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Sólo un montón de aire caliente

Fuentes: The Guardian

Traducción Félix Nieto/ Globalízate

«El presente artículo está basado en cifras y actuaciones del Gobierno Británico, pero estas medidas pueden fácilmente ser extrapoladas a España (con la diferencia de que los objetivos de España se reducen a cumplir Kyoto, en gran parte por medio del comercio de emisiones) y supongo que a la mayoría de países que dicen estar haciendo algo para combatir el cambio climático».(0)

Tony Blair habla sobre el cambio climático. Pero una nueva investigación revela que las estrategias del gobierno para reducir las emisiones de CO2 no son más que un fraude.

Blair en el lanzamiento de la iniciativa del clima de Bill Clinton del año pasado dijo:

«Si no nos motivamos para tomar las decisiones adecuadas con la gravedad de la amenaza a la que nos enfrentamos, traicionaremos de la forma más irresponsable a las futuras generaciones. Eso es algo que no quiero que esté en mi conciencia como líder político».

Bien, parece que será algo con lo que tenga que vivir. Blair ha tenido 10 años para reducir la contribución del Reino Unido al cambio climático global y los ha desperdiciado. Sus brillantes iniciativas y sus discursos grandilocuentes parecen nada a más que un ‘lavado de imagen verde'(1). Por primera vez tenemos los datos para probarlo.

Junto a la serie Dispatches de Cannel 4, he encargado a un equipo de científicos medioambientales del University College de Londres, a conducir una auditoría, revisada por otros científicos, sobre las reducciones de gases de efecto invernadero planeadas por el gobierno. Los científicos, liderados por el Profesor Mark Maslin, han estimado los impactos reales de las políticas de reducción. Nada como esto se ha hecho antes. Los resultados son escalofriantes.

El Gobierno tiene dos objetivos para reducir los gases de efecto invernadero. El primero es el que fija el protocolo de Kyoto, que obliga al Reino Unido a una reducción del 12,5% en el año 2012.

El segundo es un objetivo a largo plazo, una reducción del 60% para el año 2050. Este objetivo se hará obligatorio a finales de año.

La Energy review del gobierno (2006) descubrió que para mostrar un «progreso real» hacia el objetivo de 2050, en 2020 las emisiones de gases de efecto invernadero del Reino Unido necesitarían reducirse entre 143 y 149 toneladas por año. Esto significa una reducción de entre el 29 y el 31% de los niveles de 1990. Pedimos al equipo del profesor Maslin a que calculasen las políticas que se supone que las van a hacer posibles.

Para hacer una auditoría, el objetivo de 2020 es más útil que el de 2050. Si vamos a tener una oportunidad realista de conseguirla, las políticas necesarias deberían estar ya implementadas o en desarrollo. Mientras que el gobierno de Blair será responsable parcialmente si no conseguimos el objetivo de 2050, será el que se lleve toda la culpa sino conseguimos el objetivo de 2020.

Una auditoría muestra que la estimación del gobierno sobre sus propias políticas es muy optimista. En lugar de una reducción del 29-31% para 2020, lleva camino de producir una reducción del 12-17%. A este ritmo el Reino Unido no conseguirá su objetivo de 2020 hasta 2050. Esto sugiere que lo que dice el gobierno de «liderar al mundo en la lucha contra el cambio climático» es simplemente otro producto de la centrifugadora de Downing Street. Sus políticas sobre la reducción de carbono son una farsa. Por ejemplo, transporte. El gobierno prevé que las emisiones nacionales del transporte (sin contar los vuelos internacionales) aumentarán 4 millones de toneladas entre 1990 y 2020. El equipo de Maslin ha descubierto que el verdadero aumento será entre 7 y 13 m ton.

Con un lobby tan visible y poderoso como la industria automovilística, el gobierno ha buscado hacer reducciones de tres maneras, todas están fracasando. La primera es un acuerdo voluntario, estancado en Bruselas con las principales compañías constructoras de coches. En 1998, las compañías prometieron que reducirían la media de emisiones de los coches nuevos desde los 190 gr. a 140 gramos por Km. en 10 años. La fecha se cumple el año que viene, y aun así se van a quedar en la mitad de lo que dijeron, la verdadera cifra será de unos 164 gr.

El segundo mecanismo es el impuesto que pagamos por poner un coche en la calle- (VED) (impuesto de circulación en España)*. En el año 2001, el gobierno reemplazó el impuesto único por uno gradual. Los propietarios de los coches más contaminantes tendrían que pagar más que los que eligiesen coches más eficientes. Se introdujeron 7 bandas, comenzando por la A (para coches que emitan menos de 100gr Km.) y terminando en G (para los que emitan más de 225 gr. Km.).

Una encuesta llevada a cabo por el Departamento de Transporte mostró que para animar a una mayoría de conductores a comprar un coche más eficiente, se necesitaría una diferencia entre las bandas de al menos 150£ (unos 200€). La comisión de desarrollo sostenible del gobierno fue más lejos: para que el impuesto sea efectivo, la banda G debería ser de 1800£ Pero el impuesto más alto es 215£, y la media de diferencia entre bandas es de 35£.

Cuando se vende un Range Rover por 65.000£, ¿va ese impuesto a hacer la menor diferencia?

La tercera medida es animarnos a cambiar a biocombustibles – diesel o alcohol echo de plantas. Para 2010, el gobierno quiere que este sea un 5% de nuestro combustible total. Para 2020, la Unión Europea quiere que sea un 20%. Pero existen dos enormes problemas para esto, que el gobierno repetidamente no quiere afrontar.

