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¿Qué está pasando realmente en Rafah?

Fuentes: Ma’an News

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Cuando intentamos comprender las complicadas realidades de la Franja de Gaza, el Cruce de Rafah figura entre las mayores fuentes de confusión: Mucha gente sabe que es la principal vía de entrada y salida del bloqueado territorio palestino y que con frecuencia está cerrada.

Pero hay otros detalles muy confusos. Probablemente mucha gente no es consciente de que incluso cuando el cruce está supuestamente «abierto», sigue cerrado para grandes segmentos de la población, tanto para los palestinos que residen en Gaza como para otros grupos de personas.

El gobierno del recientemente elegido Presidente egipcio Muhammad Mursi y los dirigentes de Hamas fijaron un encuentro a mediados de septiembre para discutir sobre la seguridad de fronteras y relajar las restricciones de paso a través del Cruce de Rafah, según diversas informaciones aparecidas en la prensa.

El resultado de tal reunión está aún por ver, porque hasta ahora los sucesivos gobiernos egipcios han adoptado los principios israelíes a la hora de regular el cruce, a pesar de que Israel ya no lo controle.

En pocas palabras, esos principios son que solo a los palestinos de Gaza que aparecen en las listas del registro de población controlado por Israel se les permite utilizar el cruce. Los visitantes y los palestinos no residentes -incluso los palestinos de Cisjordania- siguen teniendo prohibido entrar en Gaza, y esto incluye a las esposas de los palestinos residentes. Además, la mayoría de los hombres jóvenes se enfrentan a grandes dificultades para entrar y salir y las autoridades egipcias les niegan rotundamente, con bastante frecuencia, tal permiso.

El pasado mes, el cruce ocupó de nuevo las titulares tras una serie de ataques perpetrados por hombres enmascarados contra los controles militares egipcios ubicados en el Sinaí. El gobierno egipcio cerró Rafah indefinidamente, para desgracia de los palestinos de Gaza, que no veían razón alguna para el cierre y que no tuvieron nada que ver con los ataques.

La medida egipcia ha traído recuerdos escalofriantes de las políticas de los años pasados puestas en marcha tanto por Israel como por el gobierno del depuesto Presidente Hosni Mubarak, cuando el cruce se cerraba explícitamente (según documentos políticos filtrados en su momento) como medida de castigo, una forma de castigo colectivo contra los residentes civiles de Gaza.

Finalmente, el gobierno de Mursi revocó su decisión, tras haber dejado tirados a miles de palestinos a cada lado de la frontera, pero sigue habiendo dudas acerca de qué nivel de influencia ejerce Mursi respecto al cruce de frontera, controlado por la policía fronteriza egipcia.

Hubo una época en la que los residentes palestinos de Gaza podía entrar en los territorios ocupados palestinos a través del cruce de frontera desde Jordania y viajar a Gaza a través del Cruce de Erez desde Israel.

Esta situación cambió en los últimos años de la década de 1990, e Israel limitó la entrada palestina a Gaza al Cruce de Rafah, excepto en casos limitados que necesitaban de aprobación previa. Israel controló el cruce de forma brutal e impredecible, utilizándolo para ocultar a informantes potenciales, para denegar la entrada a los palestinos «buscados» y para presionar y castigar a la población palestina en su conjunto al cerrar el Cruce de forma arbitraria y abrupta.

En 2005, varios meses después del desenganche de Israel de Gaza, EEUU auspició la negociación de un complicado acuerdo que permitiría una transición gradual de poder sobre el Cruce de Rafah a la Autoridad Palestina (¡un estribillo muy familiar!).

El acuerdo requería que la lista de pasajeros fuera aprobada previamente por Israel y por monitores europeos, integrados en la Misión de Asistencia de Fronteras de la UE a Rafah (MINURSO, por sus siglas en inglés), que Israel vigilaba por video, actuando así dicha Misión como apoderados del ejército israelí, que era quien en última instancia retenía el control sobre el cruce.

