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Un repaso a los 100 años del PCE en Asturies: de la guerrilla antifranquista a la Junta Democrática y la lucha por la democracia en los últimos años de la dictadura

Un siglo de comunismo con acento asturiano (II)

Fuentes: Nortes [Imagen: Cartel de Picasso en apoyo a las huelgas de la minería asturiana].

Tras la caída de Asturies en manos del Ejército franquista, echarse al monte va a ser la única manera de muchos milicianos y militantes de izquierdas para escapar de la cárcel y de los pelotones de fusilamiento. La transformación de los fugaos en la “guerrilla antifranquista” tendrá lugar durante la Segunda Guerra Mundial, cuando bajo el liderazgo de Jesús Monzón el PCE trate de emular las resistencias europeas contra el nazismo creando la Unión Nacional Española y su correspondiente brazo armado. Aunque inicialmente los fugaos no solo eran militantes comunistas, será el PCE la organización que más recursos y esfuerzos ponga en convertir a esos grupos de supervivientes en el embrión de un Ejército guerrillero para derrocar a la dictadura. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial el partido introducirá armas y militantes desde el exterior para fortalecer la guerrilla asturiana y dotarla de una mayor capacidad ofensiva. Los sabotajes, atracos y atentados serán las principales actividades de los grupos guerrilleros, que comenzarán a languidecer en torno a 1948, tanto por los golpes de la policía, como por la decisión del PCE de dar por clausurada una vía insurrecional que a todas luces había fracasado. Las esperanzas de un franquismo incapaz de sobrevivir a la caída de Hitler y Mussolini se desvanecían. La Guerra Fría había convertido a Franco en un aliado imprescindible de los EEUU en el sur de Europa. La dictadura se consolidaba.

El grupo guerrillero “Los Caxigales”. Foto: Constantino Suárez/Museu del Pueblu d´Asturies.

Tras el fracaso de la vía guerrillera, el PCE atravesará un periodo de desorientación y larga travesía por el desierto del que no comenzará a salir hasta principios de los años 60. Militantes que entran y salen de las cárceles tratan de reconstruir y poner en pie la organización, pero su acción se limita en la mayoría de los casos a realizar reuniones y editar y repartir propaganda ilegal. Poco más pueden hacer. La de los 50 será una década de esforzados y fallidos intentos por reconstruir el partido en las fábricas y las minas, permanentemente desarticulados por la acción policial. Ni la Jornada de Reconciliación Nacional de 1958, ni la posterior Huelga Nacional Pacífica de 1959 tendrán el efecto esperado. Será finalmente en la primavera de 1962 cuando la huelga en la minería asturiana devuelva al partido el protagonismo en la organización de una acción de masas. Hombres y mujeres del PCE jugarán un papel clave en el sostenimiento de una huelga que pillará a la dictadura por sorpresa, obligando incluso al régimen a negociar con los trabajadores y hacer concesiones.

Portada de Mundo Obrero sobre la huelga de la minería asturiana.

Tras esta movilización, que tendría un gran impacto en España y en todo Europa, vendrá la represión contra los líderes de la huelga. El régimen no podía dejar impune un movimiento que le había desafiado, que se había contagiado a otros sectores laborales y que además tendría una notable repercusión internacional, contribuyendo con ello a deteriorar la imagen de normalidad que la dictadura pretendía proyectar hacia el exterior. En agosto de 1962 se producían detenciones y la deportación de 126 mineros a diferentes regiones de España. A pesar de ello el movimiento obrero lograría recomponerse y lanzar una segunda y tercera huelga en 1963 y 1964. Tras una larga década de desorientación estratégica, el trabajo en las empresas comenzaba a dar sus frutos con la formación de las primeras comisiones obreras, de carácter muy asambleario, origen de lo que posteriormente será el nuevo sindicato CCOO, y en cuya fundación no solo estuvieron militantes comunistas, sino también trabajadores católicos. El entendimiento con estos sectores progresistas del catolicismo desde finales de los 50 y principios de los años 60 sería clave para ensanchar la base del nuevo movimiento obrero y democrático.

