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¿Un Estado apartheid, un Estado binacional, o dos Estados independientes?

Una fantasía

Fuentes: zope.gush-shalom.org

Traducido para Rebelión por LB

Admiro al profesor John Mearsheimer. Su lógica rigurosa. Su presentación lúcida. Su raro coraje moral.

Me sentí muy honrado de acogerle a él y a su colega, el profesor Stephen Walt, en Tel Aviv, después de que su libro sobre el lobby israelí en los EEUU provocara una tsunami de protestas.

Y no estoy de acuerdo con sus conclusiones.

Hace unos días el profesor Mearsheimer dio una impresionante conferencia en Washington DC. Presentó un análisis profundo de las posibilidades que tiene Israel para sobrevivir a largo plazo. Todos los israelíes preocupados por el futuro de su Estado deberían reflexionar sobre ese análisis.

El profesor resume así sus conclusiones:

«Contrariamente a los deseos de la administración Obama y de la mayoría de los estadounidenses -incluyendo a muchos judíos estadounidenses-, Israel no va a permitir que los palestinos tengan un Estado propio viable en Gaza y Cisjordania. Lamentablemente, la solución de los dos Estados es hoy en día una fantasía. En realidad, esos territorios se incorporarán a un «Gran» Israel que será un Estado apartheid con grandes similitudes con la Sudáfrica que gobernaban los blancos. Sin embargo, un Estado apartheid judío no es políticamente viable a largo plazo. Al final se convertirá en un Estado democrático binacional cuya política estará dominada por los ciudadanos palestinos. En otras palabras, dejará de ser un Estado judío, lo que significará el fin del sueño sionista«.

¿Por qué cree el profesor que la solución de los dos Estados se ha convertido en una fantasía? Porque, en su opinión, la mayoría de los israelíes no están dispuestos a hacer los «sacrificios» necesarios para su implementación. Los 480.000 colonos judíos de Cisjordania y Jerusalén Oriental tienen un poder inmenso. Muchos de ellos se opondrán con las armas a cualquier solución. Binyamin Netanyahu no está dispuesto a aceptar un Estado palestino. El público israelí ha pivotado bruscamente hacia la derecha. Actualmente no existe en Israel ningún partido eficaz partidario de la paz. Tampoco se vislumbra ningún líder de estatura capaz de eliminar a los colonos. Y lo más importante: «Las creencias básicas del sionismo son profundamente hostiles a la noción misma de un Estado palestino«.

La salvación no vendrá de Barack Obama. El inmensamente poderoso lobby pro-israelí aplastará cualquier intento de Obama para ejercer presión sobre Israel. Obama ya ha capitulado ante Netanyahu, y continuará haciéndolo en el futuro.

El profesor no oculta su opinión de que la solución de los dos Estados es, con mucho, la mejor. Sin embargo, cree que está «muerta». El Gran Israel, gobernando sobre todo el territorio comprendido entre el Mar Mediterráneo y el río Jordán, ya es una realidad. Es un Estado apartheid cada vez más consolidado y cada vez más brutal -hasta el día en que que se desmorone.

ES un pronóstico aterrador. También es muy lógico. Si la evolución actual prosigue en línea recta, eso es exactamente lo que sucederá.

Pero yo no creo en líneas rectas. En la naturaleza las líneas rectas no abundan, y no hay líneas rectas en la vida de las naciones y los Estados.

En los 86 años de mi vida han sucedido innumerables cosas imprevistas y no han ocurrido un sinfín de cosas esperadas. El destino de las naciones está regido por factores inesperados. Lo moldean los seres humanos, que son criaturas de naturaleza impredecible.

¿Quién previó en 1928 que Adolf Hitler llegaría al poder en Alemania? ¿Quién en 1941 previó que el Ejército Rojo detendría a la invencible Wehrmacht? ¿Quién en 1939 previó el Holocausto? ¿Quién en 1945 previó la creación del Estado de Israel? ¿Quién en 1989 previó el colapso de la Unión Soviética? ¿Quién había previsto, el día antes de que ocurriera, la caída del muro de Berlín? ¿Quién previó la revolución de Jomeini? ¿Quién prevíó la elección de un presidente negro en EEUU?

Por supuesto, uno no puede hacer planes en base a lo inesperado. Pero debe tenerlo en cuenta. Es irracional descartar lo irracional.

No acepto el juicio del profesor de que «la mayoría israelíes se oponen a hacer los sacrificios que serían necesarios para crear un Estado palestino viable». Como israelí que vive y lucha en Israel, estoy convencido de que la gran mayoría de los israelíes están dispuestos a aceptar las condiciones necesarias, que son bien conocidas por todos: un Estado palestino con capital en Jerusalén Este, vuelta a las fronteras de 1967 con unos mínimos intercambios de territorio, y una solución mutuamente aceptable para el problema de los refugiados.

