Después de escuchar el último parte diario del juicio de John Edwards, que se celebra ahora en Greensboro, Carolina del Norte, uno casi quiere darse una ducha. Es mejor (o peor) que cualquier culebrón diurno. Hace lucir sosos a los tabloides. En esencia, lo que parece ser un caso serio -«Estados Unidos de América vs. […]
Después de escuchar el último parte diario del juicio de John Edwards, que se celebra ahora en Greensboro, Carolina del Norte, uno casi quiere darse una ducha. Es mejor (o peor) que cualquier culebrón diurno. Hace lucir sosos a los tabloides.
En esencia, lo que parece ser un caso serio -«Estados Unidos de América vs. Johnny Reid Edwards»- Se convierte en una pelea de boxeo entre dos mentirosos. En una esquina, el ex senador John Edwards, en otra época una estrella en ascenso del Partido Demócrata. Como candidato a la presidencia en 2007 y 2008, engañó a su esposa y luego le mintió a ella y a la nación acerca del asunto. Mintió acerca de tener un hijo con Rielle Hunter. Y para que no se supiera lo de su amante y de su hijo, se puso de acuerdo con dos de sus ricos seguidores, Fred Baron y Rachel «Bunny» Mellon para que la llenaran de dinero. Es un hecho comprobado.
En la otra esquina, el testigo principal del gobierno, Andrew Young, exayudante de Edwards, quien ahora santurronamente condena todo lo que una vez ayudó a Edwards a hacer. Young y su esposa recibieron cheques de manos de Baron y Mellon y luego lavaron directamente el dinero para pasarlo a Hunter. Viajaron con ella de un estado a otro para mantenerla fuera de la vista. Hasta compartieron una casa con ella en Santa Bárbara, haciéndose pasar por sus sirvientes. Y en un acto final de lealtad de acólitos, Young llegó a asegurar que el padre del bebé de Hunter era él, y no Edwards. Es un hecho comprobado.
Así que la primera pregunta evidente es: ¿por qué el jurado debiera creer algo de lo que diga cualquiera de esos dos mentirosos patológicos? Ambos abandonan la verdad para satisfacer sus propios intereses: Edwards, en un desesperado intento por salvar su carrera política. Young, en un cínico intento por llenarse de dinero con un libro de éxito y una carrera como conferencista.
Pero la segunda gran pregunta es: ¿por qué el Departamento de Justicia lleva este caso a los tribunales? En muchos niveles, el juicio de Edwards parece ser un abuso de poder judicial. Sin dudas el comportamiento de John Edwards fue sórdido. Puede decirse que hasta «pecaminoso». Pero no es ilegal tener una aventura amorosa y mentir acerca de ella. Y no hay una ley que impida que amigos de uno le hagan un cheque a la amante, o incluso tener un hijo fuera del matrimonio. Entonces, ¿cuál es el delito federal?
Según el Departamento de Justiicia, Edwards es culpable de seis cargos de delitos graves, entre ellos conspiración, mal uso de fondos de campañas y de prestar falso testimonio. Pero eso obliga a preguntar: ¿Eran realmente fondos de campaña? Como se señaló anteriormente, los cheques escritos por Mellon y por Baron -por un total aproximado de $925 000 dólares- no eran donaciones de campaña. No se expidieron a nombre de la campaña de Edwards ni de Edwards mismo. Como ha declarado Young, los cheque se Mellon se expidieron a nombre de su decoradora interior, los cuales fueron firmados conjuntamente por ella y la esposa de Young, la cual luego entregó el dinero a Rielle Hunter.
Los fiscales asegura que los fondos entregados a Hunter fueron equivalentes funcionales de donaciones de campaña. Pero en el mundo de la ley de finanzas de campaña, esta es una primicia. Nunca antes un candidato ha sido acusado de violar la ley a consecuencia de cheques hechos no a nombre de su campaña, sino por un tercero a otro tercero. No solo eso, sino que parece absurdamente anacrónico que el Departamento de Justicia acuse ahora a Edwards de aceptar donaciones indirectas por un valor mayor que el entonces permitido de $2 300 por donante -cuando en la actualidad, gracias a Ciudadanos Unidos, ricachones como Sheldon Adelson, Harold Simmons, Foster Friess, y los hermanos Koch donan decenas de millones de dólares a los Súper PACs que apoyan a candidatos federales individuales -y a nadie le importa.
El juicio contra John Edwards también tiene un aroma a oportunismo político. Lo inició George Holding, un fiscal federal nombrado por el presidente George W. Bush, parte de la legión de fiscales federales de Karl Rove por todo el país que usaron su cargo para perseguir a funcionarios demócratas. Sin embargo, a pesar de sus sospechosos inicios y un débil conjunto de evidencias, el Fiscal General Eric Holder decidió proseguir con el procesamiento de Edwards y llevar el caso hasta el tribunal federal.
Hay que ver lo que son las prioridades. Holder se negó a enjuiciar a George Bush y a Dick Cheney por crímenes de guerra. No ha hecho nada con las leyes de supresión de electores en más de 30 estados. No presentó acusación alguna contra los ejecutivos de Wall Street por haber destrozado la economía. En su lugar, está procesando a John Edwards por malcriar a su amante. Qué manera tan colosal de derrochar el dinero de los contribuyentes.
Bill Press es el anfitrión de un programa diario de radio distribuido nacionalmente, conductor de «Full Court Press» en Current TV y autor de un nuevo libro, La máquina de odio contra Obama, a la venta ya en librerías. Pueden escuchar «The Bill Press Show» en su sitio web www.billpress.com. Su correo electrónico es [email protected] .