Una promesa en la campaña electoral del ahora presidente de Estados Unidos Donald Trump que en Latinoamérica tuvo muchos aplausos fue la de que «es tiempo ya de que Washington deje de seguir ejerciendo el papel de gendarme global y se ocupe más de sus propios asuntos domésticos». Razón principal para esta ponderación es que […]
Una promesa en la campaña electoral del ahora presidente de Estados Unidos Donald Trump que en Latinoamérica tuvo muchos aplausos fue la de que «es tiempo ya de que Washington deje de seguir ejerciendo el papel de gendarme global y se ocupe más de sus propios asuntos domésticos». Razón principal para esta ponderación es que Estados Unidos ocupa el pináculo de un orden mundial en cuyo diseño fueron los propios Estados Unidos quienes jugaron el papel central, lo que trajo como consecuencia que ningún otro país haya sido favorecido tanto en todos los órdenes como los propios Estados Unidos.
Thanassis Cambanis, columnista del Boston Globe, constata en su blog thanassiscambanis.com., que: «Estados Unidos encabeza un orden mundial que podrá tener alguna que otra garantía de beneficios para otros países, pero ha sido creado en gran parte en torno a nosotros: para enriquecer a los estadounidenses en los negocios; para proteger a este país en materia de creación de empleos y beneficios para el complejo militar industrial estadounidense, y para asegurar que Estados Unidos conserve, tanto como sea posible, su posición de superpotencia dominante.
En lugar de gendarme global, es más exacto calificar a Estados Unidos de accionista mayoritario de todo el mundo, ya que invierte sus recursos en la estabilidad global menos por caridad que por interés propio». Es cierto que el ejercicio por Washington del papel de «policía global» se traduce en el control de muchos factores de las relaciones económicas en beneficio del gobierno estadounidense y sus corporaciones. Es evidente que Trump quiere ser visto como una fuerza que se proyecta a escala mundial, es pensable que su intención será la de ampliar las asignaciones presupuestarias para la defensa de los Estados Unidos. Y si quiere que le consideren un hombre fuerte, tendrá que mantener el garrote siempre en alto. Es quizás es por ello que los analistas especializados en la predicción de asuntos globales no aceptan el pronóstico de que Trump habrá de abandonar motu proprio la función de «gendarme mundial» de Estados Unidos sino que solo lo haría cuando se vea atrapado contra la línea de fondo sin otra alternativa.
A raíz de la segunda guerra mundial, Estados Unidos construyó una red de instituciones que tenían como objetivo reducir el riesgo de otra conflagración mundial. Las Naciones Unidas servirían como entidad política y diplomática encargada de reducir la posibilidad de una guerra accidental entre las superpotencias y crear vías para la solución de eventuales conflictos.
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional fueron diseñados para minimizar el riesgo de otra gran depresión. Una serie de otras instituciones surgieron en la misma línea. Con las huellas del fascismo aún frescas, Washington temía a los atractivos del comunismo e hizo varios movimientos pragmáticos con visión de futuro. Diseñó el Plan Marshall para Europa, pensado que ese continente pudiera recuperarse económicamente y emerger para convertirse en un aliado fundamental de Estados Unidos y sobre todo en mercado rentable para sus empresas.
La ocupación militar de Estados Unidos en Japón y Corea del Sur decretó reformas progresistas y redistribuciones de tierras para flanquear las propuestas de los comunistas. Ciertamente USAmérica ha financiado la mayor parte de las instituciones internacionales, pero no lo ha hecho por altruismo. La inversión se ha recuperado muchas veces. Han sido útiles para el mundo en general, pero sobre todo extremadamente útiles para Estados Unidos. Comoquiera que el papel de Estados Unidos en la construcción de este modelo es costoso, algunos funcionarios estadounidenses e ideólogos neoconservadores han planteado la necesidad de que la «Vieja Europa» pague más por su defensa.
Coinciden en ello con Trump al sostener que Europa ha sido capaz de obtener un lucro económico mayor gracias al parasitismo que representa hacer que EEUU cargue sobre sus hombros el mayor peso de su seguridad en la OTAN. En 2015, Washington gastó más en defensa que el conjunto de las siguientes siete naciones con mayores presupuestos para este rubro.
Dentro del mundo de Trump (Trumpworld), no hay duda que existe una grieta real sobre esta problemática. De una parte están los aislacionistas-nacionalistas, que se orientan a que Washington minimice los recursos que destina al logro de sus fines ideológicos. De la otra, están los «internacionalistas» que aprecian conveniente mantener la supremacía de Estados Unidos en los asuntos mundiales por el lucro que deriva de ello la superpotencia. Cuando llegue el momento de elegir entre alguno de los dos caminos, Trump podría verse atrapado entre la noción de ser un fortín aislado -a la que está emocionalmente conectado- y otra, internacionalista, basada en el cálculo bruto de ganancias y poder, que podría generar más de un ganador.
Blog del autor: http://manuelyepe.wordpress.