmanes de origen árabe, producto de las políticas de una «elite reemplacista». Tras la baja del sitio, y el cese de las publicaciones de «Q», Watkins volvió a levantarlo bajo el nombre de 8kun, y tras ese evento, volvieron los posteos de «Q». Cuando fue requerido por el Congreso de Estados Unidos para declarar sobre su responsabilidad en el contenido que se postean en 8kun, Watkins se presentó con un pin con la letra Q.
En el lenguaje chanero la palabra «anon» se usa para referirse a cualquier usuario dado que todos los posteos son anónimos. La letra Q es la primera de la palabra «Question» [pregunta], pero la persona o las personas detrás de QAnon jamás dieron alguna razón del uso de esa letra. Sus seguidores suponen que detrás de «Q» está alguien con claves de acceso a la más alta seguridad del Estado que devela lo que ocurre allí dentro.
Quizá el incidente más significativo que puede situarse como antecedente para QAnon es el caso conocido como «Pizzagate». El 4 de diciembre de 2016, unos pocos meses después de que Trump ganase la presidencia, Edgar Maddison Welch entró con un AR-15 cargado a la pizzería Comet Ping Pong en Washington D.C. donde creyó que funcionaba una red de pedofilia coordinada por Hilary Clinton. Si bien apuntó su arma contra un empleado del local, no llegó a lastimar a nadie, tras lo cual fue apresado por la policía. La teoría de que esa pizzería era el centro neurálgico de una red de pedofilia se había vuelto una especie de meme y/o broma dentro de los canales de 4chan a raíz de los emails de Clinton revelados por Wikileaks durante la campaña presidencial, en los cuales el nombre de la pizzería aparecía mencionado en reiteradas ocasiones.
A partir de allí el monstruo de QAnon tomó la posta y se convirtió en uno de los sostenes más importantes para apuntalar la relación entre Donald Trump y su base electoral. En líneas generales y tal como se puede ver en los videos de Q-Shaman (cuyo nombre real es Jake Angelini) subidos a la plataforma de video on demand Rumble bajo el seudónimo YellowstoneWolfAZ, los seguidores de QAnon sostienen la existencia de un grupo llamado «the cabal» [la cábala], compuesto por seres de otras dimensiones y del espacio exterior, cuyo propósito es el dominio de la especie humana. Este grupo, estaría conformado por agentes del gobierno, empresarios y miembros del ejército, en lo que se conoce como «deep state» o «Estado profundo», quienes han infiltrado las estructuras de gobierno y desde allí desarrollan sus planes. Estos seres interdimensionales contarían con una red de bases subterráneas donde mantienen secuestrados a niños que consiguen mediante redes de trata y/o prostitución infantil en las cuales estarían involucrados políticos, dueños de medios y actores/productores de Hollywood.
Esta elite secreta utilizaría una serie de recursos técnicos y humanos para llevar adelante sus planes, como por ejemplo las vacunas desarrolladas con el apoyo de la Fundación Bill y Melinda Gates, que en realidad tendría como objetivo instalar nanorobots, que serán manejados mediante las instalaciones de 5G y podrían controlar la mente de todos aquellos que hayan sido vacunados. Este componente de la teoría se intensificó a partir de la pandemia de covid-19. Otras de las herramientas usadas por este grupo pueden incluir algunas variantes de la francmasonería y el comunismo, que, según Q-Shaman y los seguidores de QAnon, es una forma de magia negra que sirve para controlar, claro está, las mentes de los seres humanos.
Pero QAnon no se termina acá. A la supuesta existencia de estos seres interdimensionales se le opone una facción patriótica que busca someter a los enemigos internos del «deep state», juzgarlos y llevarlos a Guantánamo. Estos agentes del bien son funcionarios leales al presidente Trump y miembros del ejército que, a la vez, están desarrollando tres tipos de tecnología que no solo permitirían a QAnon y sus seguidores derrotar a la cábala sino además restaurar el medio ambiente, el sistema monetario y la prosperidad económica. Estas tres tecnologías consisten en: un reactor de energía infinita, un material superconductor y tecnología antigravitacional para «viajar más rápido que la luz». Además, las facciones leales también estarían luchando por volver a instaurar el patrón oro (eliminado por Richard Nixon en 1973) y con ello construir un «cielo en la Tierra».
