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Samba 3106, la verdadera «Marca España» (II)

Fuentes: Rebelión

Es un día frío y soleado de invierno. Los independentistas ganan las elecciones en Catalunya con una holgada mayoría, las fiestas navideñas se antojan alborotadas en un debate agotado de antemano. Mientras tanto, hace ya seis años que Samba Martine murió en el Hospital madrileño 12 de Octubre. La memoria es selectiva y, entre tanta […]

Es un día frío y soleado de invierno. Los independentistas ganan las elecciones en Catalunya con una holgada mayoría, las fiestas navideñas se antojan alborotadas en un debate agotado de antemano. Mientras tanto, hace ya seis años que Samba Martine murió en el Hospital madrileño 12 de Octubre. La memoria es selectiva y, entre tanta información, resulta difícil consagrar un hueco de nuestra maltratada memoria a uno de los rostros de los exiliados del neoliberalismo. Ya lo sabíamos :hay vidas que importan y otras que no importan tanto. La suya por algún azar cayó en el segundo saco. El Estado Español es el responsable último.

Samba Martine nació en 1977 en la República Democrática del Congo, antigua colonia belga. Si utilizamos uno de los marcadores que elaboró la ONU para medir el desarrollo humano de un país, el IDH, el país ocupa el puesto 176 con un Índice de Desarrollo Humano considerado bajo: 0,435. Es por eso que Samba Martine es un ejemplo de exiliada del neoliberalismo: se mueve por razones económicas. Ella tiene nombre y apellidos, además de un número, pero eso lo debemos a una desgracia, al escándalo que provocó su muerte.

En 2011 cruzó la frontera y llegó a Melilla, donde ingresó en el famoso CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes). Como el CETI está frecuentemente sobreocupado, fue trasladada a un CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros), esta vez en Aluche (Madrid). Allí le dieron un número de interna: el 3106. Samba Martine tenía VIH. No es de extrañar, dado que en la travesía las mujeres que emigran están expuestas a violaciones. Fue una de las causas de su muerte; también la indiferencia. La indiferencia absoluta hacia un sufrimiento que, hasta que no se hace evidente y molesto, no desencadena una reacción. Una reacción que ya llega demasiado tarde. Una indiferencia generalizada que nos hace valorar las vidas en función no de sus orígenes, como se nos pretende hacer creer, sino por su clase social.

El caso de Samba fue llevado a juicio. A día de hoy, dos de los tres imputados están desaparecidos. La repercusión del caso mostró a las y los ciudadanos del Estado Español, que no todas y todos lo son. Que no somos iguales. Que hay gente que por ser pobre y extranjera no disfrutará ni de los mismos derechos, ni de las mismas libertades, ni de los mismos privilegios. No disfrutará, de hecho, ni de una asistencia sanitaria básica, tal y como se estipula en la Declaración de Derechos Humanos que en su día firmó el Estado Español. El caso de Samba Martine nos enseñó esa otra realidad de la que no hablamos por conservarnos la conciencia limpia, porque pareciera que no somos capaces de atrocidad alguna. Nos enseñó que hay gente que es internada como si fuera delincuente porque atravesó una frontera en busca de un trabajo esclavo y clandestino que Europa demanda.

Pero la memoria es más fuerte que cualquier otra cosa. La imagen de Samba está con nosotras. Su rostro es solo uno de tantos, pero es un rostro con un nombre, un apellido, un número: el 3106. Por suerte, las hay que tienen el número 1. El número 1 por ganar competiciones escolares. Y se suben al púlpito y levantan la copa con orgullo. Son hijas de alguna otra Samba que sí sobrevivió. Son el espíritu de Samba, luchando en esta vieja Europa, en esta España de mil demonios. Mientras tanto, su madre sigue esperando justicia.

Nativa o extranjera, la misma clase obrera.

Por el cierre de todos los CIEs en el Estado Español.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.