El Acuerdo sobre Movimiento y Acceso, o AMA, como llegó a ser conocido, fue firmado a finales de noviembre de 2005 tras meses de cierre, y se suponía que tenía que facilitar el movimiento de personas y productos palestinos fuera y dentro de Gaza. También prometía que Palestina tendría el control sobre el Cruce de Rafah hacia Egipto en noviembre de 2006.

En aquel momento, fue la Secretaria de Estado de EEUU Condoleezza Rice quien elogió el acuerdo como un gran paso adelante que «iba a dar libertad al pueblo palestino para moverse, comerciar y vivir vidas normales».

Sin embargo, según un informe publicado por la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) un año después de que se firmara el acuerdo, los palestinos estaban peor, tanto en relación a la libertad de movimiento como respecto a la situación económica global.

Todos los cruces fronterizos de Gaza, incluido el de Rafah, continuaban estando controlados por Israel y el movimiento entre Gaza y Cisjordania era prácticamente imposible.

Además, a los monitores europeos solo se les permitía entrar por el cruce si Israel lo autorizaba y eran obligados a marcharse si así lo ordenaba, por tanto había frecuentes demoras y cierres. En efecto, los monitores escapaban ante el más ligero indicio de que se avecinaban problemas (colas de pasajeros frustrados, trabajadores en huelga, etc.).

Tras la victoria electoral de Hamas en 2006 y el contragolpe de 2007, los monitores europeos escaparon de una vez por todas, y el régimen de Mubarak, en colusión con Israel, selló herméticamente Gaza cerrando el Cruce de Rafah indefinidamente. El Egipto de Mubarak «condicionó» su reapertura a que se produjera un acuerdo de reconciliación entre Hamas y Fatah, la liberación del soldado israelí capturado Gilad Shalit y el retorno de los monitores europeos bajo el tan denostado acuerdo de fronteras.

Pero los palestinos que vivían allí no querían que les forzaran más la mano. Ni querían un regreso al AMA. No importaba lo malo que fuera el presente, sería un paso en la dirección equivocada, que les despojaría de sus libertades a largo plazo a cambio de algún alivio a corto plazo.

Finalmente, en junio de 2010, poco después de mortífero ataque israelí contra la «Flotilla de la Libertad a Gaza», y en un intento de aplacar el creciente rechazo a su política hacia la Franja, Mubarak anunció que volvería a abrir el cruce. Sin embargo, lo cerró de nuevo en 2011 en cuanto comenzó la revolución egipcia.

Una vez derrocado Mubarak, se anunció que el cruce volvería a abrirse de manera regular, y el entonces Ministro de Asuntos Exteriores egipcio, Nabil al-Arabi, comenzó a negociar con Hamas a fin de suavizar las restricciones de viaje y mejorar las relaciones entre las dos partes. Los defensores de los derechos humanos se regocijaron pensando que esto suponía el fin real del asedio contra Gaza o, al menos, de uno de los aspectos del asedio.

Pero, ¿acaso se ha «abierto» de verdad el cruce? Es cierto que el cruce está abierto a intervalos regulares y para un mayor número de habitantes de Gaza. Sin embargo, muchas de las restricciones tradicionales siguen en vigor: los hombres de entre 18 y 40 años necesitan permiso previo o les resulta muy difícil obtener visados de entrada en Egipto, o ambas cosas a la vez. Poniendo las cosas en perspectiva, los hombres de esa edad constituyen alrededor de la cuarta parte de la población de Gaza.

Además, y para empezar, debería señalarse que para conseguir llegar al Cruce de Rafah, los palestinos necesitan primero entrar en Egipto. Para esto se necesita, por supuesto, un visado egipcio, que a menudo se les niega, especialmente a los jóvenes o a quienes no tienen residencia de algún tipo en el extranjero.

