Recomiendo:
0

A Steven Gehy

Rosa Parks

Fuentes: Rebelión

Rosita entró en la guagua, dijo buenos días con una voz amable y dulce y se sentó ahí mismo, en el sillón vacío en la sección de negros. El chofer no dijo nada y sólo se limitó a verla por el espejo. Ella le devolvió la mirada con otra sonrisa. Varias paradas más adelante, entraron […]

Rosita entró en la guagua, dijo buenos días con una voz amable y dulce y se sentó ahí mismo, en el sillón vacío en la sección de negros. El chofer no dijo nada y sólo se limitó a verla por el espejo. Ella le devolvió la mirada con otra sonrisa. Varias paradas más adelante, entraron varias personas, entre ellas John Doe quien se paró delante de Rosita y con un tope de rodillas y un Psssh, más un gesto de la cabeza, sacudida hacia la izquierda, le pedía que se parara para que le dejara el asiento. Ella no se movió, levantó la mirada sin mover la cabeza y sintió un aturdimiento parecido al que se vive frente a un edificio muy alto, a dos torres gemelas, que nos parece se nos cae encima por el movimiento de las nubes. No se quería parar porque estuviese cansada, aunque realmente sí, estaba jarta de darle el asiento a otro que llegaba más tarde y con arrogancia. De aquí no me mueven ni con una grúa , pensó, aunque no dijo absolutamente nada. Ella era descendiente de los 4 millones de esclavos que habitaban Estados Unidos en 1861, de las mismas tribus que los haitianos traidos en barcos a cortar caña, a recoger algodón. El grandote de Doe, con su sombrero a lo Humphrey Bogaert, su saco negro sudado y su corbata amarilla y morada, le dió otro rodillazo a Rosita; pero ésta, en vez de pararse, se agarró fuertemente del brazo izquierdo del asiento que daba a la ventanilla. Entonces pensó en el costo de un esclavo para 1850 : $ 1500 dólares.
A pesar del fuerte racismo en la historia de la nación a donde vino a parar Rosita y que la trataba como un ser inferior, ello no impidió que enrolaran 186 mil en el ejército para que murieran 38 mil en la inútil guerra de secesión. A pesar de su categoría de carne de cañon de esta guerra , a ellos le pagaban $7 dólares como salario mensual , mientras que a los blancos le pagaban $13.
El chofer de la guagua estaba inmovilizado, viendo el evento por el retrovisor. Doe, rojo como un camarón, frente a Rosita. Ese jueves 1º de diciembre del 1955, él cubría la ruta de la avenida Cleveland en Montgomery, Alabama. Con su nigue’ to the back seats please pretendía solucionar el conflicto de Doe. Rosita como si no fuera con ella, miraba por la ventanilla un par de perros realengos hacer el amor y se la zafó una sonrisa que Doe interpretó como una burla a su »justificada» demanda. I AM A WHITE MAN ! gritó esta vez. Rosita no se movía, por su mente pasaron los 2,066 negros linchados entre 1882 y 1901, sintió miedo y a la vez vergüenza porque 40 mil de su raza habían participado en las divisiones 92 y 93 del ejército americano en la primera guerra mundial. No sólo que participaron, sino que fueron humillados al ser colocados en la división francesa porque el General americano John Pershing los encontraba hediondos, sucios y de baja categoría.
El chofer sudaba al tiempo que aceleraba la guagua haciendo un ruido desesperante. La guagua no se movía. Rosita sentía que Doe la presionaba con su rodilla y esta vez pensó en los 300 negros linchados entre 1920 y 1927.
John Doe era un contable en una compañía que fabricaba sostenes, enaguas y gorros; pertenecía a la 22cF legión del Ku klux klan; era el miembro número 3,000,008. El respiraba como un toro esta »supremacía» mientras que Rosita rememoraba las veces que su abuelo se levantaba en las noches, fusil en mano, para defender el lar familiar al sentir trotes de caballos cabalgados por jinetes encapuchados.
El chofer había oido hablar de una tal Irene Morgan quien en 1944 se negó a darle su asiento a un hombre blanco, pero eso ocurrió en las guaguas de la Greyhound. Se levantó y dijo de una voz fuerte, Oiga señora, el hecho de que se haya aceptado a Robinson en las mayores no cambia nada aqui en las guaguas. Luego dijo GaDdemi, pero entre los dientes. Otro negro desde la cocina voceó, dime ogro si el million de hermanos en el ejército para la segunda guerra era transportado en los asientos de atrás de los aviones. La risa en coro desde la parte trasera de la guagua no se hizo esperar; pero Rosita seguía inmóvil. Tampoco Irene Morgan fue la pionera de esta desobediencia ya que un joven nombrado Homer Plessy allá por el 1892, cuando ya casi no quedaban indios, se negó a ceder su asiento en un tren de pasajeros. Ello originó la primera ley de segregación, la ley de Jim Crows,separados pero iguales, es decir juntos pero no reburujaos.
El chofer se dio cuenta que no iba a poder sacar a Rosita por la fuerza, eso ya lo sabía Doe hace rato porque sus cobardes empujones de rodilla, no se veían desde atrás donde habían unos 10 hombres negros de la talla de Sony Liston .
El chofer optó por pisar el freno de emergencia, apagar la guagua y salir envuelto en una cólera de # ♀☼►◄‼◄↕ con algún rayo y centella y hasta una calaberita. Fue directo hasta la estación de policía, a pie, a paso de Frankenstein, botando humos por las orejas.
Llegaron dos policías que sacaron a Rosita. Esta rebeldía le costó 14 dólares de multa y a la compañía de guaguas 381 días de boycot por parte de su clientela negra que era el 75 %. Rosita perdió su trabajo y se tuvo que mudar a Detroit a donde cargó con sus trastes y corotos, a pesar de que se había decretado le ley antisegregacional.
¿ Se eliminó el racismo con esa ley ? ,¿se eliminó con la inclusión de Robinson, de Campanella, de Mays, de Aaron, en la pelota , con los negros al basquet, con los negros al futbol?, ¿ se eliminó con la participación de nuevo de los negros en la guerra , esta vez de Viet- Nam y a pesar del rechazo de Ali el boxeador ?, ¿renunciaron al racismo todos aquellos estudiantes que le lanzaron tomates podridos , huevos hueros a Elizabeth Eckfort en el liceo Little Rock ?, ¿renunciaron a esta odiosa ideología sus descendientes ?, ¿oyeron los negros la voz de MalcomX, la de Mohamed Ali, la de los Black Powers, la de Angela Davis?, la aplicación de la pena de muerte, ¿no será la continuación de esa satisfacción enajenada de la vieja práctica de linchamiento?, la presencia de Collin Power y Condoleezza Rice en las altas instacias ¿no será parte de esa política del token negro para seguir manipulando una parte importante de la población?
Cuando Lyndon B. Johnson recibió al Dr. King, el defensor de Rosita y promotor del boycot a las guaguas, se reía a carcajada, brindaba por el triunfo que suponía recibir apoyo a su partido por los negros que ahora habían sido declarado gente con sus derechos, no sólo a sentarse en la parte delantera en las guaguas, ir a los estadios de pelota, ir a las universidades, sino a votar y a consumir . Martin Luther King también se reía, Dios ha hecho el trabajo, repetía. Poco después King su sumó a las víctimas del racismo. Los negros siguieron votando, enrolándose en el ejército, y cantando sus aleluyas, mientras que el fantasma de Rosita flota en los escombros de Nueva Orleans.