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Silencio sobre Bahréin

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Traducido por Rocío Anguiano

Las imágenes en Al-Yazira se repiten y el mundo árabe parece estar en suspenso, dudando entre revolución y contrarrevolución. Decenas de miles de manifestantes en Yemen, hombres y mujeres, muchas de ellas ataviadas con el burka, reclaman la salida del presidente y la instauración de la democracia. En Siria, el fuego estalla aquí y allá y es como si el régimen solo fuera capaz de responder con una represión brutal. En Egipto, Mubarak y sus dos hijos han sido arrestados e interrogados por la policía y el expresidente ha sido hospitalizado tras sufrir una crisis cardiaca; la investigación prueba al menos que no han parado al movimiento y que este, poco a poco, consigue imponer algunos cambios. En Libia, se ha establecido una especie de equilibrio entre las fuerzas del coronel Gadafi y las de los rebeldes. Estas incertidumbres no deben esconder lo esencial: el movimiento que desencadenaron los tunecinos se extiende a todos los países árabes ‒en los Emiratos Árabes Unidos incluso se ha detenido a algunos blogueros‒ y cambiará profundamente la región, aunque las potencias occidentales no lleguen a asimilar lo que ha pasado (léase Marwan Bishara, «It’s Arab ant it’a persojal» Al-Yazira, 12 de abril). Nosotros tampoco, sin duda, ya que este terremoto ha sacudido todos los paradigmas que sustentaban nuestra compresión de la zona.

En estas circunstancias, puede parecer extraño, y especialmente desde Ramallah, que se escriban algunas líneas sobre un pequeño emirato que no suele ser noticia y sobre el que los líderes occidentales, tan diligentes para denunciar las represiones, parecen no tener palabras. Sin embargo, en él la contrarrevolución avanza con brutalidad, librando una guerra confesional. Las autoridades de Bahréin han confirmado que Karim Fakhrawi murió mientras permanecía detenido: era un hombre de negocios, miembro de la organización Al-Wefaq, que contaba con 18 escaños de los 40 del Parlamento elegido («Bahrain opposition figure ‘dies in custody'», Al-Yazira English, 12 de abril). Es difícil saber lo que está pasando, ya que las autoridades guardan un gran silencio y las detenciones arbitrarias se multiplican: se calcula en varios centenares, incluso en unas mil, el número de personas encarceladas y al menos cuatro de ellas han muerto, sin duda a causa de la tortura ‒práctica habitual en el emirato desde los años setenta, cuando la policía local estaba bajo el mando de consejeros británicos-. Los informes de Human Rights Watch o algunos artículos de prensa como el aparecido en el The New York Times de 12 de abril, arrojan sin embargo una luz inquietante sobre lo que está pasando: Clifford Krauss («Hospital Is Drawn Into Bahrain Strife») donde se relata cómo las autoridades detienen a médicos, entran en el hospital, confiscan los informes médicos de la gente que ha sido atendida tras la represión… En cambio, Al-Yazira se mantiene en un segundo plano, atrapada en las relaciones complejas entre Qatar y Arabia Saudí.

No debemos olvidar que el reino está dirigido por una dinastía suní mientras que la mayoría de la población es chií.

La campaña de represión y la intervención de las tropas saudíes y del Golfo han puesto fin a cualquier proyecto de diálogo nacional. Para las autoridades, la mayoría de la población chií es sospechosa y se la acusa de colaborar con Teherán.

En una entrevista concedida al diario Al-Sharq Al-Awsat el 20 de marzo, Cheikh Abdalatif Al-Mahmoud, líder de Rassemblement de l’unité nationale (Agrupación de la Unidad Nacional), cuyo nombre es bastante engañoso, ya que solo representa a una parte de los suníes, afirma que los chiíes tenían un plan para hacerse con el poder y organizar un golpe de Estado. Divide a los chiíes de Bahréin en tres categorías: los que cooperan con Irán, los que esperan el resultado de la confrontación y los que apoyan al régimen. Afirma que estos últimos representan el 20% de los chiíes una forma de admitir que la mayoría de la población del reino se opone al régimen-. Rara vez se ha visto a alguien acusar a la mayoría de su propio pueblo de ser agentes del extranjero (no sé si fue el carácter escandaloso de esas declaraciones lo que llevó al periódico a no traducir esta entrevista en su sitio web en inglés).

