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Sobre el alto el fuego de ETA

Fuentes: Avant

En tanto que cofundador de EKIN (1953)-ETA (1959), amigos próximos al periódico Avant me han solicitado que exponga algunas de mis reflexiones a propósito del alto el fuego proclamado recientemente por ETA. Accedo a ello con mucho gusto. La organización política armada no ha puesto ninguna condición a su alto el fuego del 22 de […]

En tanto que cofundador de EKIN (1953)-ETA (1959), amigos próximos al periódico Avant me han solicitado que exponga algunas de mis reflexiones a propósito del alto el fuego proclamado recientemente por ETA. Accedo a ello con mucho gusto.

La organización política armada no ha puesto ninguna condición a su alto el fuego del 22 de marzo pasado.

En ciertos medios ha llamado la atención que ETA haya utilizado el adjetivo «permanente». Yo creo que con ello se ha querido significar dos cosas: en primer lugar, evitar emplear de nuevo el término «definitivo» que apareció en las treguas precedentes. Como es sabido, éstas- por uno u otro motivo- fueron luego interrumpidas, por lo que ETA seguramente ha concluido que tal calificativo no era el adecuado.

La segunda razón podría ser, quizá, para mostrar a la otra parte que, mientras dure la negociación, no habrá por parte de ETA ninguna ruptura unilateral del alto el fuego proclamado. O de haberla, ésta sería consensuada conjuntamente.

Me ha parecido ver en la mayoría de los medios de comunicación – particularmente en los españoles y franceses- la creencia de que ETA se ha visto obligada a obrar así porque se encontraba debilitada a causa de la dura represión llevada a cabo por toda clase de policías, sobre todo la francesa y la española. Es otra mi opinión. Puede que dichos ataques policiales sean responsables de un 10 o 15% de ese debilitamiento pero a mi juicio, la principal causa ha sido que la mayoría del sector social que apoyaba a ETA le ha retirado su confianza. En efecto, desde finales de la década de los 80, las sucesivas direcciones de la organización armada de liberación nacional se fueron alejando de las bases de nuestro pueblo, desatendiendo y haciendo oídos sordos progresivamente a sus principales deseos, hasta que se produjo el divorcio completo a finales del siglo anterior. Por eso estimo que la victoria de este histórico hecho hay que atribuírselo principalmente a la sociedad vasca.

Pienso que por parte de ETA y del sector de la izquierda «abertzale» que le es afín, la cosa va en serio y que, por consiguiente, desean sinceramente encontrar una solución justa y definitiva al conflicto. No lo veo así, en cambio, por la parte franco-española (dado que el gobierno francés no interviene abiertamente en la cuestión, por ahora al menos delega sus intereses en manos del español). Quizás a causa del tremendo peso de la nefanda experiencia histórica, mi recelo y desconfianza al Sr. Rodríguez Zapatero son considerables, en parte porque no ignoro las fuertes presiones que éste está sufriendo dentro y fuera de su propio partido. Harto fresco tenenemos aún en nuestras memorias el lamentable episodio del nuevo estatuto de autonomía de nuestros amigos catalanes: la felonía de Rodríguez Zapatero quien tras comprometerse pública y solemnemente a que él respetaría y haría suya la mayoría -90%- del parlamento catalán, se desdijo totalmente y, más grave aún, discutiendo y llegando a acuerdos no con el Gobierno catalán en funciones, sino ¡¡con su oposición!! Es más que probable que Rodríguez Zapatero intente blandir también entre los vascos ese dudoso «divide et impera».

El alto el fuego aclarará profundamente el panorama político de nuestra nación. Partidos políticos, sindicatos y numerosos movimientos sociales podrán evolucionar con entera libertad y sin cortapisas, una vez desaparecida la espada de Damocles que se balanceaba sobre sus cabezas. Las distintas formaciones sociales podrán moverse espontánea y naturalmente. Sin duda se darán cambios y recolocaciones. Se podrá realmente hacer política- nada más que política- al 100%.

Conviene especificar por si acaso y sin peligrosos triunfalismos que, si bien la tregua implica un hito trascendental y «sine qua non», nada definitivo ni importante se ha solucionado aún. Ahora comienza la hora de la verdad. El nuevo proceso no ha hecho sino arrancar, será muy largo y le acechará más de una trampa, zancadilla y angustiosa marcha atrás.

Parece que ETA demoró el anuncio del alto el fuego en varias semanas, quizá meses, intentando recabar y obtener dentro de sus filas el máximo de anuencia posible al mismo. Obviamente, cuanto mayor sea la mayoría de apoyo de su militancia al cese de hostilidades, más sólida será su mayoría democrática y mayor la garantía prestada al proceso por parte del movimiento de resistencia nacional.

En el breve comunicado de ETA proclamando la tregua, llama la atención la concisión y claridad de su contenido. Y también la circunstancia de que queda bien asentado que, en la resolución del largo conflicto vasco, es el conjunto de su sociedad, el pueblo en su totalidad, quien ha de decidir sobre su suerte; es él y nadie más quien tiene la última palabra.

