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Renace la histeria del espionaje

Fuentes: Progreso Semanal

Una vez más, los medios corporativos están dando voz a la histeria contra espías cubanos, a medida que las fuerzas a favor del embargo llaman a zafarrancho y tratan de derribar al avión de las relaciones EEUU-Cuba antes de que despegue y escape de una vez y para siempre. A falta de algo más sustancial, […]

Una vez más, los medios corporativos están dando voz a la histeria contra espías cubanos, a medida que las fuerzas a favor del embargo llaman a zafarrancho y tratan de derribar al avión de las relaciones EEUU-Cuba antes de que despegue y escape de una vez y para siempre. A falta de algo más sustancial, ¿por qué no resucitar viejos temores acerca de espías entre nosotros para sabotear cualquier intento de acercamiento?

Por ejemplo, según un artículo de The Miami Herald publicado el 14 de junio y enviado por correo electrónico por el Proyecto de Transición de Cuba, de la Universidad de Miami, «EEUU ahora tiene tolerancia cero para con los espías cubanos». Con ese título el artículo no solo presenta el espectro de los espías haciendo estragos, sino también una supuesta nueva actitud «dura» por parte del gobierno de EEUU. Sin embargo, no queda claro cómo es que EEUU haya sido tolerante alguna vez con los espías cubanos y el artículo mismo explica que la contrainteligencia norteamericana ha preferido vigilar a los espías cubanos y expulsarlos solo cuando se ponían «demasiado atrevidos». Solo cuatro espías cubanos fueron arrestados en EEUU entre 1959 y 1995, según el autor, Juan Tamayo. Qué conveniente que el matrimonio Myers fue arrestado recientemente, cuando la normalización comenzaba a surgir en el horizonte.

Según el Sr. Tamayo, cinco servicios de inteligencia de Cuba han estado considerados entre los mejores del mundo, detrás de los de EEUU, la Unión Soviética e Israel. En otro artículo reciente en The Miami Herald, Carlos Alberto Montaner trata el mismo tema y depende en gran medida de las declaraciones de un tal Chris Simmons, «ex teniente coronel de la contrainteligencia de EEUU», también citado por Tamayo, y frecuente colaborador del Herald, quien supuestamente «desenmascaró» a Ana Belén Montes. Según Simmons, Cuba «posee uno de los mejores servicios de espionaje y contraespionaje» y tiene espías por todos lados en el gobierno norteamericano y en las universidades de la nación. Por tanto, «no hay una sola institución importante de EEUU que no naya sido infiltrada directa o indirectamente por el G-2 cubano».

Al citar a Belén Montes y casos más recientes, como el de los Myers, Montaner canta las alabanzas de la inteligencia cubana y se regodea en declaraciones astutamente especulativas, que no se pueden desmentir, tales como: «Lo que los cubanos hicieron en el Departamento de Estado y el Pentágono, sin dudas lo han replicado o han intentado replicar en la CIA, el FBI, el Ejército, el Departamento de Justicia o cualquier otra organización administrativa, política o de medios donde es conveniente tener una buena oreja capaz de acopiar información confidencial o labios capaces de defender sutilmente los intereses del gobierno de los hermanos Castro». Así que ahora tenemos que cuidarnos no solo de los que pueden averiguar secretos militares, sino también de los que guardan un expediente con artículos del Miami Herald o expresen una opinión sospechosa según nuestros cubanólogos.

Montaner incluso prevé un candidato manchuriano sin el lavado de cerebro en el filme original o los controles electrónicos en la segunda versión. En su narrativa, «facilitar la elección de un congresista norteamericano y mantenerlo en el Capitolio no es una tarea muy complicada». Así que ahora, todos los congresistas que expresen una opinión políticamente incorrecta son sospechosos a los ojos de nuestro Consejo de los Guardianes.

Una pregunta no respondida es: ¿por qué la mayoría de los demás espías exigen, esperan o reciben dinero de sus manipuladores, pero no los que trabajan para los cubanos? En el análisis de Montaner no se concibe que, si un candidato no está controlado por nada que no sea sus convicciones, entonces no puede ser un candidato manchuriano, sino el candidato del pueblo.

No importa. Después de leer a Montaner y haber terminado The Shadow Factory , un libro de James Bamford, un reportero de asuntos de seguridad nacional, ganador de varios premios y productor de documentales para la serie Nova de PBS (Servicio Público de Transmisiones), me preocupa que haya tantos espías que pronto van a poder decidir cualquier elección. Con el subtítulo de «la ultra secreta NSA, desde el 11/9 hasta el fisgoneo de EEUU», el libro de Bamford es una perturbadora revelación de cómo el gobierno de EEUU realiza espionaje tanto externo como interno en una escala colosal.