Un primo mío -un brillante estudiante becado de Gaza que estudia actualmente en Misisipi- lleva tres años intentando inútilmente conseguir un visado egipcio para ir a visitar a su familia en Gaza y volver a EEUU. Es uno de los miles que están en una situación parecida. Este mismo mes, a mis padres, ambos de sesenta y muchos años, se les negó el visado egipcio de entrada para volver a Gaza de una visita a EEUU. Todos ellos tienen documentos de residencia en Gaza.

Sin embargo, como puede atestiguar todo aquel que ha sufrido largas horas (o días o semanas o meses) bajo un sol de castigo o un frío que hiela los huesos en esta pequeña esquina del mundo esperando entrar o salir, incluso esa limitada apertura del cruce que apareció en las noticias era algo a celebrar.

Pero con el acceso aún limitado a ciertos segmentos de la sociedad y, en gran medida, a los palestinos de la lista del registro de población que Israel controla, la supuesta reapertura del Cruce de Rafah no es más una vuelta al statu quo de años pasados: solo los palestinos que lleven un documento de identidad de Gaza facilitado por Israel pueden utilizar el Cruce de Rafah.

Es decir, que los palestinos de Cisjordania o Jerusalén Este, los palestinos que se encuentran en los campos de refugiados fuera de los Territorios Ocupados, los ciudadanos palestinos de Israel a partir de 1948, o los palestinos que viven en la diáspora, siguen sin poder acceder a Gaza por Rafah.

Esto incluye a familias palestinas como la mía, donde un esposo posee documento de identidad pero el otro no. Incluye también a los palestinos internamente desplazados que viven en Gaza pero que no cuentan con los documentos de identidad que las autoridades de Israel conceden, y a quienes no se permite salir. Estos casos suponen decenas de miles de seres.

Y más aún, como la organización por los derechos humanos Gisha nos recuerda, el cruce no lleva a Cisjordania, ni permite el paso de productos, que se restringe a los cruces controlados por Israel y sometidos a sus prohibiciones en cuanto a materiales de construcción y exportaciones.

En una palabra, Rafah no puede ser nunca el único cruce para los palestinos que residen en Gaza. La Franja de Gaza sigue estando bajo un duro asedio aéreo y marítimo y continúa clausurada para el capital académico, económico y cultural de los palestinos en el resto de los Territorios Ocupados. Israel tiene la obligación legal de permitir el paso de personas y productos entre la Franja de Gaza y Cisjordania, reconocidas internacionalmente como una única unidad territorial.

Como primer paso, aunque claramente insuficiente, los palestinos desean tener la soberanía de su lado del Cruce de Rafah, así como la capacidad para determinar quién y cuándo puede utilizarlo.

Los críticos dicen que esto podría percibirse como una señal de que Gaza es «libre» y por tanto jugar a favor del gran plan de Israel de separar Gaza de Cisjordania. Pero el cruce es más un indicador de la soberanía palestina que de un gobierno local y no debería servir para absolver a Israel de sus obligaciones como ocupante. Que Gaza sigue bajo ocupación queda patente por el continuado control de Israel sobre indicadores de la soberanía como el espacio aéreo, las fronteras, el acceso marítimo, el registro de población y los impuestos.

El Cruce de Rafah sigue siendo la única vía para entrar y salir de Gaza de todos sus residentes. En el momento actual, su operatividad y uso sigue bajo control egipcio aunque administrado por las directrices israelíes. Y como demuestra el incidente del último mes, la situación sigue siendo inestable y muy variable. A diferencia de los cruces de frontera tradicionales o aeropuertos, sigue estando sujeto a cierres en el momento menos pensado, aherrojando tanto a los palestinos como a su economía.

Hasta ahora, las políticas egipcias sobre el cruce no se diferencian de las de años pasados. Está por ver si las reuniones del gobierno de Mursi con Hamas pueden traer algún cambio.

Laila el-Haddad es una periodista independiente, escritora y analista política que vive habitualmente en Maryland. De 2003 a 2007 fue corresponsal en Gaza de la página de Internet Al-Jazeera English y es la creadora del galardonado blog «Gaza Mom».

Fuente: http://www.maannews.net/eng/ViewDetails.aspx?ID=522717