Construcción de ENSIDESA

Aunque los mineros seguían siendo la espína dorsal del movimiento obrero y del comunismo asturiano, a lo largo de la década de los 60 el partido comenzará a crecer en otros sectores: sobre todo trabajadores del metal, estudiantes y algunos empleados de banca y del sector servicios. Xixón, con una composición social mucho más diversa que el resto de ciudades asturianas, más especializadas en un solo sector económico, va a conocer en la segunda mitad de los años 60 un notable crecimiento del partido y en general del antifranquismo, tanto obrero como estudiantil y cultural. Trabajadores de la siderurgia, la industria naval y de empresas menores del metal, mujeres de los barrios obreros, estudiantes y profesores, e incluso algunos profesionales y empleados del sector servicios, confluyen en un partido local que crece hasta el punto de que buena parte de la dirección regional es también en esos años gijonesa. El historiador Rubén Vega ha destacado como la llegada de trabajadores de las cuencas a Xixón reforzaría el antifranquismo local, mientras que las estrategias paternalistas desplegadas por el Estado en Avilés, retrasarían en comparación el desarrollo del movimiento obrero y democrático en la otra gran ciudad fabril asturiana, que además se nutre de una clase trabajadora de origen campesino, y por lo tanto con menor tradición político y sindical. Los militantes clandestinos se encontrarán con grandes dificultades para penetrar tanto en ENSIDESA, la gran siderurgia pública, como en el resto de empresas de la comarca, así como para extender su influencia a otros frentes de lucha, como el vecinal y el cultural. En 1971 la policía desarticula además el comité local del PCE avilesino. La organización tardará dos años en recomponerse de ese duro golpe. El desarrollo del PCE en Avilés tendrá lugar de forma tardía, ya en la última fase terminal de la dictadura, y sobre todo durante la Transición.

Manifestación contra la guerra de Vietnam en Oviedo/Uviéu, abril de 1967.

No obstante, llegados a los años 60, el antifranquismo no solo era cuestión de obreros. También comenzaba a contagiarse a sectores de las clases medias y del mundo cultural. El 28 de abril de 1967 tendría lugar la manifestación contra la Guerra de Vietnam en la calle Uría de Oviedo/Uviéu, organizada por los primeros focos de estudiantes antifranquistas. En la marcha, rapidamente disuelta por la policía, participan militantes del PCE, del Frente de Liberación Popular, y otros muchos sin filiación política. El movimiento universitario se convertirá en una nueva cantera de militantes y cuadros del partido. Asimismo, muchos de estos estudiantes antifranquistas, una vez licenciados, se convertirán en agitadores sindicales en nuevos espacios laborales como la sanidad pública, la educación o la banca, a los que hasta entonces no había llegado el movimiento obrero. Nacía un nuevo sindicalismo de cuellos blancos. El hospital psiquiátrico de La Cadellada, en Oviedo/Uviéu, será en 1973 escenario de una importante huelga de jóvenes médicos en la que se mezclaban tanto las reivindicaciones laborales como las ansias de los nuevos psiquiatras por modernizar la institución y trasladar al manicomio carbayón las nuevas corrientes internacionales de la llamada anti-psiquiatría.

Hospital psiquiátrico de La Cadellada, Oviedo/Uviéu, en los años 60.

Zonas de libertad. Así se refería el PCE a la posibilidad de construir espacios de democracia en medio de la dictadura. Aprovechando los escasos resquicios legales que dejaba el régimen al asociacionismo, el PCE junto a otros sectores antifranquistas va a impulsar un nuevo asociacionismo cultural que recuperaban la rica tradición de los ateneos y casas del pueblo previos a la Guerra Civil. Se trataba de desarrollar lo que entonces se daría en llamar, en la terminología del partido, la alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura. Así nacen Amigos de Mieres, la Sociedad Cultural Gijonesa o el Club Cultural de Oviedo. Será este nuevo tejido asociativo el que impulse a partir de 1972 la multitudinaria Fiesta de la Cultura en la gijonesa carabayera de Los Maizales.

Fiesta de la Cultura en Xixón durante la Transición.

