Un 1º de mayo, el presidente de Estados Unidos se dirigió al país y anunció una victoria militar. El 1º de mayo del año 2003, el Presidente George W. Bush vestido con un ajustado traje de piloto de guerra ingresó con aire resuelto a la cubierta del portaaviones USS Lincoln. Bajo una pancarta que decía […]
Un 1º de mayo, el presidente de Estados Unidos se dirigió al país y anunció una victoria militar. El 1º de mayo del año 2003, el Presidente George W. Bush vestido con un ajustado traje de piloto de guerra ingresó con aire resuelto a la cubierta del portaaviones USS Lincoln. Bajo una pancarta que decía «Misión Cumplida,» Bush declaró: «Compatriotas estadounidenses, las principales operaciones de combate en Irak han finalizado. En la guerra de Irak, Estados Unidos y nuestros aliados hemos triunfado.»
Eso sucedió ocho años antes del día en que el Presidente Barak Obama, sin traje de piloto y sin paso decidido y arrogante, diera el sorpresivo anuncio de que Osama bin Laden había sido asesinado durante una misión militar estadounidense (en un barrio residencial de una ciudad de Pakistán, no de Afganistán, cabe remarcar): «Esta noche puedo informar al pueblo estadounidense y al mundo que Estados Unidos llevó a cabo una operación que dio muerte a Osama bin Laden, líder de Al Qaeda y terrorista responsable del asesinato de miles de hombres, mujeres y niños inocentes.»
La guerra de Estados Unidos en Afganistán se ha transformado en la más larga en la historia de Estados Unidos. Los noticieros informan sumariamente que «El Talibán dio inicio a su ofensiva de primavera» como si fuera el lanzamiento de la línea de primavera de una marca de ropa. El hecho es que esta primavera viene dando señales de que va a ser la más violenta de la guerra, o como me dijo el valiente periodista Anand Gopal desde Kabul el martes: «Cada año fue más violento que el año anterior, por lo que sólo se trata de la continuación de esa tendencia. Sospecho que lo mismo se podrá decir del próximo verano. Muy probablemente sea el verano más violento desde 2001.»
Regresemos a aquel fatídico año. Poco después de los ataques del 11 de septiembre, el Congreso aprobó dar autorización al Presidente Bush para iniciar la guerra. La resolución fue aprobada en el Senado con 98 votos a favor y ninguno en contra, luego fue aprobada en la cámara baja con 420 votos a favor y 1 en contra. Ese único voto contra la invasión a Afganistán fue emitido por la Congresista de California Barbara Lee. El discurso de oposición a la Resolución Conjunta del Congreso n° 64 que dio en la cámara aquel 14 de septiembre debería ser de lectura obligatoria:
«Me pongo de pie hoy con el corazón apesadumbrado, lleno de tristeza por las familias y los seres queridos que fueron asesinados y heridos en Nueva York, Virginia y Pennsylvania. Solo los más tontos o los más despiadados no comprenderían el dolor que ha paralizado al pueblo estadounidense y a millones de personas en todo el mundo. El 11 de septiembre cambió al mundo. Ahora nos acechan nuestros miedos más profundos. Sin embargo, estoy convencida de que la acción militar no evitará otros actos de terrorismo internacional contra Estados Unidos. Esta resolución será aprobada aunque sabemos que el presidente puede declarar una guerra incluso sin ella. Sin embargo, por más difícil que sea esta votación, algunos de nosotros debemos exhortar a la moderación. Nuestro país está de luto. Algunos de nosotros debemos decir: retrocedamos un momento, hagamos una pausa, tan sólo por un minuto, y pensemos bien en las repercusiones de nuestras acciones de hoy, para que esto no se salga de control. Dudé muchísimo acerca de esta votación, pero hoy logré hacerle frente con sensatez. Durante el profundamente doloroso y aún así muy bello servicio en memoria de las víctimas comprendí que debía oponerme a esta resolución. Como dijo muy elocuentemente un miembro del clero: ‘En nuestras acciones, no permitas que nos convirtamos en el mal que deploramos.'»
Diez años después de su valiente discurso, la Congresista Lee, cuya postura contraria a la guerra se está convirtiendo cada vez más en la norma, pretende la revocación de esa resolución de guerra.
«Esa resolución fue un cheque en blanco, Amy. Al leer la resolución se observa que no estaba orientada a Al Qaeda ni a país alguno. Decía que el presidente está autorizado a usar la fuerza contra cualquier país, organización o individuo que considere responsable o vinculado a los ataques del 11/9. Era un cheque en blanco que autorizaba a usar la fuerza. No era una declaración de guerra, y sin embargo desde ese momento hemos llevado adelante la guerra más larga de la historia estadounidense hasta el momento, diez años, y aún no hay definido un plazo para su finalización.»
La Congresista Lee reconoce que Obama «se comprometió a comenzar una retirada significativa de tropas en julio». Pero, ¿qué significado tiene la retirada de soldados en una guerra cuando permanecen en el terreno una gran cantidad de contratistas militares? En este preciso momento, los cien mil contratistas (a quienes muchos llaman «mercenarios») superan en número a los soldados estadounidenses desplegados en Afganistán.
Gopal afirma que: «Estados Unidos es en realidad una fuerza fundamental de inestabilidad en Afganistán. Esto se da en dos sentidos. Estados Unidos y sus aliados se alían con actores locales como caudillos, comandantes y funcionarios del gobierno que se han convertido en una verdadera pesadilla para los afganos, en especial en el campo. Por otra parte están las acciones militares, redadas nocturnas, irrupciones en los hogares de la población, ataques aéreos, de eso se trata la vida cotidiana bajo la ocupación.»
El realizador de cine Robert Greenwald se asoció a veteranos del ejército contrarios a la guerra para producir el documental «Repensar Afganistán», una serie de varias películas sobre la guerra que se encuentra disponible en rethinkafghanistan.com. En respuesta a la muerte de bin Laden, lanzaron una nueva petición para presionar al gobierno a que traiga de regreso a los soldados. Lee apoya esta petición: «No exagero al afirmar lo importante que es para nuestra democracia. Todas las encuestas demuestran que actualmente más de un 65 o 70 por ciento de la población está cansada de la guerra y entiende que es necesario poner a nuestros jóvenes hombres y mujeres, fuera de peligro. Se han comportado valientemente y bien. Han hecho todo lo que les hemos pedido. Ya es tiempo de traerlos de regreso a casa.»
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Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.