Comencemos por los cubanos, que parecen estar en todas partes, según los cubanólogos y los que están en el negocio. Simmons dice que hay «aproximadamente 250 agentes y oficiales que manejan agentes en EEUU», incluyendo «de seis a nueve agentes principales en el seno del gobierno norteamericano, similares a Montes, más de una docena en el mundo académico y de 30 a 36 bajo fachada diplomática en las misiones cubanas de Washington y Nueva York». Además, está la CIA y sus estaciones y agentes en todo el mundo. También decenas de naciones tratan de imitar a EEUU y se infiltran unas a otras.

Lo que es peor, EEUU se ha unido a Australia, Gran Bretaña, Canadá y Nueva Zelanda para formar los «Cinco Ojos», o naciones que han organizado la mayor capacidad de espionaje electrónico en el mundo. La mayor parte de los países europeos y asiáticos con los recursos suficientes se dedican también a un espionaje mutuo extensivo, tanto industrial como militar. Israel está reconocido como un líder en el campo del espionaje electrónico y tiene una historia de espionaje muy agresivo en EEUU con topos, así como otros medios. Sin embargo, esto no ha afectado la alianza EEUU-Israel.

Adicionalmente, la NSA, la CIA, el FBI, el DoD (Departamento de Defensa) y una sopa de letras de agencias norteamericanas gastan incontables miles de millones de dólares para espiar no solo a otros países sino a inocentes ciudadanos norteamericanos que se dedican solo a lo suyo sin violar ninguna ley.

Interceptando transmisiones satelitales, de antenas de teléfonos celulares y cables de fibra óptica en lugares claves del mundo, y usando supercomputadoras ultra avanzadas, acumulan información acerca de todos nosotros a un ritmo sorprendente –de forma ilegal y sin órdenes judiciales.

El libro de Bamford documenta como estas agencias, lideradas por la NSA, han desarrollado la capacidad tecnológica para detectar, secreta e ilegalmente, todas las comunicaciones de cualquier tipo de casi todas las personas en el mundo, grabar, almacenar, filtrar y analizarlas, crear «círculos de asociación», e incluso llegar a ciertas conclusiones. Un ejército de investigadores pagados por el «complejo de inteligencia-industrial» está trabajando actualmente para perfeccionar tanto el proceso automático de toma de decisiones y el análisis del habla. Son parte de proyectos orwellianos, con nombres apropiados como Conciencia Total de Información, para fisgonear llamadas privadas, faxes y correos electrónicos de maestros, periodistas, activistas, médicos, abogados y otras personas inocentes que no tienen nada que ver con el terrorismo ni ninguna otra actividad criminal.

Se están creando máquinas de inteligencia artificial similares a Hal en el filme 2001, una odisea del espacio diseñadas para «pensar» y tomar decisiones automáticas acerca de quién vigilar, basándose en el análisis del comportamiento de la persona, captado mediante sus huellas electrónicas, y para proceder contra un individuo a partir de un comportamiento pronosticado en vez de actual. En otras palabras, el Gran Hermano ha llegado mucho más fuerte de lo que hubiéramos pensado, considerendo que fuimos alertados por George Orwell. Según palabras del propio Bamford, «existe ahora la capacidad de lograr la tiranía total en Estados Unidos».

Y no solo en Estados Unidos. Resulta que Irán, por ejemplo, ha demostrado su capacidad para monitorear las llamadas por teléfono celular y los mensajes de texto, y recientemente pudo suprimir la disensión gracias a la tecnología llamada «inspección profunda de paquete», suministrada por Nokia Siemens Networks.

En resumen, encima de todos los espías entre nosotros, nuestras comunicaciones, búsquedas en Google, páginas visitadas en Internet, historias clínicas, hábitos de compra y quizás la información del transponder de los autos, son monitoreados constantemente. Para colmo, según un artículo publicado el 24 de junio en el blog de alternet.org, el gobierno de EEUU está realizando un programa secreto de reclutamiento de agentes de inteligencia en escuelas, transformando el Programa Pat Roberts de Estudiosos de Inteligencia (PRISP) «de un proyecto piloto en una partida permanente en el presupuesto». También se han anunciado planes para crear un «Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva» para entrenar a futuros oficiales de inteligencia no identificados en las aulas universitarias de EEUU.

¿Entonces, en quién se puede confiar en la actualidad? ¿Cómo sabemos si un presunto periodista no es en realidad el agente de alguien que planta desinformación, o si el estudiante a tu lado es un informante de la NSA o la CIA? Quizás la histeria se trata de eso–de que no se confíe en nadie. Pero al parecer, quien menos se merece nuestra confianza es el gobierno.

Montaner y Simmons no dicen cómo es que saben de tantos espías cubanos, pero si ellos saben cuántos hay, debieran saber quiénes son. Y si es así, ¿no debieran denunciarlos a las autoridades? Recuerden que una académica de FIU fue a la cárcel por el delito de «ocultar un delito», precisamente por no haber delatado a su esposo, quien fuera acusado de ser un agente no inscrito del gobierno cubano.

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Amaury Cruz es un abogado de Miami.