Este 19 de junio se cumple el 59 aniversario de la injusta ejecución en la silla eléctrica, en una cárcel de Estados Unidos, de los esposos Ethel y Julius Rosenberg, acusados de ser espías al servicio dela Unión Soviética. En ese caso como en tantos otros, salieron muy mal parados el derecho y la justicia […]
Este 19 de junio se cumple el 59 aniversario de la injusta ejecución en la silla eléctrica, en una cárcel de Estados Unidos, de los esposos Ethel y Julius Rosenberg, acusados de ser espías al servicio dela Unión Soviética.
En ese caso como en tantos otros, salieron muy mal parados el derecho y la justicia norteamericana.
La única acusación que tuvieron los Rosenberg, provino del hermano de Ethel, David Greenglass, que inculpó a su hermana y cuñado de formar parte de una red vinculada a la Unión Soviética.
Julius Rosenberg, fue activista dela Liga de los Jóvenes Comunistas y este fue el principal pretexto para vincularlo conla Unión Soviética. El juicio al que ambos se vieron sometidos distó mucho de haber sido justo y la condena surge en virtud del Acta de Espionaje de 1917, que dictaba pena de muerte para este tipo de delitos en tiempo de guerra, aunque en el momento de haberse cometido el supuesto espionaje, Estados Unidos no se encontraba en guerra con los soviéticos.
El recuerdo de este crimen, me hace recordar el torcido proceso seguido a los cinco luchadores antiterroristas cubanos, que cumplen injustas condenas en cárceles del vecino del norte; mientras se pasea libre por las calles de Miami, el terrorista más peligroso del hemisferio occidental, Luis Posada Carriles.
¡Que paradojas tiene el sistema judicial norteamericano! Los cinco héroes cubanos son considerados unos espías al servicio de un gobierno extranjero mientras que Posada Carriles no es un terrorista. No ha cambiado nada el sistema legal que condenó injustamente a los esposos Rosenberg y a los cinco luchadores cubanos.
Pero más temprano que tarde, la verdad se impone a la mentira. Trece años después del crimen, David Greenglass, el hermano de Ethel, confesó públicamente que la acusación que les hiciera y los llevara a la cárcel fue falsa.
David había sido obligado a firmar una declaración, en junio de 1950, en la que aceptaba haber sido cómplice de Harry Gold, un químico de Filadelfia que confesó al Buró Federal de Investigaciones (FBI) ser el contacto en Estados Unidos de Klaus Fuch, científico inglés acusado de espionaje en beneficio de los soviéticos.
Tres décadas más tarde, la Asociación Americanade Abogados reconstruyó durante dos días el proceso de los Rosenberg, y arribó a la conclusión de que los dos eran inocentes de las acusaciones por las que fueron ejecutados en la silla eléctrica.
Esposos amantísimos, padres de dos niños -Michael y Roberto- que al ser detenidos sus padres, en 1950, contaban con siete y diez años de edad respectivamente, supieron mantener la firmeza y la serenidad que da la convicción de ideales y la fe en la humanidad y el mejoramiento del hombre.
El mismo día en que serían ejecutados, Ethel expresaba en carta a su abogado: «Envío todo mi corazón a quienes me han querido. No estoy sola, y muero con honor y dignidad, sabiendo que mi esposo y yo seremos reivindicados por la historia».
Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2012/06/18/recordando-a-los-rosenberg/