También a finales de los años 60 se dan los primeros pasos para tratar de penetrar en el mundo campesino, que había vivido en 1966 una inesperada huelga de ganaderos contra los bajos precios de la leche. A pesar del apoyo de militantes del partido a la extensión y prolongación de este conflicto, los intentos de formar unas comisiones campesinas fracasarían. Algo más de suerte tendría el Movimiento Democrático de Mujeres, intento por parte de la dirección de aumentar la audiencia femenina de un partido muy masculino. El Movimiento, que da sus primeros pasos en Asturies en 1968, agrupaba a militantes obreras y universitarias, editaba su propio boletín clandestino, Mundo Femenino, y unía a las reivindicaciones generales antifranquistas otras específicamente femeninas, como el derecho al empleo y la independencia económica. También en el mundo de los católicos se van a dar avances. A la colaboración puntual con sectores progresistas de la Iglesia se va a unir la entrada, ya como militantes, de algunos católicos progresistas como Conchita Valdés o el sacerdote Manuel García Fonseca, El Polesu.

Juan Múniz Zapico con Horacio Fernández Iguanzo en 1970 en la cárcel de Segovia.

La persecución policial seguía y en mayo de 1969 el partido asturiano sufría un duro golpe con la detención de su líder Horacio Fernández Inguanzo. Nacido en 1911 en el concejo de Llanes, Horacio, más conocido como El Paisano, era maestro e hijo de un maestro socialista. Miliciano en la Guerra Civil, pasaría en la postguerra por varias cárceles y campos de trabajo. Recuperada la libertad, desde los años 50 va a ser uno de los principales líderes y organizadores del partido. Sometido a un estricto régimen de clandestinidad, obligado a peregrinar de casa en casa para esconderse de la policía, tras su caída en manos de esta, el vacío dejado por su encarcelamiento será ocupado por una dirección colectiva en la que hay tanto dirigentes obreros como otros procedentes del emergente mundo profesional y universitario.

A partir de 1973 nuevos golpes policiales obligarán al profesor Vicente Álvarez Areces Tini a asumir mayores responsabilidades en la dirección del partido asturiano. Ese año se formará la Mesa Democrática, antecedente de la Junta Democrática de Asturias, constituida en marzo de 1975, junto a CCOO, el Partido del Trabajo de España y algunos independientes. Aunque muy lejos de la capiralidad de la Asamblea de Catalunya, el principal movimiento unitario impulsado en la España del tardofranquismo, la Junta llegará a desarrollar algunos organismos a nivel local, en ciudades y barrios con un especial dinamismo sociopolítico, y en la Universidad.

Pasaporte de Gerardo Iglesias

Al tiempo que se dan pasos en la política de alianzas con otras fuerzas políticas y sectores sociales, a inicios de 1975 CCOO logra superar varios años de dificultades y desorganización, y en febrero lanza dos jornadas de lucha que movilizan a 35.000 trabajadores en toda Asturies. Tras su salida de la cárcel, el minero Gerardo Iglesias y el trabajador del metal Francisco Alberdi van a liderar la reconstrucción de unas Comisiones Obreras asturianas que logran expandirse por toda la región, y que más allá de la minería, alcanzan una especial penetración y combatividad en las fábricas y astilleros gijoneses, de la mano de jóvenes trabajadores que sintonizan con una propuesta sindical que liga la lucha por las mejoras laborales y en la calidad de vida, con la recuperación de las libertades democráticas.

En vísperas de la muerte de Franco el partido ha logrado sobreponerse al acoso policial, distribuye cada semana unos 2.000 ejemplares del clandestino Mundo Obrero, ha reconstruido las Juventudes Comunistas, impulsa la Junta Democrática de Asturias, y juega un papel decisivo en los diferentes movimientos sociales que se oponen a la dictadura: obrero y estudiantil principalmente, pero también cultural y de mujeres. El 20 de noviembre de 1975 llega la muerte del dictador, la noticia más largamente esperada. Comienza la batalla por frustrar el proyecto de sus sucesores: un franquismo sin Franco.

Diego Díaz Alonso es historiador y activista social. Escribió en La Nueva España, Les Noticies, Diagonal y Atlántica XXII. Colabora en El Salto y dirige Nortes.

Fuente: https://www.nortes.me/2022/01/23/un-siglo-de-comunismo-con-acento-asturiano-ii/