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Siria, una nación de penas y sufrimiento (I)

Fuentes: Jadaliyya.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


«Tragedia siria», obra del pintor Wissam Al-Yazairi  

Las noticias proceden de un equipo enviado por la Agencia para los Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR) a Homs, Siria. Regresaron a Damasco a finales de noviembre, e informaron que miles de personas desplazadas en Homs están viviendo ahora en refugios comunitarios sin calefacción. La mitad de los hospitales de la ciudad no funcionan y la población civil sufre graves carencias. Como el invierno se les está echando encima, la falta de mantas, zapatos para los niños y ropas de abrigo va a suponer un grave problema. Según la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés), en la fecha del 11 de noviembre, al menos 75.000 niños necesitaban mantas y ropas de abrigo. El equipo averiguó que los plásticos de protección del ACNUR se utilizan para tapar la ausencia de las puertas y ventanas que explotaron durante los combates. «Hay muchos niños que llevan dieciocho meses sin poder ir al colegio. Algunos hospitales de la ciudad se han convertido en refugios comunitarios y el 60% de los doctores de Homs han tenido que marcharse, además de diverso personal sanitario». Agencias como el ACNUR trabajan con un presupuesto muy precario. La organización cuenta con un equipo de 350 operativos para llevar a cabo sus labores en Siria. Dado el alcance el problema, ese número resulta minúsculo. Con el invierno acercándose y las noticias informando ya del sufrimiento de los niños sirios en los campamentos en Jordania a causa del frío, la ONU ha recortado sus servicios.

Sorprendentemente, hay zonas de Homs donde la situación parece casi normal. «La mitad de Homs vive como siempre», informaba Janine di Giovanni el pasado octubre. Esa es la mitad, en su mayoría alauí con algunas bolsas de cristianos, que el régimen ha empezado a proteger. Parece ser que tienden a aislar de los combates a bolsas de esas comunidades, con objeto de crear fisuras sectarias que le garanticen al régimen de Asad la lealtad de determinados distritos electorales. Es decir, la seguridad se ha convertido en un asunto sectario. Si la mitad «vive como siempre», señala di Giovanni, «la otra mitad está destrozada». El ACNUR está atendiendo a esta segunda mitad.

La OCHA informa ahora que ha hecho cálculos conservadores de que hay cerca de 2,5 millones de personas dentro de Siria afectadas por la violencia (los muertos, cuya cifra supera los 40.000, deben añadirse a esos millones). El ACNUR ha registrado aproximadamente a medio millón de refugiados en los países vecinos: Jordania, Líbano, Turquía e Iraq. Pero, como me contó la responsable de las comunicaciones del ACNUR, Sybella Wilkes Moumtzis, «pensamos que hay decenas de miles más sin registrar en esos países», de los que están encargándose las entidades nacionales y de ayuda humanitaria no gubernamentales.

El ACNUR informa que los refugiados que huyen a Jordania han tenido que enfrentarse, a lo largo del itinerario de su huida, a situaciones de «violencia generalizada». Señala que «está llegando a diario gente herida que tiene que recibir atención médica en los hospitales». La Alta Comisionada Adjunta del ACNUR para las tareas de Protección, Erika Feller, visitó el campo de refugiados de Za’atri en Jordania, que es el que alberga mayor número de refugiados sirios. Se encontró con que la «inseguridad se ha extendido en algunas zonas a las fronteras del país, haciendo que la huida hacia los países vecinos sea especialmente peligrosa». Esta es la razón por la que la ONU está haciendo un llamamiento para establecer pasillos de seguridad para salir de Siria. Al parecer, según han manifestado diversas entidades de ayuda humanitaria en Jordania, el trato dado a los refugiados sirios por las autoridades jordanas nos ha sido precisamente ejemplar.

Dada la situación de parálisis política en Siria, es sorprendente que se esté prestando tan poca atención a la cuestión del sufrimiento humano. La Caridad de Qatar, la Ayuda Humanitaria turca (que patrocinó el barco Mavi Marmara a Gaza), la Asociación Caritativa para la Reforma y Orientación argelina, la Sociedad de la Biblia libanesa, el Consejo para los Refugiados noruego, el Consejo para los Refugiados danés, Médicos Sin Fronteras y otras organizaciones filantrópicas han estado recogiendo dinero y enviando ayuda a los campos de refugiados. La Ayuda Humanitaria turca está advirtiendo de que hay riesgo inminente de que diez millones de sirios pasen situaciones graves de hambre este invierno. El Programa Mundial Alimentario informa que los sirios han tenido que recortar el consumo en sus hogares saltándose comidas, comiendo menos o alimentándose de comida de peor calidad, han tenido que enviar a los niños a trabajar, han reducido los gastos en educación y sanidad y, lo que es más peligroso, están vendiendo sus escasas pertenencias para conseguir alguna ayuda inmediata. El dinero del socorro no es suficiente, y parte de él, me contaron los trabajadores de la ayuda, se ha empleado mal a causa de las restricciones a la ayuda vinculada.

Durante los peores momentos del conflicto sectario en Iraq en el tiempo de la ocupación estadounidense, Siria acogió a medio millón de refugiados iraquíes. La cifra fue aumentando hasta llegar ahora a un millón de iraquíes bajo protección del ACNUR. Muchos de ellos continuaron en sus campamentos sirios por miedo a volver a casa por lo que consideraban situación de peligrosa inestabilidad de su país. Este año, cuando Siria ardía por los cuatro costados, los iraquíes empezaron a retornar (especialmente los iraquíes de clase media, que habían vivido en los suburbios de Damasco, como por ejemplo Seida Zeinab). Pero cientos de miles de ellos siguen en Siria, aterrados ante lo que pueden encontrar si vuelven y con el temor, al mismo tiempo, de verse discriminados en la Siria que pueda emerger del conflicto. El gobierno iraquí ha abierto sus fronteras a los sirios que huyen. Las familias que han perdido ya tanto sentimiento de pertenencia a un lugar, se enfrentan ahora con nuevos riesgos terribles de divisiones y trastornos sociales.

Occidente, tan elocuente por lo demás de boquilla, acerca de esta o aquella atrocidad, está escatimando todo lo que puede su apoyo financiero a la Agencia. El gobierno libanés, financieramente débil, ha hecho cuanto ha podido a pesar del escaso apoyo internacional, un aspecto en el que hizo hincapié a primeros de noviembre Ertharin Cousins, del Programa Alimentario Mundial, cuando hizo una gira por los campos situados en el Valle de la Bekaa. Por ejemplo, las pequeñas porciones entregadas por el gobierno de EEUU (procedentes de voluntarios) se han sumado a los escasos millones de que se dispone (la contribución más reciente es de 9,6 millones de dólares).

Mientras tanto, el portaaviones USS Eisenhower, cuyo coste operativo anual es de 200 millones de dólares, ha aparecido ante las costas de Siria, aunque por motivos muy diferentes a la ayuda humanitaria.

Vijay Prashad es profesor y director de Estudios Internacionales en el Trinity College, Hartford. Su último libro publicado es Arab Spring, Libyan Winter (AK Press). Es también autor de Darker Nations: A People’s History of the Third World (New Press), con el que en 2009 ganó el premio Muzaffar Ahmed Book.  

Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/8887/a-nation-of-pain-and-suffering_syria-(part-1)