Desde el miércoles 27 de noviembre está en vigor un alto el fuego entre Israel y el Líbano. La propuesta, impulsada por Francia y Estados Unidos, exige que tanto Hezbolá como el ejército israelí se retiren del sur del Líbano.
La tregua será válida por un período inicial de 60 días. Durante este tiempo Israel deberá replegarse tras la frontera internacional, mientras que Hezbolá deberá retirarse más allá del río Litani, a unos 30 kilómetros al norte de la frontera israelí.
El ejército libanés se encargará de vigilar la frontera en coordinación con la Fuerza de Paz de las Naciones Unidas (UNIFIL) y será responsable de mantener la calma en la región. Cinco países, incluidos Francia y Estados Unidos, supervisarán el cumplimiento del acuerdo.
¿Una victoria?
Las hostilidades comenzaron el 8 de octubre de 2023, un día después del ataque sorpresa desde Gaza contra Israel. A finales de septiembre de 2024 el régimen israelí intensificó su guerra contra el Líbano. Netanyahu actualizó sus objetivos bélicos: redidiseñar el mapa de Oriente Medio y permitir que cientos de miles de ciudadanos israelíes regresaran a sus hogares en el norte del país. Estos residentes habían huido de los ataques con cohetes de Hezbolá desde el Líbano. Hezbolá justificó estos ataques como respuesta al genocidio en Gaza y declaró desde el principio que habría un alto el fuego inmediato si Israel detenía su invasión de Gaza.
El gobierno israelí presenta esta tregua como una victoria, pero para muchos israelíes está lejos de ser el resultado que esperaban. La realidad es que Israel necesitaba este alto el fuego.
En las últimas semanas Israel ha tenido que hacer frente a la disminución de sus reservas de municiones. El 26 de noviembre el propio Netanyahu afirmó que reponer el arsenal era una de las principales razones de la tregua.
Además, se ha vuelto insostenible la presión sobre los reservistas, que llevan meses combatiendo. El conflicto ha causado más de 140 muertos entre soldados y civiles israelíes, una cifra significativa para los estándares del país. Según Yaakov Amidror, exasesor de seguridad nacional de Netanyahu, Israel “no puede permitirse un año más de guerra” a esta escala en el norte.
En otras palabras, la pausa en los combates busca dar un respiro a las tropas israelíes y reabastecer sus arsenales, y permitir a Estados Unidos y otros proveedores de armas entregar más suministros, que Israel utilizará a un ritmo acelerado.
Si bien Hezbolá ha sufrido daños significativos, no ha sido eliminado ni se ha logrado «rediseñar Oriente Medio». Según Peyman Jafari, experto en Irán, Hezbolá podría ser incluso más peligroso ahora que antes.
El apoyo a Hezbolá ha aumentado en el Líbano, ya que muchos ciudadanos consideran los ataques del ejército israelí ataques contra el país y no solo contra la organización. Según Jafari, este respaldo también ha aumentado en todo Oriente Medio.
¿Qué ocurrirá ahora?
Entre el 7 de octubre de 2023 y el 20 de septiembre de 2024 Israel llevó a cabo más de 8.000 ataques contra Hezbolá y otros grupos armados en el Líbano. En los últimos dos meses los enfrentamientos fueron aún más intensos y causaron más de 3.700 muertos libaneses, incluida una cantidad indeterminada de combatientes. Alrededor de un millón de civiles, más de una cuarta parte de la población libanesa, tuvo que abandonar sus hogares.
Como el ejército israelí no logró eliminar a Hezbolá ni controlar el territorio al sur del río Litani, que era el principal objetivo de su invasión terrestre, amplió sus bombardeos aéreos a todo el territorio libanés, aunque su objetivo principal fue el centro de Beirut. El daño que ha causado el país es inmenso.
Israel fracasó completamente en conquistar el sur del Líbano y optó por recurrir a la presión mediante bombardeos aéreos. Dado que el Líbano carece de defensas antiaéreas y de un ejército nacional funcional, no pudo responder de forma eficaz.
El acuerdo alcanzado es profundamente desigual: se obliga a la resistencia armada de Hezbolá a retroceder decenas de kilómetros en su propio territorio, mientras que se permite al ejército israelí permanecer estacionado justo en la frontera. Además, Israel se reserva el derecho de atacar si considera que Hezbolá viola el acuerdo. Dada la historia militar de Israel, no le resultará difícil encontrar un pretexto.
Este alto el fuego es, por lo tanto, extremadamente frágil. En su primer día el ejército israelí ya disparó cuatro veces contra civiles libaneses. Israel ha dejado claro que volverá a intervenir militarmente si lo considera necesario.
Ahora Israel puede concentrarse nuevamente en Gaza, donde cada vez parece más evidente que pretende colonizar ciertas áreas. Según The Economist, en medio de la catastrófica destrucción se están construyendo nuevos edificios: grandes puestos avanzados del ejército israelí a lo largo de carreteras recién asfaltadas que dividen la franja de Gaza en dos y la aíslan de Egipto.
Mientras tanto, Israel sigue recibiendo nuevos envíos de armamento de Estados Unidos. El presidente Biden acaba de aprobar la venta de armas por valor de 680 millones de dólares al Estado sionista, incluidas armas de precisión. Esto se suma a los aproximadamente 20.000 millones de dólares en ventas de armas aprobados por el Congreso la semana pasada.
En abril el Congreso aprobó un total de 26.000 millones de dólares en ayuda militar adicional para Israel, además de los 3.800 millones de dólares anuales en «ayuda de seguridad» que Estados Unidos ya proporciona a Israel. The genocide must go on [el genocidio debe continuar].
Texto original: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2024/11/28/wat-te-denken-van-het-staakt-het-vuren-in-libanon/
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