El primero es que a partir de cierta cantidad, la producción de biocombustibles comienza a competir directamente con la producción de alimentos. Un estudio de Sarasin, (un banco suizo) del año pasado, dijo «el límite actual para un uso medioambiental y social responsables es un 5% del consumo de gasolina y diesel en la UE y en los EEUU». Ya cuando una pequeñísima fracción de nuestro combustible proviene de plantas, la Organización de los alimentos y la agricultura de las Naciones Unidas informa que la demanda de biocombustibles ha ayudado a causar «aumento en el precio de los cereales» a «niveles no vistos en una década». En todo el mundo, los pobres están padeciendo los efectos.

El segundo problema es que el nuevo mercado ha estimulado una expansión masiva de plantaciones destructivas, especialmente de palma de aceite. Esta es la causa principal de deforestación tropical en Malasia y en Indonesia. Al talarse los bosques, el carbono almacenado en los árboles y en el suelo se transforma en CO2. Un estudio de la consultora científica holandesa Delft Hydraulics descubrió que la producción de una tonelada de aceite de palma causa 33 toneladas de emisiones de CO2. Esto hace que el aceite de palma sea 10 veces peor que el petróleo. Ya se han construido 9 refinerías de aceite de palma, en Malasia, Singapur y en Rotterdam, especialmente dedicadas a cubrir la demanda del mercado europeo.

El gobierno nos dice que no nos preocupemos- pronto vendrá una «segunda generación» de biocombustibles, hecho a partir de paja, madera y desechos. Pero no hay garantías que éstas puedan competir con sus baratos pero destructivos rivales, o que estarán listas antes que los últimos bosques tropicales en el Sudeste Asiático hayan desaparecido.

En cada sector la auditoria encontró resultados similares, increíbles y decepcionantes. En la vivienda, por ejemplo, el gobierno ha proclamado su intención de usar mejores regulaciones de construcción para hacer nuestras casas más eficientes- para 2016, dice, todas las casas nuevas serán neutrales de carbono. Pero desde que se introdujeron las regulaciones de eficiencia energética en 1985 no se ha producido ni una sola intervención por no cumplir las normas. Los inspectores de la construcción tratan la energía como una broma- en una encuesta reciente las tildaron de «triviales» y de no ser «una amenaza a la vida». Un estudio hecho por el Building Research Establishment (organización de investigación de la construcción) para las nuevas viviendas pasadas por los inspectores, encontraron que el 43% de todas no cumplían satisfactoriamente con los estándares energéticos.

Pero el mayor «lavado de imagen verde» de todos es la aviación. Bajo el protocolo de Kyoto la polución de los vuelos internacionales no cuenta en las emisiones de los países. El gobierno ha tomado ésto como una licencia para ignorar los vuelos incluso al fijar los objetivos. Las emisiones simplemente no aparecen en las hojas de balance. Si fuese de otra manera no podría justificar sus instrucciones a los aeropuertos británicos para doblar su capacidad para 2030.(2)

Ya que los auditores estaban examinando el propio programa del gobierno, no incluyeron las cifras de la aviación. Pero aunque las cifras que prevé el gobierno de aumento de emisiones de la aviación de 10,5 son entre 1990 y 2020 se hubieran contado en la auditoría, la cifra habría reducido las emisiones entre el 8 y el 13% para el año 2020.

Pero la cifra del gobierno seguramente se queda muy corta. Solo cuenta la mitad de las emisiones de los aviones que aterrizan y despegan de nuestros aeropuertos, argumentando que solo la mitad de los pasajeros son británicos. La cifra real es un 67%. También ignoran los otros gases de efecto invernadero- especialmente el vapor de agua producido a grandes altitudes. Si se incluyeran los aumentos en vuelos internacionales en el total nacional, anularían todas las reducciones entre 1990 y 2020.

Lo que hace que estos fracasos sean más impactantes es que Blair entró en el gobierno en 1997 con una gran ventaja de salida. Cuando John Major dejó el gobierno, el Reino Unido era uno de los pocos países en vías de cumplir con Kyoto, con bastantes emisiones de sobra. La ventaja ya se ha perdido. Hoy el Reino Unido se está volviendo un poco más emisor de CO2 que en 1997 (aunque otros gases han disminuido) estamos en el límite de lo que nos permite Kyoto, mientras que estamos en camino de fallar estrepitosamente nuestros objetivos de 2020 y de 2050.

En lugar de acción real para ocuparse de la amenaza más grande del siglo XXI, el gobierno nos ha vendido un conjunto de políticas falsas, designadas para hacernos sentir mejor con nosotros mismos, sin dolor político. La próxima vez que Blair nos de un discurso emotivo sobre su legado para las futuras generaciones, no te creas ni una palabra.

Notas:

(0) opinión del traductor.

(1) Traducción del término en inglés «greenwash», con el que ecologistas y demás críticos denominaron a la actividad que otorga una imagen pública positiva a las prácticas ambientales presuntamente deficientes. El término surgió tras la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en junio de 1992. Grupos de presión empresariales vieron a la Cumbre de la Tierra como una plataforma eminente desde la cual poder redefinir su papel y dar forma al debate incipiente sobre el medio ambiente y el desarrollo sostenible.

* Equivalente en España

(2) En España el PEIT prevé el mismo objetivo pero hasta 2020.

Monday March 5, 2007 The Guardian
título original: Just a lot of hot air