Los acontecimientos del 19 y 20 diciembre de 2001 en Argentina dejaron su marca, como suele ocurrir con todo hecho histórico de magnitud, no solo en la política del país, sino también en su cultura: por ejemplo en el periodismo -ver la compilación titulada La Comuna de Buenos Aires, con entrevistas y artículos de María […]
Los acontecimientos del 19 y 20 diciembre de 2001 en Argentina dejaron su marca, como suele ocurrir con todo hecho histórico de magnitud, no solo en la política del país, sino también en su cultura: por ejemplo en el periodismo -ver la compilación titulada La Comuna de Buenos Aires, con entrevistas y artículos de María Moreno-, y en la literatura -en relatos, novelas y poesía-. Un libro aparecido en 2004, El grito, primera novela de Florencia Abbate, acaba de ser reeditado por la cordobesa Eduvim. Allí, la autora recupera aquel «diciembre caliente», de estallido de la economía, con rebeliones populares y luchas, y la posterior caída de ministros y presidentes. Pero lo hace mediante un trabajo especial. En parentesco con varios relatos que fueron compilados en Los días que vivimos en peligro (un conjunto de narraciones que tomaron momentos críticos y/o de crisis de la historia argentina, y donde hay un cuento «del 2001»: «El título», de Federico Jeanmaire), El grito se hace eco de aquellos episodios decembrinos, pero sin pretender reproducirlos (ni en clave realista, ni naturalista). Como en sordina ante el ruiderío de aquel gran «quilombo argentino», Abbate, tras comenzar su libro con una cita de Borges (quien, en uso de «licencia poética popular», habla del azar: la realidad de nuestro país sería algo así como «una lotería»), narra cuatro historias, tituladas llamativamente «Marat-Sade», «Luxemburgo», «Warhol» y «Nietzsche».
Novela de contrastes, los personajes principales de El grito se encuentran, por lo general, alejados del épico terreno de «la acción». Con «sujetos sujetos a la época«, las cuatro narraciones, conectadas en algún vértice de la historia, se construyen por medio de una acumulación de discursos, en diversos formatos, incluyendo el epistolar. Cada personaje posee una pesada «carga mental», que lo lleva a explayarse, profusa, abundantemente, en cada pensamiento y parlamento, al igual que en sus acciones.
Con un fondo (o trasfondo) de tintes periodísticos/sociológicos, El grito compone, a ritmo vertiginoso, «la ideología» de los personajes: un imaginario de ribetes naif, tipo «new age«, «noventista», como también lo tienen -cada una a su modo- las novelas Infierno Albino, de Sergio Bizzio, y Vivir afuera (además de los capítulos finales de En otro orden de cosas) de Fogwill. Lenguas y lenguajes, públicos y privados, con sus marcas de época, modos de vida (Puerto Madero, el Country, la TV, el zapping y MTV) e imaginarios diversos. Speechs que, cada uno con su particularidad, funciona como la voz (modulada, «literaria») de una época: la de la modernización («globalización») neoliberal.
Abbate hace lo suyo a partir de un cruce de significaciones: lo histórico, lo político-social y lo individual, «producto de época» (atomizada, individualista, competitiva, desesperada, desleal, arrogante y derrotista al mismo tiempo, envidiosa y desquiciada, etc.). Cruces que hacen (y se suman) al «realismo delirante», marca de fábrica de Alberto Laiseca.
Más que «novela de época», «novela de método»: El grito, tal como el libro que le sucede, Magic Resort -en el que también los derroteros (vitales, mentales, anímicos) de los personajes se enmarcan en nuestra «contemporaneidad mediático-globalizada»-, hace resonar el ímpetu y la decepción individual junto al «caos» social, generando así un efecto de «extrañamiento» en los personajes, la alienación y la falta de comprensión que los caracteriza, ubicados ellos, su castigada subjetividad, entre el «viejo» y el nuevo siglo.
Fuente: http://letras.s5.com/dpar111216.html
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