Un estudio apunta que subir el salario mínimo podría reducir las tasas de suicidio, sobre todo cuando el desempleo es alto, y que hacerlo podría haber evitado decenas de miles de suicidios en el último cuarto de siglo.
El salario mínimo establecido en EE.UU. a nivel federal es de 7.25 $, aunque en muchos estados se ha establecido más alto. Entre 1990 y 2015, aumentar el salario mínimo en 1 $ en cada estado podría haber salvado más de 27.000 vidas, según un informe publicado esta semana en el Journal of Epidemiology & Community Health. Un aumento de 2 $ en el salario mínimo de cada estado podría reducir la cifra de suicidios en más de 57.000.
“Esta parece ser una manera de mejorar el bienestar de las personas y sus familias con empleos de salarios más bajos”, según John Kaufman, principal autor del estudio y doctorando en epidemiología por la Universidad de Emory.
Un punto clave descubierto por la investigación fue que aumentar el salario mínimo parece reducir más la tasa de suicidios cuando es más difícil encontrar trabajo. En las malas épocas de la economía, un aumento de 1 $ podría salvar a más personas que en una buena época.
“Cuanto mayor es el desempleo, más fuerte parece ser ese efecto protector”, dice Kaufman.
Los investigadores encontraron que, durante la última recesión después del pico de desempleo de 2009, podrían haberse evitado 26.000 muertes con una divisa de 2 $ en el salario mínimo.
El informe se centró en adultos con mejor nivel educativo porque ese grupo de población es quien más probabilidades tiene de ganar el salario mínimo. Ese grupo también tiene un riesgo más elevado de depresión y mayores tasas de suicidio, dice Kaufman. Aumentar el salario mínimo no pareció afectar a las cifras de suicidio en población con educación universitaria.
Varias investigaciones están explorando las conexiones entre economía y bienestar. El estudio es el tercero en menos de un año que muestra que las subidas del salario mínimo pueden reducir las tasas de suicidio, comenta Alexander Tsai, profesor asociado de psiquiatría en el Hospital General de Massachusetts de Harvard, que no participa en la investigación.
Un documento de trabajo publicado por la Oficina Nacional de Investigación Económica en abril de 2019 estimó que aumentar el salario mínimo y el crédito tributario por ingresos laborales en un 10% cada uno podría evitar que 1.230 personas se suiciden cada año.
Lo que aporta de nuevo el estudio dirigido por Kaufman, dice Tsai, es el descubrimiento de que los aumentos salariales reducen más las tasas de suicidio cuando el desempleo es más alto.
Estos informes son parte de un creciente interés en la relación entre salud y salario mínimo, dice. Entre alrededor de 30 estudios que relacionan las subidas con una serie de mejoras en la salud, Tsai estima que la mayoría de han publicado en los últimos cinco años.
Tsai también investiga cómo la situación de la economía afecta a la salud. Es el autor principal de un estudio, publicado en JAMA Internal Medicine, que encontró que las sobredosis de opioides aumentaron en un 85% en las regiones donde habían cerrado plantas automotrices en los cinco años anteriores.
“En muchas zonas del país, estamos viendo que el sueño americano no existe para mucha gente”, dice.
Para saber si el salario mínimo está relacionado con las tasas de suicidio, Kaufman y su equipo analizaron ambos datos por meses en cada estado, entre 1990 y 2015. Introdujeron las cifras en un modelo matemático que mostró, como promedio, que con cada aumento de 1 $ en el salario mínimo, la tasa de suicidios se reducía en entre un 3.5% y un 6%. Cuando agregaron las tasas de desempleo al modelo, descubrieron que el efecto de cada aumento de 1 $ parecía ser mayor cuantas más personas estaban desempleadas.
Debido a que el estudio analizó los datos a nivel estatal y no a nivel individual, “no muestra por qué el aumento salarial parece reducir las tasas de suicidio”, comenta Kaufman vía correo electrónico.
Sin saber exactamente el motivo, no hay suficiente evidencia para justificar el aumento del salario mínimo, dice Aparna Mathur, economista del American Enterprise Institute, de ideología conservadora.
“A primera vista, parece que la idea tiene sentido”, dice, pero “el análisis está a un nivel tan agregado que no se entiende la relación”.
El estudio también necesita datos más detallados antes de poder descartar el impacto potencial de programas como el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria o los cupones de alimentos, que según ella podrían tener efecto protector frente al suicidio. (Kaufman dice que su estudio incluye el efecto de otro programa dedicado a población con bajos ingresos, ayuda a familias con hijos dependientes y asistencia temporal para familias necesitadas).
Centrar el estudio en el suicidio puede enmascarar otros impactos que son menos dañinos pero también importantes, dice Mathur. Los aumentos en el salario mínimo podrían hacer que los empleadores despidan o limiten la contratación de nuevo personal. En ese caso, “podrían no suicidarse, pero aún podrían empeorar su situación [económicamente]”, comenta.
Ante la inexistencia de una explicación directa a la relación entre el aumento del salario mínimo y las tasas más bajas de suicidio, Kaufman está diseñando una futura investigación para ver si la depresión, un factor de riesgo para el suicidio, también disminuye a la par de los aumentos salariales.
“Hay mucha información por averiguar que clarificaría las zonas oscuras en este tema”, pero los datos que tienen sugieren que el aumento del salario mínimo podría ser una intervención eficaz para prevenir suicidios, dice Kaufman.
El estudio plantea otras cuestiones sobre cómo un aumento del salario mínimo podría afectar a la salud mental, dice Tsai. Exploró la idea de que los intentos de suicidio, que se dan entre 20 y 30 veces por cada suicidio consumado, también pueden disminuir con salarios mínimos más altos. Del mismo modo, los salarios más elevados podrían ayudar a las familias con una mayor estabilidad económica para sus hijas e hijos. Esto, a su vez, hace que sean menos propensos a sufrir episodios adversos durante la infancia, como son la violencia de género y el maltrato infantil, que pueden dañar la salud física y mental hasta la edad adulta.