La situación en Bahréin es complicada y la dimensión confesional no puede dejarse a un lado, pero el movimiento que se inició en febrero pedía una constitución democrática y la transformación de la monarquía en monarquía constitucional. Muchos suníes participaron en las concentraciones. Para conocer los detalles de este movimiento y también los cálculos de unos y otros es conveniente leer el informe del International Crisis Group, «The Bahrein Revolt», de 6 de abril de 2011.

Son justamente los elementos más reaccionarios de la familia real quienes no solo han utilizado la violencia matando a los manifestantes, sino que además han avivado el carácter confesional del conflicto. La brutalidad de las fuerzas del orden, todas suníes, integradas a menudo por extranjeros naturalizados por la única razón de ser suníes, se incrementó todavía más con la entrada de las tropas saudíes bajo la bandera del «Escudo de la Península», la organización común de defensa del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), compuesta por Arabia Saudí, Bahréin, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Omán. Pero esta solo interviene en caso de que exista una amenaza exterior, lo que evidentemente no sucedía en Bahréin, aunque el CCG denunciara a Irán.

Los efectivos totales de las fuerzas bajo mando integrado se elevan a 40.000 hombres y disponen de una base permanente en Hafar Al-Batin (Arabia Saudí). De hecho, las operaciones las dirige Riad y desde la intervención han surgido tensiones en el seno del CCG y así Qatar lamenta que solo sea haya puesto en marcha la represión cuando sería necesario relanzar las tentativas de dialogo nacional. Para Riad, la instauración de un régimen democrático en sus fronteras (la isla está unida a Arabia por un puente de 26 km.) resulta inaceptable y más si se tiene en cuenta que Bahréin limita con la provincia este del reino, donde se concentran los recursos petroleros y la minoría chií saudí.

Es ilustrativa la entrevista al comandante en jefe de «Escudo de la Península» en Al-Sharq Al-Awsat, el 27 de marzo (traducida al inglés el 28 de marzo en el sitio web del periódico, «A talk with Peninsula Shield force commander Mutlaq Bin Salem al-Azima»). La complacencia de las preguntas está hecha a la medida de la línea editorial del periódico sobre la política saudí (léase Mohammed El-Oifi, «Voyage au cœur des quotidiens panarabes», Le Monde diplomatique, diciembre de 2006) El comandante en jefe afirma que la fuerza que ha intervenido en Bahréin representa el 10% de los efectivos de las fuerzas de «Escudo de la Península», o sea 4.000 hombres (y no 1.500 como había publicado la prensa).

Bahréin es la sede de la Quinta Flota de EE.UU. y del mando NAVCENT del Centcom; además ofrece a los aviones estadounidenses una base (en Issa) así como el uso del aeropuerto internacional. La base contribuye en un 1% al PNB del reino y Washintong ha decidido invertir más de quinientos millones de dolares desde ahora a 2015 para duplicar su capacidad (léase Alexander Cooley y Daniel H. Nexon, «Bahrein’s Base Politics. The Arab Spring and America’s Military Bases«, Foreign Affairs, 5 de abril).

Aunque inicialmente Estados Unidos se mostró reticente a la entrada de las tropas saudíes, después se sumó a la teoría de las injerencias iraníes, que servirían para justificar la política de la familia real. La visita del Secretario de Defensa de EEUU Robert Gates el 6 de abril a Riad confirmó esta rectificación.

Aunque es probable que existan injerencias iraníes (y también saudíes, estadounidenses, etc.) y aunque las autoridades de Teherán hayan condenado con contundencia la intervención saudí, donde las reacciones han sido más fuertes es en Irak, ya que los chiíes iraquíes y bahreiníes están muy unidos y las relaciones entre Bagdag y Riad son muy tensas.

El resultado será sin duda la agravación de las tensiones entre chiíes y suníes, una forma de desviar las revoluciones árabes de su objetivo democrático. La petición de los países del CCG de aplazar la cumbre árabe, que debía haberse reunido a finales de marzo en Bagdad, es una prueba más de ello.

Fuente: http://blog.mondediplo.net/2011-04-13-Silence-sur-Bahrein

rCR