A raíz de la crisis económica, el gobierno federal de Obama y los gobiernos estatales de EEUU acumularon un gran déficit público. Para paliarlo, tanto demócratas como republicanos han apostado por recortar las prestaciones y los servicios públicos (ya de por sí escasos y precarios en EEUU) y poner en marcha una campaña de desprestigio […]
A raíz de la crisis económica, el gobierno federal de Obama y los gobiernos estatales de EEUU acumularon un gran déficit público. Para paliarlo, tanto demócratas como republicanos han apostado por recortar las prestaciones y los servicios públicos (ya de por sí escasos y precarios en EEUU) y poner en marcha una campaña de desprestigio de los empleados públicos; acusándolos de ser unos privilegiados por contar con una pensión de jubilación asegurada, un salario digno y estabilidad en el empleo. Este ataque se extendió inmediatamente hacia los sindicatos, ya que los trabajadores sindicados cuentan con mejores condiciones laborales.
La rabia contra los ataques antisociales estalló en el Estado de Wisconsin el pasado 14 de febrero. El gobernador republicano Scott Walter, apodado «Hosni Walker» por su carácter antidemocrático, anunció una ley que pretendía hacer pagar a los trabajadores públicos los efectos de la crisis (mediante despidos y aumentando las cotizaciones para las pensiones y la cobertura sanitaria) y debilitar a sus sindicatos (limitando su capacidad negociadora y poniendo en alerta a la Guardia Nacional en caso de huelgas).
Una marcha al capitolio estatal contra los recortes planificada con un mes de antelación, antes de que se anunciara la polémica ley, reunió sin esperarse a más de 1.000 estudiantes y profesores que inundaron el edificio bajo el grito de «Kill the Bill!» («¡Mata la Ley!»). Desde entonces se han dado las mayores movilizaciones que se recuerdan en Madison en muchos años y que han reunido durante varios días a decenas de miles de trabajadores.
Estudiantes y trabajadores del sector público y privado se han movilizado conjuntamente, muchos de ellos inspirados por las masivas y victoriosas movilizaciones revolucionarias en los países árabes. Decenas de colegios cerraron sus puertas en protesta. Incluso los bomberos, que no se veían afectados por los ataques, se movilizaron en apoyo con los demás trabajadores, que también recibieron muestras de solidaridad de decenas de sindicatos de todo EEUU. Las protestas forzaron a los congresistas demócratas a boicotear las sesiones en las que se iba a debatir la ley.
No sabemos si estas movilizaciones conseguirán frenar la aprobación de la Ley Walker, pero lo que sí es seguro es que los ataques antisociales continuarán en Wiscosin y por todos los EEUU al calor de la crisis. Sin embargo, la clase trabajadora norteamericana, a pesar de los brutales ataques que sufrió durante el macartismo y los años de Reagan en el poder, está ganando confianza en la lucha para que la crisis la paguen los que la han provocado.
Jesús Castillo es militante de En lucha / En lluita.