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Refinería Balboa: ¿Contaminación ambiental o política?

Fuentes: Rebelión

Se denomina contaminación ambiental a la presencia en el ambiente de cualquier agente (físico, químico o biológico) o bien de una combinación de varios agentes en lugares, formas y concentraciones tales que sean o puedan ser nocivos para la salud, la seguridad o para el bienestar de la población, o que puedan ser perjudiciales para […]

Se denomina contaminación ambiental a la presencia en el ambiente de cualquier agente (físico, químico o biológico) o bien de una combinación de varios agentes en lugares, formas y concentraciones tales que sean o puedan ser nocivos para la salud, la seguridad o para el bienestar de la población, o que puedan ser perjudiciales para la vida vegetal o animal, o impidan el uso normal de las propiedades y lugares de recreación y goce de los mismos.

En el mismo sentido, podríamos definir como contaminación política la presencia en el ambiente político de cualquier agente o agentes que puedan ser nocivos para el normal desarrollo del estado democrático.

Los agentes contaminantes en democracia más importantes a saber son: La demagogia, la ocultación de la verdad, la mentira, la intimidación, la criminalización del opositor, la represión, la incongruencia entre el discurso y la práctica, los intereses económicos particulares favorecidos y enfrentados con los de la comunidad, el control y manipulación de los medios de comunicación, la promesa de beneficios inexistentes…

Cuando se presentó el proyecto de Refinería Balboa en Extremadura, muchos ciudadanos se posicionaron en contra de él por sus inevitables efectos contaminantes sobre el medio ambiente y principalmente por los daños a la salud de los habitantes de la zona de influencia del proyecto.

Amparados en convenios, directivas y leyes, numerosos ciudadanos se organizaron para ejercer su derecho a la participación en la toma de decisiones en cuestiones que puedan afectar a su entorno y a su salud.

Tras cuarenta y dos meses de lucha, hemos comprobado cómo los efectos de la contaminación política, aparte de ser el origen del otro tipo de contaminación, arremeten contra un espacio más extenso que el puramente medioambiental. Hablamos del espacio de las libertades, la justicia y la dignidad del ciudadano.

Refinería Balboa, sin existir, ya ha producido graves daños en la sociedad extremeña. La perversa presentación del proyecto, en el que demagógicamente se plantea que quien se opone a su «engendro» está en contra del desarrollo y bienestar de los extremeños, es sin duda uno de los contaminantes más nocivos que se han lanzado a la atmósfera política regional y que más daño han causado en el posicionamiento objetivo de los extremeños.

La utilización del falso dilema «Extremadura necesita industrializarse, luego es imprescindible instalar la refinería», niega la posibilidad de otro tipo de industrialización más acorde con nuestro medio natural, nuestra cultura y con la actual crisis del modelo energético basado en los combustibles fósiles.

En una región donde no se ha agotado su potencial industrial en la manufacturación de sus exquisitos y reconocidos productos agroalimentarios o su evidente potencial en energías limpias, los que llevan más de un cuarto de siglo en el gobierno optan por una industria que cualquier pueblo informado rechaza por molesta, nociva, insalubre y peligrosa.

Intereses económicos y empresariales de una familia en particular se han mostrado como propios de todos los ciudadanos. Aún son recientes las manifestaciones del ex presidente Ibarra cuando decía: «Hemos comprado el grupo Z». Por cierto, era falso, como lo de la escuela de pilotos, lo del AVE en 2010, los 2000 puestos de trabajo de la cementera de Alconera (pueblo feliz donde los haya), el pleno empleo en la legislatura…

La total contradicción entre el discurso medioambientalista del PSOE a nivel nacional e internacional y el PSOE regional dejan en evidencia la existencia de obscuros intereses que todavía no han descubierto los extremeños, pero que tarde o temprano saldrán a la luz.

Ante el aforismo «piensa globalmente, actúa localmente» nuestros gobernantes y, en concreto, nuestro reciente presidente afirman que Extremadura tiene derecho a contaminar más. Perverso, ¿no? ¿Donde queda el compromiso y la solidaridad en la lucha contra el cambio climático de los extremeños?

El interés en silenciar a los disidentes al proyecto ha llevado a nuestras autoridades a utilizar múltiples formas de represión y manipulación, eso sí, disfrazadas de lo políticamente correcto: prohibición a la participación de la Plataforma Refinería No en el único debate organizado en la televisión pública regional, publicidad institucional alabando las virtudes del «engendro» pero silenciando sus aspectos negativos, multas indiscriminadas a los manifestantes, utilización de la fuerza física por parte de las «fuerzas de seguridad» contra mujeres, ancianos, niños y gentes de bien en general. ¿Quién daba las órdenes?

Pura casualidad, la Delegada del Gobierno, pareja sentimental del Secretario provincial del PSOE y futuro heredero de su tío D. Alfonso Gallardo, era la encargada de reprimir a los molestos y cansinos «pobres diablos» que «sin ser nadie» llevan cuarenta y cuatro meses impidiendo que las máquinas arrasen la sierra de San Jorge.

Llegados a este momento de la historia, a muchos nos empieza a preocupar más la contaminación política que la medio ambiental. La primera es el origen de la segunda y ésta no se resuelve si no resolvemos la primera. En ello estamos.

Pedro Vicente Sánchez Rodríguez. Uno de los portavoces de la Plataforma Ciudadana Refinería NO.