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Salvar el proceso, no la manifestación

Fuentes: Gara

Cualquier persona que comparta la idea o el compromiso de que es necesario desarrollar un diálogo y un proceso político resolutivo que dé una salida real al conflicto y que, a su vez, construya un escenario de paz justa, estable y duradera en Euskal Herria, debería poder tener, al menos, el derecho de asistir a […]

Cualquier persona que comparta la idea o el compromiso de que es necesario desarrollar un diálogo y un proceso político resolutivo que dé una salida real al conflicto y que, a su vez, construya un escenario de paz justa, estable y duradera en Euskal Herria, debería poder tener, al menos, el derecho de asistir a un acto cuyo lema era «por la paz y el diálogo». Especialmente cuando esa manifestación es convocada por un lehendakari (elegido, debiera recordarlo, gracias a dos votos de la izquierda abertzale) al que, como mínimo, debería suponérsele que busca representar al conjunto de la ciudadanía. Parecía lógico pensar, asimismo, que esa convocatoria, con su lema inicial, iba dirigida a la sociedad y que, como sería de sentido común, buscaba la participación del mayor número de asistentes para reforzar lo que decía defender y recabar la mayor adhesión para conseguir tan loable objetivo. Y debería haber podido buscar todo ello sin permitir injerencias partidistas que exijieran derechos de admisión. Pero quizás estemos pecando de ingenuidad. Porque todos esos supuestos chocan hoy, y aquí, con la más absoluta falta del interés común que, en buena lógica, podía reflejar el lema inicial de la cita, y que exige el delicado momento político que atravesamos. La jornada de ayer fue pródiga en situaciones y declaraciones surrealistas y un buen ejemplo a no seguir. No es de recibo pretender regular la libertad de expresión y los derechos políticos de los ciudadanos, y eso es lo que, finalmente, ha vuelto a ocurrir.

Todo esto abre más interrogantes que respuestas. ¿Cuál era el objetivo real, desde su inicio, de esa manifestación? ¿Buscaba aunar, o dividir? ¿A quién convocaba, exactamente, el Gobierno de Lakua? ¿Es que marginando y vetando puede buscarse la paz y pretender lanzar un mensaje a favor de un proceso de resolución dialogado y negociado, que debe desarrollarse lógicamente en ausencia de todo tipo de violencia? ¿En qué posición queda ahora Juan José Ibarretxe?

No parecen éstos los contenidos ni las formas para abordar lo realmente urgente, que no es, desde luego, salvar esta manifestación, sino el proceso. Para dotarlo de bases sólidas hay que ser capaces de trabajar entre todos los agentes y con mucha más seriedad que la demostrada. Esa labor no puede hacerse desde la exclusión de una parte significativa de esta sociedad.