Traducido del inglés para Rebelión por Atenea Acevedo
Hace tres meses Glenn Beck hizo la siguiente afirmación en su programa de radio: «Vivimos un momento en el que me parece que reivindicamos el movimiento por los derechos civiles. Ese movimiento ha sido profundamente distorsionado y manoseado […] Estamos del lado correcto de la historia. Estamos de parte de las libertades y las garantías individuales. ¡Carajo, vamos a reivindicar el movimiento por los derechos civiles! Retomaremos un movimiento que, desde siempre, ha sido nuestro».
Así promovía Beck la concentración por «recuperar el honor» que se llevó a cabo el sábado pasado en el Monumento a Lincoln, 47 años y un día después de que Martin Luther King pronunciara en aquel lugar su célebre discurso. Quien esto lee notará que Beck hablaba en primera persona del plural sin definir ese «nosotros», pero no sería descabellado suponer que hablaba de gente con la que puede sentirse identificado: personas acaudaladas, conservadoras, de 40 años y más, poseedoras de la habilidad de advertir destellos de socialismo y comunismo donde, curiosamente, nadie más los ve.
Si tomamos este supuesto por razonable, estaremos de acuerdo en que la afirmación de Beck respecto a esa primera persona del plural como arquitectos del movimiento por los derechos civiles es, por decir lo menos, una idea carente de todo sentido, mendaz, descarada… vamos, es obscena: equivale a robarse un legado y a profanar las tumbas de los mártires.
Corren tiempos raros. Tras oponerse al movimiento de lucha por la libertad en nuestro país en el siglo XX, algunos conservadores buscan, ahora que dicho movimiento goza de reconocimiento y veneración, apropiarse de su discurso y sus héroes a fin de recrearlo a su imagen y semejanza.
Así, hemos llegado a oír aseveraciones de que las palabras de Shirley Sherrod ante la NAACP (Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color) son una muestra de racismo o que Sarah Palin es el nuevo rostro del feminismo. Y a oír a los conservadores pregonar la probabilidad de que Martin Luther King votara por los republicanos… como si el partido, en 1957, se pareciera en algo a lo que es hoy.
En todo caso, la insolencia de Glenn Beck es inconmensurable. En todo caso, se ha pasado de la raya. ¿Acaso Beck forma parte del «nosotros» que fundó el movimiento por los derechos civiles? En absoluto. Veamos quiénes sí.
Ese «nosotros» abraza a Emmett Till, atado al ventilador de una despepitadora de algodón en las turbias aguas del Río Tallahatchie; a Rosa Parks, negándose a obedecer al chofer del autobús; a Diane Nash mientras esperaba, insomne, la llegada de desaparecidos activistas conocidos como freedom riders; a Charles Sherrod, esposo de Shirley, probando con cautela la efectividad del fin de la segregación en una estación de autobuses de Albany, Georgia; al aparcero que firma con una equis el formulario que recibe de manos de una universitaria blanca del norte; a celebridades como Harry Belafonte, Marlon Brando y Pernell Roberts de Bonanza, quienes pusieron sus nombres, fortunas y trabajo al servicio de la causa de la libertad.
Ese «nosotros» convoca a Medgar Evers, Michael Schwerner, Jimmie Lee Jackson, James Reeb, Viola Liuzzo, Cynthia Wesley, Andrew Goodman, Denise McNair, James Chaney, Addie Mae Collins y Carole Robertson, a quienes mataron a tiros, golpes o porrazos por defender esa causa.
Ese «nosotros» alberga a Lyndon Johnson en el momento de concretar una coalición legislativa de republicanos y demócratas moderados a fin de vencer a los intransigentes conservadores demócratas del sur y consagrar aquella causa en ley.
Y en ese «nosotros» está Martin Luther King, dando voz y claridad moral a la causa, y pagando por ello con su vida.
El «nosotros» al que pertenece Glenn Beck es el del rechazo y la negación, el que cada vez que la población negra y sus aliados exigían libertad se expresaba así: «Eso es socialismo, son unos comunistas, tiranos».
El éxito del fatuo e ignominioso intento por postular a los conservadores como el principal motor de los derechos civiles depende de la ignorancia del pueblo estadounidense. Por desgracia, cualquiera que haya visto un solo segmento de Jay Walking en The Tonight Show puede dar fe de la pingüe ignorancia de este pueblo.
De manera que el propósito de estas líneas, mientras Beck y sus feligreses del Tea Party se reúnen a la sombra de Lincoln para secuestrar el halo de Martin Luther King, es señalar esta verdad: algunos no somos ignorantes ni hemos perdido la memoria. Tenemos muy claro qué significa «nosotros»… y quiénes, aquí, no tienen cabida.