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¿Qué se oculta detrás de Hasbro, esa «respetable» empresa de juegos?

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

No porque se trate de juguetes entramos en un mundo de «amables pequeños». El mercado mundial de juguetes está hoy en manos de dos mastodontes que han logrado eliminar o comprar a casi todas las demás empresas: Mattel controla básicamente Barbie, Fisher-Price, Scrabble…Respecto a Hasbro, esta pequeña empresa familiar (Hassenfeld Brothers) despegó en los sesenta lanzando un juego militarista, G.I Joe («soldado Joe»). A continuación una serie de frecuentes tomas de control le permitieron convertirse en el dueño de las marcas Monopoly, Trivial Pursuit, Playschool, Pictionary, Cluedo, Atari, Teletubbies, los derivados de Pokemon y de Star Wars, numerosos juegos electrónicos, empresas de caramelos y muchas otras.

Clásico: los beneficios de estos dos gigantes de los juguetes se aceleraron cerrando un máximo de fábricas en EEUU y en Europa, y deslocalizando hacia países pobres del tercer mundo. Así en 2002 Mattel cerró su fábrica de Kentucky. Actualmente explota a unas 39.000 personas en sus fábricas de Asia. Si Hasbro sólo emplea directamente a 10.000 personas, ella es la que recurre sobre todo a la subcontrata de bien conocidas ventajas (1).

Cuando usted compra un juguete, ¿enriquece a Paul Wolfowitz, el cerebro de Bush? Por tanto, cuanto usted compra un juego para sus hijos, tiene casi todas las posibilidades de estar enriqueciendo a los accionistas de Mattel o de Hasbro. Y hay que recordar que el presupuesto medio en juguetes de los niños europeos se eleva a 250 euros al año.

Entre los administradores a los que, de este modo, usted está enriqueciendo involuntariamente se encuentran excelentes personas. O malvadas, depende del punto de vista. En primer lugar uno de los principales belicosos de Estados Unidos: Paul Wolfowitz. El número dos de Rumsfeld, ministro de Guerra de Bush, con quien forma un «tándem perfecto» según la muy conservadora revista US Time: «Si Rumsfeld es la cara, la boca y el brazo armado de la guerra en Iraq, Wolfowitz es su padrino intelectual, su corazón y su espíritu» (2). «El corazón y el espíritu de la guerra» ha sido administrador de Hasbro hasta la víspera de su nombramiento en la administración Bush. ¿Volverá a la empresa después de su mandato político, como muchas personalidades estadounidenses, fervientes practicantes de este lucrativo deporte que es el yo-yo business-política? Es probable, pero de todos modos los vínculos e intereses comunes permanecen, discretamente o no. Así Dick Cheney, vice- presidente de EEUU, teóricamente ya no tiene nada que ver con la empresa petrolífera Halliburton que dirigía antes de tener un cargo político. Pero el escándalo de los «pedidos hinchados» demostró que había utilizado sin el menor asomo de vergüenza la ocupación de Iraq para llenar los bolsillos de Halliburton y muy probablemente los suyos también.

Vinculado al complejo militar-industrial y a Israel

Pero al recorrer la lista de los nombres de los administradores de Hasbro damos con otro muy interesante también: Marie-Josee Kravis es o ha sido administradora de Ford, Canadian Imperial Bank, Vivendi Universal y Hollinger. Esta sociedad está vinculada a la derecha dura de EEUU y a los servicios de información israelíes puesto que su ex -director, Shlomo Ben Gazit preside un comité de Hasbro (3). Ella controla diversos periódicos británicos e israelíes que han desempeñado un papel fundamental en el dossier iraquí.

Marie-Josee Kravis también es administradora de Seagram, cuyo patriarca, Edgard Bronfman (padre) es presidente del muy influyente lobby del «Congreso Judío Mundial». Kravis dirige también un think thank estadounidense conservador, el Instituto Hudson. Bush padre la había nombrado consejera de la secretaría de energía. En la web del Council for Foreign Relations, órgano principal donde se discute y decide la política internacional de EEUU, se la presenta como «experta» en economía internacional, política pública y estrategia (4)

Su marido, Hary Kravis, ocupa el puesto 35 de la lista Forbes de hombres más ricos de mundo con una fortuna que se calcula en 1.300 millones de dólares. Su empresa KKR ha poseído o posee en parte o al completo varias empresas significativas: Safeway, Union Texas Petroleum, Duracell, American Re Insurance, Nabisco

Finalmente, a quienes se sorprenderían si un tribunal francés se mostrara complaciente con una empresa estadounidense, señalemos que KKR es la principal accionista de la sociedad eléctrica francesa Legrand, cuyo presidente es Ernest- Antoine Seillière, patrón de Medef, esto es, patrón de los patrones franceses (5). El mundo de los negocios es pequeño.

Entre los demás administradores de Hasbro encontramos también a Jack Greenberg, ex-jefe de McDonalds; Paula Stern, ex -presidenta de la Comisión del Comercio Internacional de EEUU; Sylvia Hassenfeld (American Jewish Joint Dsitribution) y Alain Batkin, vice-presidente de Kissinger Associates. Esta sociedad consultiva hace que las multinacionales estadounidenses se beneficien de los experimentados consejos del «Doctor Henry», que fue el jefe de Pinochet y de algunos de los demás dictadores más sangrientos del planeta.

Conclusión: Hasbro no es en absoluto un juego. Ni para las decenas de miles de trabajadores de tercer mundo, sobrexplotados en beneficio de accionistas y administradores riquísimos como Kravis y Wolfowitz. Ni por su papel del lado de las agresiones militares estadounidenses e israelíes. Hasbro es un elemento del complejo militar-industrial que ha instalado al régimen de Bush y su guerra global.

(1) Cifras del International Council of Toy Industry. Véase también Therese Jeunejean, Le grand jeu de la mondialisation, Le Ligueur (Bélgica), 12/11/2002. Gresea (Bélgica), La face cachée du jouet, julio 2002.

(2) http://www.time.com/time/personoftheyear/2003/poywolf.html

(3) Véase el índice de Geofrey Geuens, Tous pouvoirs confondus, EPO, 2003, al que agradecemos su preciosa ayuda.

(4) Fuente: http://www.kkr.com/

(5) Sobre la importancia del Council on Foreign Relations, véase Geuens, idem, pp. 84-92.

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