Jake Angelini (de pasado en las fuerzas armadas) sostiene que todo esto lo supo por ser un contratista de agencias de inteligencia con las que trabaja en estrecho contacto en un programa para crear súper soldados, de los que él, claro está, forma parte. En ese sentido, también afirma que la película Capitán América fue una operación de guerra psicológica para sembrar en el público estadounidense la idea de un súper soldado patriota que luchará por defender los intereses estadounidenses.
Por último, Q-Shaman recomienda a sus seguidores acostumbrarse a leer entre líneas, y advierte que nada es realmente lo que aparenta, que hay que seguir al conejo blanco, las «migas de pan» al estilo Pulgarcito, y confiar en el plan maestro de la comunidad de inteligencia y la «comunidad QAnon» que consiste en la preparación de la población en general para el momento de la «gran revelación» en el que todo esto salga a la luz, la cábala sea derrotada, la humanidad y la naturaleza redimidas y la Constitución de los Estados Unidos vindicada.
Hechos alternativos para todos y todas
Si algo comparten todas las teorías conspirativas, es el simple hecho de descreer de la evidencia empírica o bien de los «hechos». En este sentido, una teoría conspirativa implica un salto de fe: hay que creer que la realidad no es sino un velo que esconde lo verdaderamente «real». Luego, cualquier hecho, acto o gesto, puede interpretarse como una confirmación de la teoría. Esta particularidad fue explotada con maestría durante la primera campaña de Trump, y durante ciertos momentos de su presidencia, en los que el ocupante 45 de la Casa Blanca hacía alusiones a «secar el pantano». Se trata de un término en clave para hablar del «Estado profundo» y, si llevamos la imaginación más lejos, podría hacer referencia a combatir reptiles, que son los personajes de otra teoría conspirativa similar a QAnon, conocida como la de los «reptilianos», que sostiene que la Tierra es gobernada por una especie del espacio exterior con forma de reptiles humanoides que se disfrazan de humanos para camuflarse.
Una vez que alguien da el salto de fe que consiste en descreer de la realidad, o «quitar el velo», entonces cualquier explicación es posible. Solo se necesita acomodar los hechos y las interpretaciones de tal forma que armen una red de sentido que sostiene a la teoría, más allá de cualquier evidencia real. Claro está que los seguidores de teorías conspirativas creen en que realmente existen evidencias (en general páginas webs o videos de youtube) y que se puede acceder a ellas mediante «lectura entre líneas».
QAnon, como ejemplo paradigmático de una teoría conspirativa, les permite a sus seguidores obtener la cuadratura del círculo: criticar la estructura social injusta generada por la fase actual del capitalismo sin tocar los fundamentos ideológicos de este. Esta teoría, en definitiva, explica que lo que realmente aqueja al gobierno de Estados Unidos es un problema de management bajo la forma de una infiltración por parte de sus enemigos. Así, sostiene que los fundamentos del gobierno son intocables, pero que es necesario una derrota radical del mal manejo para lograr un estado «justo». Sin embargo, todos los problemas descriptos por la teoría o señalados como males (la pedofilia no sancionada en oficiales del gobierno y Hollywood, el sistema monetario monopolizado por la banca, la destrucción del medio ambiente) son consecuencias directas del modelo económico y político aplicado en el país durante décadas.
