Recomiendo:
0

Rim Banna y la guerra cultural que los palestinos deben ganar

Fuentes: Middle East Monitor

Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós.

Buena parte de lo que Israel califica como cultura israelí es, en realidad, la propia cultura milenaria palestina y árabe… la «marca Israel» es esencialmente una marca árabe-palestina robada y re-nombrada.

 

Rim Banna ha fallecido a la edad de 51 años. Su muerte el 24 de marzo tras una década batallando contra el cáncer ha causado tristeza a los palestinos de todo el mundo. Rim, cristiana palestina de Nazaret, unió a su pueblo por encima de las divisiones políticas y geográficas. Cuando cantaba a la patria nada importaba salvo Palestina. Cristianos y musulmanes, Fatah y Hamas, Gaza y Ramala, todos se hacían uno. 

Su voz conmovedora y cálida impartía nostalgia pero celebraba la vida. Sus canciones ‘ Fares Odeh ‘ y ‘ Sarah ‘ eran una interpretación poética de la vida de dos preciosas jóvenes palestinas con las que los soldados israelíes acabaron.

La mariposa te llevará tras una nube

La gacela correrá contigo a la hondonada del sicomoro

El aroma del pan te guiará, mártir, al abrazo de tu madre

La estrella le dijo: «Llévame al patio de mi casa»

«Llévame al jergón en duermevela»

El letargo subió por mis costados

Y se instaló en mi cabeza

 

La música une a los palestinos cuando los políticos son incapaces de hacerlo. De hecho, ha sido la música palestina la que ha seguido ensamblando a los palestinos durante tantos años de desatención al llamamiento colectivo por la «unidad». El profundo arraigo de la cultura palestina es lo que convierte a los palestinos en lo que son, un pueblo con una identidad singular y lúcida a pesar de los 70 años de exilio, de limpieza étnica, de asedios, de incontables fronteras y de asesinatos sin sentido.

Cuando Rim cantaba, su voz traspasaba los muros aparentemente inexpugnables del apartheid, de los puestos de control, de los toques de queda militares y de las distancias insalvables.

Fue durante el levantamiento popular de la Primera Intifada de 1987 cuando Rim llegó a los corazones y a los hogares de muchos palestinos, inicialmente en Palestina y, después, en todo el mundo. La delicadeza de su voz reconfortó y dio esperanza a quienes vivieron durante siete años bajo una implacable campaña militar israelí. Las tácticas israelíes se orientaron entonces a quebrar el espíritu rebelde del pueblo palestino.

La música de Rim ofrece nuevas y modernizadas interpretaciones de canciones tradicionales palestinas sin borrar por ello su identidad histórica y cultural. Su música pertenece a esa forma del arte popular palestino que hace de la cultura su corazón y del hecho nacional su vocación para re-introducir y, a veces, reinventar el pasado de manera más cercana.

Mientras Israel hace todo lo posible por negar y borrar la cultura palestina, iconos culturales como Rim Banna, al igual que Reem Kelani, Kamilya Yubran y Shadia Mansur, entre otras, han reafirmado la cultura palestina y con ello su identidad en todo el mundo.

Aunque es una forma de resistencia poco publicitada, la resistencia cultural está en el corazón de la lucha palestina por la libertad. El pensador italiano Antonio Gramsci, encarcelado en la Italia fascista durante gran parte de su vida por sus ideas sobre la resistencia cultural, ya advirtió de que la hegemonía cultural es tan enemiga como la dictadura sin ambages.

Los palestinos lidian con la hegemonía cultural no como noción académica sino como realidad cotidiana. Durante décadas, Israel ha lanzado y perfeccionado su guerra cultural contra los palestinos para borrar la cultura palestina, por un lado, e imponer su propia alternativa cultural, por otro.

Curiosamente, buena parte de lo que Israel califica como cultura israelí es, en realidad, la propia cultura milenaria palestina y árabe; de la comida a la música, de la moda a todo lo demás, la «marca Israel» es esencialmente una marca árabe-palestina robada y re-nombrada.

Pero a diferencia de la guerra militar y política, las guerras culturales a menudo son invisibles y graduales. Cuando, como ocurre en la actualidad, los gobiernos israelíes se dedican a reemplazar los nombres árabes de las calles por denominaciones en hebreo y prohiben la conmemoración de la Nakba -la destrucción de la patria palestina en 1947 y 1948- lo que pretenden es quebrar la unidad de la cultura palestina.

Históricamente los primeros sionistas promovieron la falsa idea de que Palestina era una tierra sin pueblo y que los nativos de esa tierra eran nómadas errantes sin raíces culturales, sin identidad, y por lo tanto, sin aspiraciones políticas colectivas.

Esa propaganda fue esencial para promover la idea de un Estado judío en Palestina. Los supuestos «nómadas» que existieron en Palestina acabaron transformándose en el «problema de los refugiados». Hasta el día de hoy, los sionistas y sus partidarios de la derecha aún fomentan la idea cruel de que los palestinos son un «pueblo inventado».

Así que cuando Rim Banna, Reem Kelani, Mohammed Assaf y muchos otros, junto a poetas, artistas y otros combatientes culturales palestinos celebran las tradiciones, la música y la cultura de su gente, se sitúan a la vanguardia de la lucha contra el violento discurso sionista que desde hace más de un siglo sigue obcecado en la eliminación total de Palestina.

Con su música, Rim combatió los intentos israelíes de desposeer culturalmente al pueblo palestino y humanizó a gentes como Fares, Sarah y muchos otros. Por eso muchos palestinos lloraron de tristeza cuando murió; por lo mismo que millones de personas lloraron de alegría cuando Mohammad Assaf, un refugiado de Gaza, ganó el concurso de Arab Idol en 2013. No era solo porque Mohammad tuviera una voz hermosa y mereciese ganar sino por lo que simbolizaba esa voz tremenda y firme, sus letras y, por supuesto, él mismo: Assaf es un refugiado de Gaza. Su familia fue expulsada de la Palestina histórica durante la violenta campaña sionista de limpieza étnica entre 1947 y 1948. Nació en shattat (la diáspora) y finalmente regresó a Gaza para acabar viviendo bajo un hermético cerco israelí. Rompió ese cerco para participar en el concurso.

Cuando Assaf cantaba, eran millones los que veían maravillados como derribaba hábilmente todos los muros, borraba los puestos de control y abarcaba todas las distancias. De repente, Gaza, Ramala, Nazaret, Haifa estaban unidas de nuevo. Los de la diáspora regresaban. La patria era una.

Rim también nos brindó ese tipo de representación en la que la política y la geografía se reemplazan por un espacio donde la nación palestina se hace cultura compartida, dolor, resistencia, poesía y esperanza.

Rim ha muerto pero la generación de artistas que alimentó pacientemente seguirá cantando y celebrando una cultura y una civilización que no pueden ser domesticadas con armas ni aprisionadas entre muros.

Rim Banna, la voz de Palestina que nunca se podrá silenciar.

 

Fuente: https://www.middleeastmonitor.com/20180402-rim-banna-and-the-cultural-war-that-palestinians-must-win/