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Sumar se equivoca con el euro digital

Fuentes: Ganas de escribir

Leo en diversos medios que el Grupo Parlamentario Sumar va a presentar en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley para instar al Gobierno a que impulse la fase de decisión y adopción del marco legislativo que permita la emisión del euro digital, a fin de reducir la dependencia que hay en la UE de las dos compañías estadounidenses de pago con tarjeta, Visa y Mastercard.

Me ha chocado mucho semejante iniciativa porque, con ella, Sumar no sólo se suma (valga la redundancia) a la confusión que viene generando el Banco Central Europeo (BCE) con ese tema. Además, lo hace suscribiendo una tesis de este último sobre lo que puede suponer el euro digital que, a mi modesto entender, es bastante discutible, por no decir que infundada.

Como el tema es complejo y extenso, en este artículo sólo voy a referirme a por qué creo que Sumar se equivoca en este asunto señalando las cuestiones que el Banco Central Europeo no ha resuelto o que, a mi juicio, está resolviendo mal, y que no parece que haya tenido en cuenta ese partido.

Empezaré diciendo que el problema de fondo es cierto: en la Unión Monetaria Europa tenemos, efectivamente, una misma moneda, el euro, pero la utilizamos en gran parte a través de vehículos o plataformas no europeas.

Según acaba de recordar hace unos días Philip R. Lane, miembro del Comité Ejecutivo del BCE, aproximadamente el 65 % de los pagos realizados con tarjeta en la zona euro se llevan a cabo a través de sistemas internacionales como Visa y Mastercard; en trece de los veinte países de la zona euro, los sistemas de tarjetas nacionales han sido sustituidos por completo por estas alternativas internacionales; y los pagos mediante aplicaciones móviles, dominados por empresas tecnológicas no europeas (como Apple Pay, Google Pay y PayPal) ya representan casi una décima parte de las transacciones minoristas, creciendo más del 10% anual.

Esta situación supone, efectivamente, una carencia de soberanía monetaria europea, además de enormes costes para los hogares y empresas europeas y una gran transferencia de recursos hacia Estados Unidos (por cierto, no contabilizados por Donald Trump cuando habla de déficits). Lo que sorprende es que los responsables de la política monetaria europea no se dieran cuenta mucho antes de esto, cuando construyeron la unión monetaria, siendo ya entonces igual de evidente. Pero, en todo caso, bienvenida sea la prisa que, desde hace tan poco tiempo, les ha entrado por darle la vuelta a la situación.

Dicho esto, creo que Sumar se equivoca creyendo que la creación de un euro digital va a resolver ese problema de soberanía monetaria, por las siguientes razones.

En primer lugar y para entendernos, hay que empezar conociendo algo fundamental. Hoy día, en la unión monetaria, disponemos de dos principales formas de dinero: el efectivo, es decir, las monedas y billetes que crea el Banco Central Europeo, y el llamado dinero bancario que utilizamos cuando movemos nuestros depósitos en los bancos y que crean estos últimos (en cierto modo, también el Banco Central Europeo, pero ahora podemos dejar esto al margen).

El efectivo representa en España un 9 % del total de estas dos formas de dinero. Y, según el mencionado Lane, el euro digital sería «una forma digital de efectivo disponible para el público en general». Eso quiere decir que no representaría ni el 10% del total del total de los medios de pago. Y, además, teniendo en cuenta que, para evitar fugas de dinero depositado en los bancos, se prevé que no se pueda disponer de más de 3.000 euros en euro digital.

El proyecto del BCE es, por tanto, sumamente conservador. En la práctica, supondrá disponer de una especie de «monedero» digital para transacciones no muy cuantiosas. En realidad, sólo minoristas, a diferencia de lo proyectado por otras monedas digitales, como la de China, que abarcarían a todas las operaciones de pago. Para usarlo, los usuarios tendrían que ir sacando cantidades de dinero de sus depósitos bancarios y pasarlo a ese monedero de efectivo digital, una operación engorrosa y que no tiene mucho sentido si ya se pueden realizar los pagos sin necesidad de llevarla a cabo. Se ha rechazado que el euro digital se disponga directamente de cuentas en el banco central, sin duda, para no afectar a la banca privada, lo cual seguramente limitará mucho su uso.

Cuesta mucho creer, por tanto, que con ese alcance reducido se vaya a poder garantizar la soberanía monetaria europea.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta que una cosa es el medio de pago, el euro en nuestro caso, y otra el instrumento que se utiliza para pagar, la tarjeta.