Por un lado, y si bien el establishment gubernamental repudió los actos del 6 de enero, hay un sustrato profundamente estadounidense en QAnon y sus seguidores. En primer lugar, la idea de una especie de batalla final (bajo la forma de una gran revelación) tiene un fuerte sentido apocalíptico y unido a la tradición del protestantismo evangélico. Por otro lado, la idea de un «cielo en la Tierra» tiene fuertes resonancias milenaristas, que también provienen del ideario protestante (más bien anclado en el fundamentalismo bíblico), y que consiste en la idea de que (dependiendo de la interpretación) entre la segunda venida de Jesús y el juicio final habrá un reinado de Jesús que durará exactamente mil años. La idea de un milenio de amor y paz entre los seres humanos no es nueva, acompaña al cristianismo desde casi sus orígenes. Y también, como señala Norman Cohn en su libro En pos del milenio (2015), se trata de una ideología que en reiteradas ocasiones, durante la Edad Media, devino en movimientos políticos que, con diferente éxito, cuestionaron las relaciones sociales y políticas de su época. Algo bastante significativo que Q-Shaman sostiene en su video explicativo sobre la teoría política de Q-Anon es que su principal enemigo es la «agenda transhumanista» impulsada por corporaciones y sectores del gobierno.
El transhumanismo es una filosofía tecnopolítica formulada en su forma más contemporánea por el catedrático de la universidad Oxford, Nick Bostrom, quién la definió como una sucesora de los ideales ilustrados y que persiguen la eliminación tanto de sufrimiento así como de las limitaciones biológicas humanas (como pueden ser la muerte o el límite de capacidad de procesamiento de información del cerebro humano) mediante la fusión radical de la tecnología y el cuerpo humano. Si bien este no es el lugar para discutirlo, el transhumanismo también parece tener dentro de sus postulados ciertas inclinaciones milenaristas, como por ejemplo la idea de la eliminación del sufrimiento o la escasez producto de la introducción de tecnologías radicales que aún se encuentran en estados iniciales de desarrollo. El transhumanismo se popularizó a través de internet gracias a su idea de «singularidad tecnológica», que se explica como un supuesto evento futuro en el que alguna de todas las tecnologías en desarrollo (nanotecnología, inteligencia artificial, extensión de la vida) puedan cruzar un umbral de desarrollo tal que la condición humana sea trastocada para siempre y «avance al siguiente escalón evolutivo». Evento que, en su estructura, se asemeja mucho al apocalipsis del milenarismo.
Esta idea, tanto la del transhumanismo como la de la singularidad tecnológica, ha tenido una fuerte recepción en Silicon Valley. En este sentido, podemos especular con que QAnon es una especie de reacción (lo sepan o no sus seguidores) frente al milenarismo tecnológico made in Silicon Valley, pero que reivindica, en definitiva, un milenarismo político con sede en Washington, supuestamente en favor de la Constitución y los valores patrióticos estadounidenses.
Es tentador pensar esta dicotomía como la emergencia de dos ideologías completamente opuestas -una creada al calor de las tendencias académicas más novedosas y la otra, en contra de toda evidencia posible y en rincones olvidados de la internet- pero con un sustrato en común: la lucha por el futuro.
Un meme en el Capitolio
En primer lugar, como adelantamos, lo que pone en juego, o busca corregir, la lógica de «Q» no es el capitalismo, sino a sus administradores; en ese sentido, lo que piden es un cambio de gerencia. En segundo lugar y por descabellado que suene, una teoría conspirativa funciona como una explicación del mundo. Más allá de los ribetes delirantes que puede tener QAnon, este presenta un orden claro: los patriotas contra la cábala, buenos y malos, Capitán América contra Hydra (en el universo ficcional del Capitán América, Hydra es una red de espionaje que, oh casualidad, infiltró a la inteligencia estadounidense). En un mundo sumamente complejo, una teoría de estas características puede significar un anclaje que le da sentido a algo que parece no tenerlo. Y, vale destacar, no es menor la aparición de esta teoría en un contexto donde resulta casi imposible para las nuevas generaciones de ciudadanos alcanzar los estándares de vida de sus padres y abuelos. No por nada la meta final del bando patriota de QAnon es construir «un paraíso en la Tierra», un imaginario que puede encontrarse en toda la tradición política norteamericana. En tercer lugar, la influencia en política de los memes y su difusión por redes sociales mainstream (Facebook, Instagram, Twitch, Youtube) y por redes sociales fuera del mainstream (Gab, Reddit, y los chanes: 4chan, 8kun, 9chan y 16chan). Si algo podemos decir del gobierno de Trump es que empezó, en parte, gracias a los memes (el efecto de la rana Pepe y la influencia de 4chan en la campaña) y murió, en parte, metiendo literalmente un meme en el Congreso ¿Qué es Q-Shaman sino la corporización misma del memeplex QAnon?
