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Siria, la primavera que no llega

Fuentes: Rebelión

Regentando un Kebab en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera de nuestro estado, encontramos a Madhat dispuesto a contarnos, al menos, parte de lo que ocurre en su país, Siria. Es un hombre apasionado y como tal vive con furia desde la distancia, las noticias que le llegan de la guerra. Madhat no es […]

Regentando un Kebab en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera de nuestro estado, encontramos a Madhat dispuesto a contarnos, al menos, parte de lo que ocurre en su país, Siria. Es un hombre apasionado y como tal vive con furia desde la distancia, las noticias que le llegan de la guerra. Madhat no es un hombre que se esconda; Damasco es el nombre de su establecimiento. Pero no será allí donde tenga lugar nuestra entrevista sino en la terraza de un restaurante turco no muy lejos del suyo y que elige para tomar café. «Fuera mejor que se puede fumar» apunta un anciano, sirio también y amigo de nuestro compañero, que ha decidido acompañarnos. Madhat le regaña por no olvidar el vicio ni aún estando enfermo; «Díselo tú» me dice,»dile que no fume» pero los fumadores como yo tenemos pocos argumentos. El anciano no quiere dar su nombre ni tampoco que le grabemos la voz, de modo que acordamos que este primer encuentro servirá sólo para tomar notas. Lo hacemos con disimulo por petición de los compañeros y desviando la conversación hacia las posibilidades de los equipos españoles en la Champions League, cada vez que un camarero se acerca. Son gente que recela de ser escuchados por oídos extraños, pues sus familias siguen viviendo allí, en una guerra represiva que dura ya 2 años. Sin embargo no han dudado un instante en hablar con nosotros desde el mismo momento en que se lo hemos propuesto. Luego, ya por la tarde, grabaremos a solas con Madhat. 

El anciano empieza por el principio haciendo una cronología. En 1970 Hafez Al-Assad, padre del actual dirigente del país Bashar Al-Assad, llega al poder mediante un golpe de estado. Apoyándose en el ejército crea un régimen militar dominado por la «secta» alauita que apenas representa un 5% de la población siria. Este clan religioso minoritario se asienta colocando a sus familiares en los cargos de mayor poder. Así, «el hermano dirige las fuerzas especiales, el cuñado los servicios secretos y otro hermano del presidente sirio toma cargo del ministerio de defensa.» El gobierno funciona de manera corrupta con el soborno como moneda de cambio constituyendo un régimen político que detenta el control militar, económico y social del país. «El ejército está presente en todas las facetas de la vida, hasta para casarse o abrir una alcantarilla se debe pedir autorización

En 1979 hay un levantamiento popular contra el régimen en la ciudad de Hamma. El ejército lo reprime con dureza. Madhat se crió allí. «Yo tenía 9 ó 10 años, había muertos por todas partes, en las calles… mataron a más de 70 mil personas.» La represión se prolongó durante 3 años y se cebó especialmente con los jóvenes que sufrieron ejecuciones sumarias y torturas. Desde entonces Siria ha vivido en un permanente estado de excepción, con toques de queda y la presencia cotidiana del ejército en las calles.

El 13 de marzo de 2011, alentados por las revueltas en Túnez y Egipto, los sirios se levantaron de nuevo para hacer llegar a su país la primavera árabe. De nuevo la represión ha sido brutal, desencadenando una guerra que dura ya más de 2 años. Una muestra de la crudeza con la que el régimen ha atacado al pueblo son las más de 80 panaderías bombardeadas por el ejército mientras la población hace cola para comprar harina y poder hacer pan en casa. Masacres indiscriminadas como éstas, son las que dieron lugar a la rebelión de buena parte del ejército sirio que desertó para combatir contra al propio régimen. Tal es el Ejército de Liberación Sirio, calumniado por el entorno Assad como fundamentalista religioso para tratar de ganar así el apoyo de la opinión pública occidental. Madhat lo desmiente rotundamente.

Pero de momento nadie parece querer intervenir en el conflicto. Conflicto que ha generado ya centenares de miles de muertos y más de 4 millones entre desplazados internos y refugiados hacia Turquía, Líbano o Jordania. «La ONU dice que hay millón y medio de refugiados pero son casi 4 millones.» Este recorte en los datos oficiales sobre refugiados puede deberse a que la ONU debería resolver intervenir cuando se dan cifras como los que Madath asegura.

Sin embargo nadie interviene. El porqué nos lleva a introducirnos en el laberíntico mundo de las estrategias internacionales. Los dos partes (régimen y ELS) tienen diferentes y extraños aliados. En el sistema de alianzas del conflicto sirio nos situamos ante una especie de reminiscencia de los dos bloques de la guerra fría. Por un lado tenemos a quienes apoyan el régimen de Al-Assad entre ellos Rusia, Venezuela, Irán, China. Por el lado rebelde los apoyos vienen de parte de Europa, EEUU e Israel. Así que para poder entender mejor toda esta compleja maraña de intereses oscuros dejamos por un momento la terraza de aquel restaurante turco y nos desplazamos hasta Túnez. Allí, nuestro compañero Richard con ocasión de la celebración del Foro Social Mundial, entrevista a Sara, compañera siria.

«El régimen es, de cara a la galería, enemigo oficial de Israel y utiliza la causa palestina para ganar el favor de sus aliados sin embargo mata palestinos en el Líbano.» También se sospecha de que Israel participa en secreto del opaco negocio de los recursos naturales sirios. Nadie en el país sabe lo que se produce ni lo que se gana con la industria del petróleo y el gas sirio. El clan familiar alauita lo mantiene oculto. También EEUU estaría dispuesto a meter mano en el negocio si el escenario cambia, razón por la que respalda, de manera cauta, a los rebeldes. Por su parte la Liga Árabe se limita a ofrecer ayuda a los refugiados sin posicionarse políticamente de forma clara. Y así nadie mueve ficha porque la maraña internacional es tal, que todos tienen miedo a tropezar y que se les caigan al suelo las cartas que tienen escondidas bajo manga.

La compañera Sara tiene también una queja al respecto de la posición latinoamericana en el conflicto. «Apoyan a Rusia porque se supone que contrarresta el capitalismo que representa EEUU. Pero Rusia actúa de forma imperialista, son imperialistas y la lucha contra el capitalismo debe ser también la lucha contra el imperialismo.» Sara tampoco deja pasar la ocasión para denunciar a los mass media internacionales donde se discute sobre problemas de alianzas e intereses estratégicos. «Olvidan que todo empezó por una protesta civil formada por una masa social, popular y de base trabajadora que quería acabar con un régimen tirano. De esto nadie habla.»

Pero volvamos al café con los compañeros. Allí Madath, con cierta indignación, lanza una pregunta a occidente: «¿Dónde están los derechos humanos? ¿No dicen que nosotros somos bárbaros y ellos defensores humanos? ¿En Siria la gente se levanta para reclamar esos derechos, los aplastan y Europa no hace nada?»

El anciano, que no ha dejado de fumar a pesar de reconocer que anduvo con fiebre la noche pasada, se acuerda del invierno sirio. «Bajan vientos fríos de Siberia y ahora allí no hay con qué hacer un fuego. No hay butano, no hay carbón… queman maderas, papeles y plásticos para calentarse.»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.