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Amnistía recoge testimonios de víctimas de 'sitios negros' de la CIA

Tres yemeníes relatan a AI en la prisión de Sana la odisea vivida desde su secuestro en 2003 y su paso por varios centros clandestinos

Fuentes: El Mundo

«Ellos vinieron a coger a mi padre durante la noche, como unos delincuentes». Son las palabras de Fatima al-Assad, de 12 años, recogidas por la investigadora de Amnistía Internacional Anne Fitzgerald en su informe EEUU/Yemen: Detención secreta en los ‘sitios negros’ de la CIA, que hoy ha dado a conocer la organización humanitaria. La pequeña […]

«Ellos vinieron a coger a mi padre durante la noche, como unos delincuentes». Son las palabras de Fatima al-Assad, de 12 años, recogidas por la investigadora de Amnistía Internacional Anne Fitzgerald en su informe EEUU/Yemen: Detención secreta en los ‘sitios negros’ de la CIA, que hoy ha dado a conocer la organización humanitaria.

La pequeña Fatima es la hija de Muhammad al-Assad, víctima, al igual que Salah ‘Ali y Muhammad Bashmilah (los tres yemeníes) de los ya siniestramente famosos secuestros de sospechosos de Al Qaeda que realiza la CIA o sus intermediarios en distintos lugares del planeta. En este caso, al menos, hubo la posibilidad de ver y entrevistar a los prisioneros, en la prisión yemení de Sana, lo que demuestra, según el informe de Amnistía, que esos sitios negros controlados directamente por la CIA o por servicios de Inteligencia aliados, no sólo están reservados a detenidos de alto valor, sino también a muchos capturados de forma totalmente arbitraria.

Los tres fueron trasladados a Yemen el 5 de mayo de 2005 desde distintos centros de detención secretos donde se encontraban desaparecidos desde 2003. Cada uno de ellos estuvo totalmente aislado durante esos dos años.
En el caso de Muhammad al-Assad, fue arrestado el 26 de diciembre de 2003 en su casa en Dar-es-Salaam, en Tanzania, donde vivía desde 1985. Terminaba de cenar con su esposa tanzana, Zahra Salloum y familiares de ella. Personal de inmigración lo citó para que se presentara en una oficina gubernamental con su pasaporte y su teléfono móvil. Nada más entrar en ella le pusieron una capucha en la cabeza y le ataron las manos a la espalda.

Allí comenzaría su odisea. Al-Assad fue introducido en un coche y trasladado a un aeropuerto, desde donde fue transportado en un pequeño avión a un lugar que supone era en algún país del Este de Africa. Encerrado en una sucia celda, fue interrogado por una mujer de piel blanca y acento norteamericano, vestida con ropas civiles, que usaba los servicios de un traductor.

Las sospechas sobre él estarían basadas en que seis años antes de su captura habría salido de garante para el registro en Tanzania de una organización de caridad saudí, la Al-Haramiain Islamic Foundation, considerada por la CIA a partir del 11-S como sospechosa de servir para financiar al terrorismo islámico. A pesar de ser interrogado varias veces al día sobre sus empleados y conocidos, no llegó a ser torturado. Semanas después fue encapuchado y trasladado de nuevo en avión a otro lugar y el último traslado a un sitio negro fue en abril de 2004.

Las detenciones de Salah ‘Ali y Muhammad Bashmilah, efectuadas dos meses antes que la de Al-Assad, estarían ligadas directamente con su reconocimiento de que habían estado en Afganistán. Ambos sufrieron por separado similares torturas y estuvieron en manos de guardias vestidos todos de negro, como verdaderos ninjas.Durante día y noche tenían la luz eléctrica de sus celdas encendidas y los viernes, ambos, que no tenían contacto entre sí, eran llevados a la ducha, a un lugar con capacidad para unas 20 personas.

En el caso de Salah ‘Ali fue detenido en Indonesia, en agosto de 2003, cuando el tren en el que viajaba con su esposa paró en Surabaya. Fue trasladado a Jordania donde fue torturado brutalmente antes de ser transportado a Tailandia y posteriormente a Yemen, donde inicialmente las autoridades negaban a sus familiares que se encontrara en su poder.
Una suerte similar corrió Muhammad Bashmilah, quien fue capturado en Jordania tras reconocer a funcionarios de inmigración que en 2000 había estado en Afganistán. El padeció torturas aún más severas que Salah ‘Ali tanto en Jordania como en otros centros controlados por la CIA, posiblemente en Irak o en algún país de Europa del Este, antes de llegar a Yemen en 2005.

Según las autoridades de Yemen, la embajada de EEUU les avisó de la llegada de los tres prisioneros sólo 24 horas antes. Amnistía Internacional denuncia que a pesar de no existir cargos contra los tres prisioneros, el Gobierno yemení los retiene «en espera de que lleguen de EEUU los informes sobre ellos» lo que demuestra su grado de subordinación.