Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Una semana después de que el ejército israelí bloqueara a cal y canto la empobrecida aldea palestina de Awarta, sus vecinos se pasaron el fin de semana limpiando sus arrasados hogares y haciendo un recuento de los objetos queridos desaparecidos.
Cientos de comandos israelíes asaltaron Awarta el 12 de marzo, imponiendo un toque de queda de cinco días tras el asesinato de cinco miembros de una familia judía que vivía en el asentamiento israelí adyacente de Itamar.
Aunque las especulaciones se han centrado en los palestinos, los detalles de la investigación están bajo secreto por orden judicial. Los funcionarios israelíes no han comunicado que hayan detenido a sospechosos y The National no consiguió ayer respuesta alguna del ejército israelí a pesar de repetidas llamadas para pedir información sobre el estado de la cuestión. Los residentes en Awarta, que niegan cualquier implicación en los hechos, describieron la respuesta de los soldados de intimidación por motivos étnicos, con objeto de vengarse en la comunidad compuesta por unos 7.000 habitantes mientras trataban de resolver el caso.
«Eso es tortura, es castigo colectivo», dijo Mustafa Barghuti, un político palestino que estuvo el viernes investigando los daños, añadiendo que esta había sido una de las incursiones israelíes más duras en una zona palestina de Cisjordania desde el momento culminante de la segunda Intifada.
«Golpearon a los niños, arrestaron a la gente que les dio la gana, destruyeron casas. Ví una vivienda donde los soldados dispararon contra la familia al entrar en ella. Ví a un recién nacido herido porque un soldado golpeó a su padre cuando le sostenía en brazos.»
Los activistas por los derechos humanos, las autoridades palestinas y los vecinos dicen que entre 45 y 60 vecinos permanecen retenidos bajo custodia israelí, en muchos de los casos después de que los soldados asaltaran sus hogares, taparan los ojos y golpearan a los miembros varones de la familia a punta de pistola y se los llevaran a la cárcel.
Shawan Yabarin, director de Al Haq, un grupo palestino por los derechos humanos, dijo que había pruebas de que los soldados israelíes utilizaron el toque de queda para recoger numerosas muestras de ADN de los vecinos. Llevaron a una escuela a unas 500 personas y en un determinado momento los soldados tomaron muestras de las bocas de los detenidos.
«Esas muestras de ADN no van a usarlas sólo para este incidente sino que utilizarán esos datos en el futuro», dijo, «y eso supone una violación de los derechos humanos y del derecho humanitario internacional.»
Los vecinos sostienen que los soldados registraron casi todas las casas del pueblo de la misma forma: entraban, a menudo pegando una patada en la puerta, encerraban a las familias en una habitación -en algunos casos durante más de doce horas- y destrozaban sus pertenencias.
Hisham, un maestro de escuela, dijo que los soldados habían utilizado la primera planta de su casa como sala de estar donde vieron la televisión, durmieron y llenaron el suelo de basura y colillas. Durante el registro, añadió, volcaron mesas, rompieron platos y nos robaron el dinero.
«En un determinado momento», dijo Hisham, que no quiso dar su apellido por temor a las represalias israelíes, «como hacía frío, encendimos la estufa. Otro soldado entró en la habitación y la lanzó encima de la mesa, tirando todo lo que había alrededor, y una silla cayó sobre la estufa, prendiéndose fuego. Por eso se fue y me hizo apagar las llamas.»
Los hechos se desencadenaron cuando dos intrusos no identificados escalaron la valla del perímetro de Itamar en la noche del 11 de marzo, entraron en la casa de Udi y Ruth Fogel y les apuñalaron hasta matarlos junto a sus tres hijos. El más pequeño era un bebé de tres meses de edad.
Los funcionarios de la AP han condenado los asesinatos pero parecen tener pocas opciones sobre cómo manejar la respuesta israelí en Awarta. El control de la AP sobre el pueblo es limitado, ya que gran parte del mismo está bajo la autoridad del ejército israelí.
Muchos creen que el ejército israelí utilizó la violenta represión como exhibición de venganza para calmar a los colonos por las muertes de Awarta. Durante el toque de queda, Bassam Abdat, de 37 años, dijo que vio a colonos judíos caminando libremente por los alrededores de Awarta y que algunos llevaban carteles en los que podía leerse: «Gente de Awarta, marchaos de nuestra tierra».
La tensión entre los palestinos, el ejército israelí y los cercanos asentamientos no es nada nuevo. Por ejemplo, los vecinos de Awarta están indignados por el hecho de que Itamar se construyó sobre una tierra que ellos habían venido trabajando desde siempre y porque habían aparecido nuevos módulos prefabricados desde que se produjeron los asesinatos la pasada semana. Benjamin Netanyahu, el primer ministro de Israel, anunció la construcción de 500 nuevas casas para colonos tras los asesinatos de Itamar.
Cuando los soldados irrumpieron en su casa, el Sr. Abdat les dijo que no tenían por qué destrozar nada. «Pero nos metieron a mi familia y a mí en una habitación y empezaron a destruirlo todo».
Su primo, Rami Abdat, que vive cerca, dijo que empezó a esconder las cosas de valor de la familia tras saber que a los vecinos les habían robado dinero y joyas durante los registros. «Los soldados robaron hasta el dinero que mis abuelos tenían en un cajón», dijo.
Faisal Qawarik, un vecino de Awarta de 48 años, dijo que los soldados detuvieron a cuatro de sus hijos. «Se llevaron sus documentos de identidad, vendaron los ojos a los mayores, les ataron las manos a la espalda, les tiraron al suelo y les pegaron. Les dije, ‘¿por qué les pegáis?'».
El pasado año, los cuerpos de otro de los hijos del Sr. Qawarik, Mohammed, de 19 años, y de su primo, Salah, también de 19, fueron encontrados muertos por disparos cerca de Itamar, con las manos atadas a la espalda.
Ha emprendido acciones legales contra los soldados israelíes, a los que acusa de los asesinatos, de los que los grupos por los derechos humanos, incluido Al Haq, sostienen que se perpetraron como si fuera una ejecución.
El Sr. Qawarik sospecha que la muerte de Mohammed es la razón por la que los comandos israelíes empezaron su ofensiva contra el pueblo arrojando primero granadas de aturdimiento contra su casa y haciendo después varias series de disparos que acribillaron e incluso traspasaron las paredes exteriores.
«Les grité, ‘sé por qué estáis haciendo eso. Los soldados mataron a nuestro hijo y ahora venís a por nosotros'», dijo.
Declaró que los soldados entraron a patadas en muchas de las habitaciones de la casa, arrancando la foto de su hijo muerto, arrasando todas las habitaciones y utilizando como retrete un cobertizo que había en la parte posterior de la casa.
«Un soldado me dijo que quería entrar en la parte de atrás de la casa», dijo. «Y le dí las llaves, pero las tiró al suelo. Después se puso tirar la puerta a patadas».
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