Como reconoce el propio Lane, el euro digital no garantiza que su existencia implique automáticamente que vayan a crearse mecanismos de pago, plataformas o tarjetas, europeos. Él mismo dice que el euro digital «ayudaría» o que sería «un incentivo» para que los bancos y los proveedores de servicios de pago europeos «aúnen fuerzas y creen un sistema de pagos unificado e innovador que abarque todos los casos de uso minorista, ya sean transacciones entre particulares, transacciones en puntos de venta o comercio electrónico».

Son muchos los expertos que consideran que el Banco Central Europeo ha empezado (otra vez) la casa por el tejado. Quizá sería más útil, si lo que se busca es soberanía, comenzar por crear los mecanismos de pago propios, y luego el euro digital, y ya no sólo para operaciones minoristas.

En tercer lugar, me parece que se equivoca Sumar (y creo que también los dirigentes del Banco Central Europeo si es que se lo creen) si piensa que la soberanía monetaria europea respecto a Estados Unidos depende de que haya un euro digital como el proyectado (ya he dicho que no es así) o, ni siquiera, de que existiesen plataformas de pago europeas.

Lo que a medio plazo creo que va a ser la clave de la soberanía monetaria (con ventajas e inconvenientes sobre los que ahora no puedo extenderme) es la digitalización de todas las operaciones y movimientos de dinero a través de las llamadas «monedas estables». Estas son token cuyo valor se vincula con el de una moneda (dólar, yen, euro…) y un token es, como creo que se sabe, una representación digital de cualquier cosa.

Lo que está ocurriendo en la economía internacional es que esas monedas estables se utilizan cada vez más como medios de pago, para operaciones minoristas y para inversión o especulación con activos. Y sus emisores destinan los fondos de los que se nutren, cuando las venden como token para esos fines, a adquirir otros activos rentables, como bonos y títulos de los gobiernos.

Como comentaré en otro artículo próximamente, mi impresión es que lo que está haciendo Estados Unidos para mantener la (cada vez más problemática) soberanía del dólar no es precisamente crear un dólar digital, ni tampoco la de reforzar los sistemas de pago como Visa y las demás tarjetas (en crisis, a medio plazo), como pretende el Banco Central Europeo y Sumar apoya. Lo que persigue es fomentar la vinculación con su moneda de cada vez mayor volumen de monedas estables, para que se conviertan en su fuente de financiación cuando adquieren sus título de deuda.

Si eso es así, en Europa vamos por el camino contrario. O, al menos, por el que no va a ser el más relevante a corto y medio plazo.

Por último, creo que Sumar hace mal apoyando la estrategia del Banco Central Europeo por dos razones adicionales y fundamentales.

La primera es que el BCE está llevando a cabo el diseño del euro digital sin la debida transparencia. Como ocurre siempre, resuelve un problema político de vital importancia para Europa como si fuera una cuestión técnica.

La propia presidenta del BCE, Christine Lagarde, dijo en noviembre de 2022: «El euro digital no es un proyecto aislado, limitado al ámbito de los pagos. Es más bien una iniciativa transversal y verdaderamente europea con el potencial de afectar a la sociedad en su conjunto». Siendo así, como lo es, resulta intrínsecamente antidemocrático que ese proyecto no se esté discutiendo en el Parlamento Europeo y en los demás nacionales. Sumar debería criticar esto, en lugar de apoyarlo.

La segunda razón por la que me parece que Sumar se equivoca reclamando el euro digital sin más es que soslaya que el propio euro es una moneda defectuosa, mal diseñada. A la unión monetaria europea le faltan los requisitos (en particular, una hacienda y política fiscal comunes) que son imprescindibles para que una moneda única no provoque efectos indeseables y muy negativos en un espacio económico (carencias que en mi opinión, se dieron a propósito, como expliqué en su día).

Es materialmente imposible que una moneda que produce desvertebración y desequilibrios en los territorios propios en los que se utiliza pueda proporcionar soberanía y, mucho menos, competir con otras divisas que sí disponen, como el dólar, de los requisitos que precisa una moneda común. El poder de una moneda y su capacidad para servir como referencia y ancla de los intercambio a nivel internacional se mide por la fuerza de su economía pero también por el peso político, tecnológico e incluso militar del país que la emite. Si Europa quiere disfrutar de soberanía monetaria, no precisa en primer lugar de un euro digital, como dice el Banco Central Europeo. Necesita auténtica integración económica y no sólo de los mercados y capitales,  políticas económicas comunes y unidad política: la soberanía integral que las políticas neoliberales y en particular la monetaria del Banco Central Europeo destruyen cuando se aplican.

Sumar debería meditar mejor dónde y con quién se suma.

Fuente: https://juantorreslopez.com/sumar-se-equivoca-con-el-euro-digital/