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Donald Trump es un peligro para el mundo

Sus blancos son México, Cuba y China, además de los musulmanes

Fuentes: La Arena

Aunque se crea que el pueblo estadounidense no tiene mucha conciencia política, el 20 y 21 de enero pasado ese cliché quedó desairado. El primer día por la poca gente que asistió al acto de investidura en Washington, inferior al de presidentes anteriores. Y el segundo, por los actos de protestas contra el que muchos […]

Aunque se crea que el pueblo estadounidense no tiene mucha conciencia política, el 20 y 21 de enero pasado ese cliché quedó desairado. El primer día por la poca gente que asistió al acto de investidura en Washington, inferior al de presidentes anteriores. Y el segundo, por los actos de protestas contra el que muchos ciudadanos no consideran su presidente. Tal oposición se había expresado desde que se conocieron los resultados electorales, pero recrudecieron luego de declaraciones del electo contra las mujeres, los inmigrantes, el periodismo, los musulmanes, México, etc.

No será la mayoría de la sociedad norteamericana, pero una cantidad apreciable desde el primer día «le marcó la cancha» al magnate ultraderechista. En otros países, incluso en Argentina, a veces les insume mayor tiempo a los afectados conocer a gobiernos de derecha, como ocurre con Mauricio Macri.

En el primer discurso como presidente, Trump fue bastante explícito sobre las políticas que comenzaría a implementar. El envoltorio fue la demagogia nacionalista extrema, que en los países imperiales debe escribirse con zeta, asegurando que su objetivo es «Estados Unidos, Primero». Además de demagogo, falsificador, porque nadie cree que esta potencia en decadencia sea un país de segundo orden. Lo que quiere el hombre de las Torres es volver a ponerla como una superpotencia que pueda dominar el mundo, algo que difícilmente podría lograr porque ese mundo ha cambiado, hay otros poderes y los problemas del viejo imperio son complejos.

La demagogia se completó con que venía a obligar al establishment de Washington a devolver el poder a los ciudadanos como si el voto de noviembre hubiera sido una revolución popular.

De todos modos, para los apologistas de ese imperio como una democracia perfecta, que obviamente no lo es, viene bien el retrato que hizo sobre la Nación que recibía: «Madres y sus hijos atrapados en la pobreza en nuestras ciudades; fábricas oxidadas repartidas como lápidas de tumbas por todo el paisaje de nuestra nación; un sistema educativo bien financiado, pero que deja a nuestros jóvenes y hermosos estudiantes privados de todo conocimiento; y la delincuencia y las pandillas y las drogas, que se han llevado demasiadas vidas».

Esa descripción, cierta aunque unilateral y sesgada, podría tener dos formas de remedio, fuera de una revolución social por ahora imposible en USA. O se plantea una reforma democrática como la que encarnaba el progresista Bernie Sanders en las primarias demócratas. O una receta más bárbara e imperial como la que propuso Trump, que tuvo 3 millones de votos menos que Clinton pero igual ganó la presidencia gracias al obsoleto Colegio Electoral.

Fuente: http://www.laarena.com.ar/opinion-sus-blancos-son-mexico-cuba-y-china-ademas-de-musulmanes-1113396-111.html