POSADA mató a mi papá», afirma Rosalba Alvarez García al recordar cómo el cadáver de su padre, Ramón Antonio Alvarez, fue descubierto el 2 de junio de 1972 en el Parque Washington, de Caracas, unos días después de haber sido detenido por Luis Posada Carriles, el siniestro «Comisario Basilio» de la policía secreta venezolana DISIP. […]
POSADA mató a mi papá», afirma Rosalba Alvarez García al recordar cómo el cadáver de su padre, Ramón Antonio Alvarez, fue descubierto el 2 de junio de 1972 en el Parque Washington, de Caracas, unos días después de haber sido detenido por Luis Posada Carriles, el siniestro «Comisario Basilio» de la policía secreta venezolana DISIP.
«Yo no conocí a mi padre…», dice la abogada cubana de padre venezolano. «Lo matan cuando tengo dos años y medio. Yo no he tenido el privilegio de que me arrullara…».
Posada Carriles fue asesor de la DIGEPOL y luego jefe de Operaciones de ese mismo órgano represivo convertido en DISIP, desde 1967 hasta 1974. Posada Carriles, vinculado a la CIA desde 1960, entrenado en las técnicas de tortura y de represión, fue enviado a Venezuela por la Agencia Central de Inteligencia norteamericana.
«Las circunstancias exactas de la muerte de mi padre solamente las sabe Posada, que dirigió la operación para su eliminación», cuenta Rosalba. «Posada era quien dirigía… Le asignaron el caso…»
«En ese libro que se le atribuye autoría, Los Caminos del Guerrero, él terrorista confiesa que está asignado a este caso. Ahí, hizo un montaje fílmico, periodístico, con evidencias policiales alrededor. Detalla los seguimientos, la forma en que arregló el caso porque fue entrenado para eso, fue entrenado para cazar, para asesinar.»
«¡SE PUEDEN VER LOS DEDOS ENSANGRENTADOS!»
«El cuerpo de mi padre apareció en el Parque Washington, en un carro, junto al de otro compañero, Rafael Botini Marín. Las fotos de los cuerpos se publicaron en todos los periódicos en esos días».
«No quisieron entregar los cuerpos a los familiares», explica Rosalba. Pero la familia, a fuerza de protestas y de insistencia, logró revertir la decisión de las autoridades judiciales. «No tuvieron más remedio…»
«Tuvieron que darle el cuerpo a mi familia y por eso se pudo ver… Cuando mi abuela lo recibió, lo vio mutilado…»
El cadáver tenía evidentes muestras de mutilaciones y de torturas. «Eran evidentes. Y el cuento que Posada hace en su libro no tiene nada que ver con las fotos que él mismo propició… ¡Hasta en esas fotos que salieron en la prensa se pueden ver los dedos ensangrentados!»
«Mi padre fue un revolucionario»
Ramón Antonio Alvarez nació el 25 de noviembre de 1943 en el estado Falcón, al Noroeste de Venezuela. «Mi papá conoció desde esa temprana edad la miseria, la explotación y la discriminación del indio y todas esas cuestiones por las que él luchó siempre durante su trayectoria política».
«A los trece años va hacia Caracas, donde vivía mi abuela, Carmen Guadalupe (todos la conocían por la Doña) y se inserta en todas esas inquietudes de la situación que estaba viviendo, en todos esos movimientos, despuntando siempre como una persona capaz, objetiva e inteligente… Eso es lo que me han contado…»
«Mi padre fue un revolucionario, un luchador, un hombre de principios y lo que quería era lo mejor para su pueblo. Estaba ligado a todas las causas justas de su época, de la época tan convulsa que le tocó vivir».
Luis Posada Carriles confiesa en estos terminos su participación en los abusos y maltratos sufridos por los huéspedes del sótano de la DISIP en su libro, publicado en Miami, en 1994: «La policía, cuya fuerza principal estaba en los delatores, detenía, allanaba e interrogaba utilizando los métodos más duros de persuasión», escribió cínicamente, y añadió: «Yo los perseguí fuerte, muy fuerte; mucha, mucha gente resultó asesinada».
LAS VICTIMAS DE POSADA SE UNEN
Jesús Marrero, economista venezolano que fue, personalmente, víctima y testigo de esas atrocidades, explica cómo fue secuestrado por Posada durante los meses de junio y julio del 73: «Casi todas las noches nos torturaban con electricidad, nos metían en un tanque metálico y daban golpes para aturdirnos, nos amarraban en una cama metálica sin colchón y nos metían palos por los oídos y casi nos los reventaron».
Por otra parte, un ex funcionario de la Policía Política de Venezuela (DISIP), Régulo Calzadilla, autor del libro Verdades Emergentes (Cuartel San Carlos), aseguró que durante su estancia en el cuerpo represivo, donde ocupó un alto cargo, Posada «asesinaba a sangre fría, con una sonrisa en los labios». Reveló que tuvo conocimiento de que el guerrillero Rafael Botini Marín, el compañero de lucha de Ramón Antonio Alvarez, fue asesinado por órdenes de Posada.
El Gobierno de Venezuela reclama la extradición de Posada, hoy «procesado» en El Paso, Texas, por los fiscales supuestamente antiterroristas del Departamento de Justicia de Estados Unidos.
«Su misiOn era lograr un mundo mejor»
El padre de Rosalba era Comandante de Punto Cero, organización revolucionaria venezolana. «Su misión era lograr un mundo mejor», confirma Rosalba.
«La tarja que el pueblo hizo ahí para recordar a mi padre, la destruyeron hace unos años porque quieren borrar la memoria del pueblo venezolano…, pero las generaciones de venezolanos tienen que conocer a sus mártires y no pueden permitir la tergiversación de su honor y de su dignidad.»
«Muchos años después de la muerte de mi padre, en 1996, yo fui a su tumba…», recuerda Rosalba.
«Los problemas de salud de mi abuela hicieron que tuviera que viajar de nuevo a Venezuela y aproveché para iniciar una investigación durante mi estancia. Logré obtener algunos documentos y fotos que salieron en la prensa.»
La madre de Rosalba, Rosa García Artilde, murió en el 2000. En los últimos momentos de su vida recordó a su hija que tenía que esclarecer las circunstancias de la muerte de su padre y pedir justicia.
«Por favor, solicita esa justicia», decía, recuerda Rosalba Alvarez.
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