Siniestra casualidad. Mientras Estados Unidos promociona a través de su red mediática su lista anual de países «patrocinadores del terrorismo», en Chile se desclasifican los archivos de la DINA, la gestapo de Pinochet, donde se confirma la presencia en Chile, en los años del Plan Condor, de sicarios y terroristas cubanoamericanos formados por la CIA […]
Siniestra casualidad. Mientras Estados Unidos promociona a través de su red mediática su lista anual de países «patrocinadores del terrorismo», en Chile se desclasifican los archivos de la DINA, la gestapo de Pinochet, donde se confirma la presencia en Chile, en los años del Plan Condor, de sicarios y terroristas cubanoamericanos formados por la CIA y «facilitados» a la dictadura chilena para sus operaciones más sucias.
Los nuevos elementos que documentan esta colaboración mortífera surgen con la publicación de un intercambio de comunicaciones entre la fiscalía norteamericana, el FBI y altos cargos de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) durante el año 1977.
Joya de estos archivos de la DINA, el telex dirigido a la cancillería chilena
por Eugene Propper, el fiscal que investigó la muerte del excanciller Orlando Letelier en Washington, solicita información sobre la entrada o salida de Chile de Guillermo Novo, Orlando Bosch y Alvin Ross Díaz.
Está hoy documentado que Guillermo Novo Sampoll – este mismo terrorista que fue encarcelado con Luis Posada Carriles en Panamá en el 2000 – había sido contratado por la DINA, con Ross Díaz junto a otros dos asesinos cubanoamericanos, José Dionisio Suárez y Virgilio Paz, para matar a Letelier.
El excanciller fue asesinado el 21 de septiembre de 1976 en el barrio diplomático de la capital estadounidense, con su colaboradora Ronni Moffit,
El ministro de Relaciones Exteriores, Patricio Carvajal, pidió entonces al jefe de la DINA, Manuel Contreras, que busque la fecha de entrada y de salida de Chile de Novo, Bosch y Ross-Díaz.
En respuesta, la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA), la policía secreta del régimen pinochetista, remitió un informe con datos no solo sobre Novo y Bosch sino sobre otros dos matones cubanoamericanos presentes en Chile, José Dionisio Suárez y Rolando Otero Hernández.
En un proceso judicial adaptado a los terroristas del imperio, los «anticastristas» fueron más tarde sentenciados a penas de prisión… que luego se disolvieron por la magia de los poderes ocultos de la inteligencia imperial. Gracias a jueces cómplices en el caso de Novo y Ross… y del propio presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, en el caso de Suárez y Paz.
LA CIA/CORU AL SERVICIO DE LA OPERACIÓN CONDOR
El 11 de junio de 1976, en Bonao, República Dominicana, Orlando Bosch Avila, creó – bajo orientaciones precisas de la CIA y en un entorno proveído por la agencia – la Coordinadora de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU) que reunió los elementos más peligrosos del terrorismo cubanoamericano de aquella época, empezando por individuos tales como Luis Posada Carriles, agente de la CIA entonces oficial de la DISIP – la policía secreta venezolana.
El general chileno Manuel Contreras, exjefe de la DINA, reveló hace unos años que en Bonao, estaba presente su agente Michael Townley, personaje clave del atentado contra Letelier. Pronto, la CORU se asociará a la Operación Cóndor promovida por Pinochet, y convendrá acuerdos secretos con la DINA chilena.
Posada vinculará los servicios especiales venezolanos a las acciones terroristas de la Operación Cóndor. Según el afamado autor cubano José Luis Méndez Méndez, «el recluta a Otero Hernández, quien había colocado bombas contra intereses norteamericanos en Florida y se había refugiado en Venezuela y lo envía a Chile para penetrar y conocer los planes que estaba desarrollando la DINA».
Se sabe que en Chile, Otero Hernández se vinculó con el oficial DINA Michael Townley,
Townley es ahora un protegido de la ley norteamericana, bajo el programa de protección de testigos, y vive tranquilamente en la ciudad de Miami, santuario del terrorismo continental.
BOSCH EN CHILE DURANTE MESES
El documento especifica que Orlando Bosch entró a Chile el 3 de diciembre de 1974 con el nombre de Pedro Antonio Peña, con nacionalidad dominicana, y se quedó hasta agosto del año siguiente.
Entró junto a Novo Sampoll que viajaba bajo su propio nombre y con pasaporte norteamericano legitimo.
Bosch regresó a Chile en diciembre de ese año, en esa ocasión con pasaporte chileno con nombre falso, prueba material de la estrecha colaboración de Chile con el jefe de la CORU.
Bosch, fallecido en 2011 en Miami, ordenó y orientó con Luis Posada Carriles, el atentado de 1976 contra un avión civil cubano en el que fallecieron 73 personas. «La Operación Cóndor y la CORU actúan en alianza cuando el 21 de septiembre de 1976 es asesinado Letelier y el 6 de octubre estalla en pleno vuelo el avión de Cubana, a menos de 15 días de diferencia», subraya Méndez, autor de Las Alas del Condor.
LA DINA SATISFECHA
Según los documentos desclasificados, tanto en el caso de Novo Sampoll como de José Dionisio Suárez, la DINA aseguró irónicamente que no existían «antecedentes negativos» sobre su estancia en Chile.
Lo mismo opinaba la DINA de Rolando Otero Hernández.
En otro documento, el entonces director del FBI, Clarence M. Kelley, agradece al jefe de la DINA «sus esfuerzos por facilitar el arresto de Rolando Otero Hernández», a quien califica de «fugitivo de la justicia americana»…
Especialistas atribuyen a Otero Hernández, el atentado «nunca explicado» que provocó la muerte de 29 personas en el Aeropuerto Internacional La Guardia, en Nueva York, el 29 de diciembre de 1975. Cuando el FBI ya sabía de la responsabilidad del terrorista en atentados ocurridos apenas 28 días antes en Miami contra edificios federales, incluyendo las oficinas del FBI.
En julio de 1980, el candidato presidencial Ronald Reagan, en una conversación con el periodista Brian Crozier, expresó que era «bueno que botaron a Letelier fuera…». En el momento del asesinato de Letelier, el candidato a la vicepresidencia de Reagan, George HW Bush, era el director de la CIA.
Todos los sobrevivientes de esta colaboración entre la CORU, una criatura de la CIA, y la DINA, viven hoy tranquilamente en Miami. Sin problema alguno. Bajo la protección del Estado norteamericano, con muchos otros terroristas, asesinos, torturadores, mercenarios que vendieron sus servicios a su patria imperial.
La que inscribe en su «lista» de patrocinadores del terror a los países que rechazan su poder hegemónico y que se niegan a arrodillarse ante su voluntad de dominar.