Las recientes noticias de una base políti-co/militar/policiaca conjunta México-EU en nuestro territorio está causando serias alarmas, aunque no tan firmes y exigentes de aclaración como se debiera. Sobre todas las cosas el hecho resulta en una gravísima responsabilidad de la única persona con capacidad para autorizarlo, así sea esta ilegal -el presidente Felipe Calderón- y […]
Las recientes noticias de una base políti-co/militar/policiaca conjunta México-EU en nuestro territorio está causando serias alarmas, aunque no tan firmes y exigentes de aclaración como se debiera. Sobre todas las cosas el hecho resulta en una gravísima responsabilidad de la única persona con capacidad para autorizarlo, así sea esta ilegal -el presidente Felipe Calderón- y hay que recalcarlo, porque ante la historia y ante la ley él debería ser inculpado. No se descarta la responsabilidad del mismo cargo a quienes asumieron participar en calidad de cómplices o de encubridores.
Es de esperarse alguna explicación de boca de Calderón que -sin importar el escenario ni la pertinencia- hace gala de las cruzadas ganadas al crimen cada día. Si López de Santa Anna entregó 2 millones de kilómetros cuadrados de territorio vacío, Calderón está entregando otros dos millones, pero con 110 millones de habitantes y su patrimonio humano, moral y material.
Lo que está pasando en el antiguo criadero de caballos militares en Santa Gertrudis, Chihua-hua, enorme predio de 300 mil hectáreas, es inverosímil. Extranjeros empleando instalaciones existentes e improvisando otras, están dando algo más que asesoría a los mexicanos, según el propio presidente Barack Obama, quien ha tenido que salir a la liza. Le recordaríamos a él, sin arrogancia ninguna, a Calderón y a todo el que no esté informado, que así empezó Vietnam y terminó con una guerra de casi 20 años, más de 3 millones de vietnamitas muertos directa o indirectamente por las armas estadunidenses.
Conviví por un año con el entonces mayor del ejército de EU, Charles Stuart Todd Mallet, recién llegado él de Vietnam, donde pasó un año en calidad de asesor de las fuerzas del Sur. Sus narraciones interesantísimas hoy me permiten encontrar las lamentables coincidencias. Lo más concluyente y digno de atención fue cómo se inició un desastre que Truman aceptó -como hoy Obama- proponiendo un deliberado e intencionado programa de asistencia.
Iniciada la inocente asesoría, se devino en un aumento incontrolable de exigencias, más y más reforzamientos. Hasta llegar a lo que se llegó. Once presidentes survietnamitas fueron manejados como títeres y seis presidentes estadunidenses trataron de zafarse ante el brutal error. Imposible, aún firmada la paz en París en 1973; dada la profundidad del conflicto, ésta fue efectiva hasta 1975. La guerra habría causado la muerte, según el gobierno de Hanoi, de entre 2 y 5.7 millones de personas, la mayoría de las cuales fueron civiles, además de terribles daños medioambientales.
En nuestro caso, la intención inmediata y mediata de Washington para aprobar algo relativamente semejante es evidente: la apropiación. Menos clara está la argumentación con que Calderón se decidió a firmar una mencionada Carta de Intención aceptando ayuda a cambio de condiciones compensatorias cuyo alcance hoy nos está totalmente vedados.
Sean cuales sean esas contraprestaciones, atentan contra la soberanía e integridad de la nación, sea esta política, jurídica o material, pero se basan en un hecho fatal: Washington no respeta a Calderón. Es una entrega que se aproxima a delitos como el señalado en el artículo 123 del Código Penal Federal en que se describe la traición a la patria.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/08/21/opinion/006a1pol