En este punto de quién es el sujeto de Derecho, es también importante precisar la globalización de la población y la territorialidad que afecta a este caso. Quiere significarse que se trata del «Zazpiak bat» o, más exactamente, del «Seirak bat» (por cuanto que Nafarroa se halla a su vez troceada en dos partes); es decir, no sólo del «tercio económico», sino también de Nafarroa (del Sur) y de Iparralde. Y que no habrá que «calzar» a nadie a la fuerza en ningún lado, antes bien al contrario: si se reconocen ritmos desiguales en sus situaciones, desarrollos y evoluciones respectivas, habrá que adaptarse, amoldarse a los mismos, de ser menester aplicando de puertas adentro el mismo principio del Derecho a decidir de sus propios asuntos y de su propia suerte. Vale decir que cada territorio histórico o porción más chiquita de éste, decida super democráticamente qué, cómo y con quién desea su devenir.

La cuestión de las dos mesas -una compuesta de todas la formaciones políticas operando en Euskal Herria sin exclusiones ni excepciones, frente a España-Francia; y la segunda con ETA y ambas potencias titulares España-Francia- me parece que también queda diáfana, sin necesidad de insistir más.

La conveniencia o, más bien, la necesidad absoluta de que en un proceso como el que se acaba de abrir en nuestro país, no hayan de contemplarse vencedores y vencidos, me parece capital, ya que todas las capitulaciones de una de las partes que se han conocido a lo largo de la historia, han generado irremisiblemente humillación, frustración, resentimiento y revanchismo. No otra cosa supuso la despiadada Segunda Guerra Mundial: 50 millones de muertos, fruto directo de la desvergonzada capitulación alemana ante los aliados, en 1918 y años consecutivos.

Antes de concluir, deseo comunicar al amable lector otras reflexiones sobre lo que, a mi juicio, convendría hacer ya desde ahora en este inicio del proceso de resolución de la cuestión nacional vasca.

Creo que hay que reservar total prioridad a la penosa y espinosa cuestión de los presos. A mi modesto parecer, eso tendría que haberse resuelto ya antes de la proclamación del alto el fuego. ¿Por qué? Porque habría preparado el terreno o -si se prefiere- construido la pista de aterrizaje con vistas a la tregua precisamente. Por ejemplo, la liberación de ocho o diez presos (en prisión preventiva, o gravemente enfermos, o habiendo cumplido ya las 3/4 partes de la pena) habría provocado en Euskal Herria una verdadera ola de distensión, facilitando enormemente la progresión de las negociaciones secretas/directas con vistas al alto el fuego. Zapatero habría podido hacerlo, además, sin cambiar una sola coma de las disposiciones legales en vigor: Constitución hispana, Reglamento penitenciario, etc… Dicho de otro modo, aplicando rigurosamente la ley española actual (sistemáticamente vulnerada hasta hoy). Yo haría otro tanto, aunque «mutatis mutandis», con respecto a todas las víctimas, vale decir, de uno y otro lado de la barricada.

La segunda prioridad consistiría, por parte del Sr. Rodríguez Zapatero, en impartir una orden a toda su policía de continuar operando profesionalmente en su quehacer cotidiano con total independencia (detenciones inclusive), pero con la singularidad de que a partir de ahora toda tortura quedara absolutamente erradicada. También esto sería de aplicación inmediata, sin necesidad de modificar ningún texto legal.

A continuación vendría la exigencia a formular a Zapatero, a fin de que efectúe una declaración solemne de contenido y características similares al Downing Street Agreement, es decir, reconocer que el contencioso vasco es de naturaleza política, no militar ni policial, y que, por consiguiente, también su resolución habrá de ser política; que afecta al pueblo vasco, tanto del sur como del norte, y que únicamente serán todos sus ciudadanos, de uno y otro lado de la muga, los que habrán de pronunciarse (aquí está contenido sin mencionarlo el derecho de autodeterminación), y que se actuará conformemente al resultado que arroje la decisión soberana del pueblo vasco en su totalidad; y que esta misma decisión mayoritaria democrática será igualmente respetada por los gobiernos francés y español.

Personalmente hace quince o veinte años que comencé ya a barajar la conveniencia de inspirarnos aquí en Euskal Herria en el ejemplo irlandés ¡Es tan formidable y podríamos detraer tanto beneficio!

Considero absolutamente indispensable involucrar en este proceso también a Francia. Tras las últimas declaraciones de Michelle Alliot-Marie (ministra de Guerra de Francia) parece que la cosa se encaminaría por ahí.

Y un par de observaciones antes de terminar: la vergonzosa actitud de la judicatura española después de proclamado el alto el fuego. Como ejemplo de ello: la incalificable encarcelación de Otegi.

Los españoles deberán obrar con mayor justicia e imaginación. El presidente Rodríguez Zapatero nos está machaconamente martilleando con «prudencia, prudencia y más prudencia». De acuerdo. Pero la insostenible parsimonia con la que el «leader» español viene actuando hasta ahora, podría llevarnos a la posibilidad de que la situación se nos pudra entre las manos, con todas sus consecuencias. Que las hadas le impidan jugar con el fuego.

Zamaldegia (Iparralde), 31 de marzo de 2006.

* Julen Madariaga es Doctor en Derecho y cofundador de ETA