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Se va el policía bueno. ¿Notaremos su ausencia?

Fuentes: La Haine

Sale de escena Thomas Shannon, el policía bueno del régimen, e irrumpe, ofreciendo porrazos, el policía malo: Rex Tillerson

La película gringa se repite hasta la saciedad, pero la gente sigue viéndola. No hay alternativa. La diplomacia estadounidense ha seguido por muchos años el guion de la Doctrina Roosevelt: «Habla suavemente, pero lleva contigo un gran garrote, y así llegarás lejos». Esta manera de hacer política exterior tiene más de un siglo y se aplica por igual en gobiernos republicanos y demócratas.

A veces es un mismo personaje el que habla suave y da garrotazos o amenaza con darlos. En la mayor parte de los casos, sin embargo, el Imperio utiliza la técnica de tener un funcionario blando y uno duro. El viejo truco del policía malo y el policía bueno.

Entre los «policías» capaces de hacer los dos papeles hay que recordar el reciente caso de Hillary Clinton, con su fama de demócrata liberal (eso que algunos se atreven a llamar «izquierda» en EEUU) cometió toda clase de tropelías y hasta se permitió hacer mofa del magnicidio de Muamar Gadafi, perpetrado por sus fuerzas militares y mercenarias.

El supuesto apaciguador

En lo que respecta a América Latina, durante varios gobiernos, el papel de buena gente lo hizo Shannon, diplomático de carrera que tuvo a su cargo las operaciones políticas para acercarse a los gobiernos populares de la región, esos que no fueron o no han sido obsecuentes con las políticas imperiales. A los analistas de la derecha les gusta decir que Shannon se encargó del «apaciguamiento» de Hugo Chávez. No es una expresión gratuita, sino que hace referencia a los esfuerzos que hicieron algunos países de Europa (el appeasement) por controlar a Hitler, haciéndole concesiones, a sabiendas de que era un demente.

Más recientemente, se le ha acusado de servir de apoyo al gobierno de Maduro. El episodio que más insultos le ganó, sobre todo en Miami y sus alrededores, fue la reunión que sostuvo en Haití con Diosdado Cabello en 2015.

Como le ha pasado a otros muchos personajes (con el expresidente Jimmy Carter como emblema), este rol de gringo chévere le valió a Shannon el desprecio eterno de una parte de la oposición venezolana, que lo considera «un aliado del régimen». Así lo dijo, de manera expresa, el agente mediático opositor Alberto Federico Ravell, mediante un mensaje de Twitter, al conocerse su retiro.

El sector radical siempre ha preferido a los «policías malos» y por eso andan doblemente de plácemes. En primer lugar, están contentos con la iniciativa del secretario de Estado Tillerson, que ha iniciado su gira latinoamericana con la desembozada propuesta de un golpe militar en Venezuela. Otro motivo de su alegría es el retiro que acaba de anunciar Shannon de su cargo como subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, considerado como el tercero en la jerarquía de la política exterior estadounidense. Creen los fanáticos del Big Stick que el mutis de Shannon marca el fin de la era de apaciguamiento, lo que implicaría que «ahora sí Washington viene con todo».

Un bueno «malote»

En rigor, al menos en los últimos tiempos, el buen Shannon se había tornado medio malote. De hecho, en una de sus más recientes acciones respecto a Venezuela, fue el encargado de ordenar a la vieja Europa que aplicara sanciones al país para cooperar con el plan de estrangulamiento que adelanta EE.UU. con sus compinches latinoamericanos. Al parecer, en su gira europea, Shannon no habló suave, sino que sacó a relucir el gran garrote, porque las medidas se acordaron de inmediato.

A pesar de esa especie de canto de cisne del lado de los duros, Shannon deja un balance en el que predomina la suavidad sobre los garrotazos. Reuters calificó la renuncia de Shannon como «un nuevo golpe a la diplomacia desde que Donald Trump asumió la presidencia hace un año». De acuerdo con el análisis de la agencia de noticias británica, Shannon era una pieza importante para las negociaciones destinadas a controlar la amenaza nuclear de Corea del Norte. Da a entender que en manos no diplomáticas (como Tillerson y compañía) las aguas podrían salirse de madre.

¿Cambiará algo con Venezuela?

Cuando se anunció su retiro, no solo Ravell salió a tirar cohetes. Estallaron las redes en mensajes que apuntaban en el mismo sentido: el fin de una etapa de supuestas negociaciones y línea blanda.

Del lado gubernamental, esas expresiones de júbilo generaron hasta algunas risas. En primer lugar porque se basan en la idea de que hasta ahora EE.UU. ha sido muy suave con Venezuela, una tesis obviamente contrariada por los hechos, desde el inicio del gobierno del comandante Hugo Chávez, en 1999, hasta el sol de este día.

Por otra parte, en el gobierno del presidente Maduro (que tuvo una larga experiencia en la Cancillería) existe la convicción de que los momentos de distensión propiciados por Shannon no fueron cosa suya, sino decisiones muy claras de los secretarios de Estado y los presidentes del momento. «Es una tontería pensar que Shannon actuaba por su cuenta y que, en consecuencia, con su retiro se impone la línea dura -dijo una fuente de Relaciones Exteriores-. En la política de EEUU mandan las corporaciones, y eso lo hemos tenido claro siempre, con Shannon y sin Shannon».

En la Casa Amarilla afirman que, adicionalmente, el papel conciliador de Shannon había dejado de sentirse hace ya bastante tiempo, razón por la cual su ausencia del Departamento de Estado ni siquiera se va a notar. Para decirlo en términos de la película repetida: «hace tiempo que solo nos entendemos con el policía malo».

Texto completo en: http://www.lahaine.org/eeuu-se-va-el-policia