Por último, hay que retroceder casi veinte años en el tiempo para encontrar un antecedente a este evento que haya sacudido a la opinión pública y generado una respuesta de todo el arco político nacional de esta magnitud. El 11 de septiembre de 2001 (si bien se trata de eventos incomparables) el mundo entero sintió cómo el gobierno de Estados Unidos no pudo hacer literalmente nada para impedir que dos aviones impactaran contra el World Trade Center. Fue innegable, para todos quienes vimos ese evento en vivo, sentir que presenciábamos un acontecimiento histórico a la vez que una tremenda burla para la potencia militar más grande del planeta.
El 6 de enero de 2021, como dijo un sabio usuario de Twitter, el país más poderoso del mundo no pudo impedir que un tipo disfrazado como Chewbacca y unos cientos de de rednecks, invadieran el «templo sagrado» de la democracia y del excepcionalismo estadounidense. De nuevo, un evento histórico que se desarrolló delante de nuestros ojos y fue transmitido a todas las pantallas del mundo. Vale recordar que, después del atentado de 2001, el gobierno de George W. Bush pasó una serie de leyes que dotaron al poder ejecutivo de poderes para infringir los derechos individuales de sus ciudadanos en niveles que eran completamente impensables apenas unos años antes. Es probable que la reacción vaya en ese sentido. En definitiva, si algo entiende el establishment de Washington es que, bajo ninguna circunstancia, el gobierno puede parecer estúpido. Hay que evitar que el rey se pasee desnudo.
Horas después de este evento y en virtud de su participación en el mismo, Twitter, Instagram y Facebook, dieron de baja a las cuentas de Donald Trump de sus plataformas. Un hecho muy significativo, que marca el pulso de por donde hoy se juega el poder en Estados Unidos: Silicon Valley y el complejo tecnológico informático.
¿Qué sigue?
Si algo afirmamos en la primera parte de este artículo era la condición de LARPers que ostentaban los seguidores de QAnon y los demás participantes del asalto al Capitolio. Como se puede ver, el único tipo de participación política de estos sectores es, en definitiva, performática. El asalto no fue coordinado, ni parte de un plan insurreccional. Fue tan solo la ocupación del espacio. Al poco tiempo, el Senado continuó con las sesiones como si nada hubiese pasado. Estas son las ventajas del LARPing, alguien puede disfrazarse como un revolucionario patriota sin tener que hacer ninguna de las tareas políticas que eso implica (organizarse, conspirar, tomar el poder).
Es por eso que, quizá, así como los atentados del 9/11 fueron el momento de mayor exposición para Al Qaeda, es posible que el «asalto al Capitolio» haya sido el punto cúlmine de esta militancia de baja intensidad online. A contramano de la opinión generalizada, no creo que este sea el inicio de una nueva ola de este tipo de movimientos políticos, sino su culminación. Al menos en esta forma de aparición; resta saber si esto mutará en otra cosa.
Pero, como señalamos más arriba, ni QAnon explica a toda la base electoral de Trump ni agota las explicaciones del funcionamiento de toda la galaxia chanera. Tampoco explica todas las formas de radicalización online o creencias en diferentes tipos de teorías conspirativas. Existen grupos (algunos de ellos participaron de las marchas) como los que se movilizan con el eslogan MAGA [Make America Great Again], los Proud Boys, los Boogaloo, etc. Y, por supuesto, los usuarios lisa y llanamente nazis que pululan en los canales de discusión política chaneros.
Ni el más brillante ni el más peligroso. QAnon es apenas un miembro más de la gran familia del radicalismo online, que a veces sale a la superficie y se vuelve «real».