El verdadero problema es que la mayoría de los israelíes no creen que la paz sea posible. Decenas de años de propaganda los han convencido de que «no tenemos ningún socio para la paz». Los hechos sobre el terreno (tal como se los ve desde la óptica israelí) han confirmado este punto de vista. Si esta percepción se desvaneciera todo sería posible.

En esto el presidente Obama podría desempeñar un papel importante. Creo que ésa es su verdadera misión: demostrar que es posible. Que existe un socio [para la paz]. Que hay una garantía para la seguridad de Israel. Y -sí- que la alternativa es aterradora.

¿Es posible eliminar los asentamientos? ¿Habrá alguna vez un gobierno israelí que tenga las agallas para hacerlo? ¿Dónde está el líder capaz de acometer semejante hercúlea tarea?

El profesor tiene razón cuando afirma que «actualmente no hay nadie con semejante autoridad en la política israelí«. Y cuando afirma que «no existe ningún partido o movimiento significativo partidario de la paz «.

Sin embargo, la historia demuestra que a menudo los líderes excepcionales aparecen cuando se los necesita. En el curso de mi vida he tenido la oportunidad de ver cómo un político fracasado y mayoritariamente detestado llamado Winston Churchill se convertía en héroe nacional. Y a un general reaccionario llamado Charles de Gaulle liberar a Argelia. Y un gris apparatchik comunista llamado Mijail Gorbachov desmantelar un imperio enorme sin derramar una sola gota de sangre. Y la elección de un tipo llamado Barack Obama.

También he visto a un brutal general israelí llamado Ariel Sharon, el padre de los asentamientos, destruir varios de ellos. Sus intenciones pueden ser discutibles, pero los hechos son irrefutables: desafió el movimiento de los colonos -que el profesor Mearsheimer describe en toda su terrible amenaza-, y ganó fácilmente. Enfrentándose a la total oposición de los colonos y sus aliados, Sharon evacuó una veintena de asentamientos en la Franja de Gaza y en Cisjordania. Ni una sola unidad militar se amotinó. Ni una sola persona resultó muerta o herida de gravedad. Claro, hay una diferencia cuantitativa y cualitativa entre la «separación» de Sharon y la tarea que tenemos delante. Pero es un gran error ver a los «colonos» como una estructura monolítica. Están divididos en varios sectores diferentes: los habitantes de los barrios de Jerusalén Oriental no se parecen a los colonos de Cisjordania, los compradores de apartamentos baratos en Ariel y Maalé Adumim no se parecen a los zelotes de Yitzhar y Tapuach, los ortodoxos de Modi’in Illit y Emmanuel no se parecen a las «Juventudes de las colinas»(1).

Si se logra un acuerdo de paz será necesario abordar el trabajo de evacuación con determinación pero también con delicadeza. Para los habitantes de los barrios de Jerusalén Oriental deberá buscarse una solución en el marco del acuerdo sobre Jerusalén. Un gran número de colonos instalados cerca de la Línea Verde permanecerán donde están en el marco de un intercambio equitativo de territorio. Otra gran parte volverá a casa a poco que se les asegure que en el área metropolitana de Tel Aviv les aguardan apartamentos listos para acogerlos. Algunos de ellos podrían incluso llegar a un arreglo con el gobierno palestino. Al final, el núcleo duro de colonos mesiánicos no se rendirá fácilmente. Es posible que utilicen las armas. Pero un líder fuerte aguantará el embite si la gran mayoría de la opinión pública israelí apoya el acuerdo de paz.

La solución de los dos Estados no es la mejor solución. Es la única solución.

La alternativa no es un Estado democrático laico binacional, porque ese Estado no podrá materializarse. Ninguno de los dos pueblos lo desea.

Como el profesor sostiene con razón, en ausencia de paz Israel gobernará desde el mar hasta el río. La situación actual continuará y empeorará: el Estado soberano de Israel seguirá aferrándose a los territorios ocupados.

Quitando a un pequeño grupo de soñadores que caben en una habitación de tamaño medio, no hay israelíes que sueñen con vivir en un Estado binacional de mayoría árabe. Si tal Estado llegara a ver la luz los judíos de Israel simplemente emigrarían. Sin embargo, es mucho más probable que ocurra lo contrario, es decir, que los palestinos emigren mucho antes.

La limpieza étnica no tiene por qué adoptar la forma de una expulsión dramática como en 1948. Puede ocurrir silenciosa y gradualmente a medida que cada vez más y más palestinos simplemente se decidan por echar la toalla. Ése es el gran sueño de los colonos y de sus socios: hacer la vida de los palestinos tan miserable que acaben por coger a sus familias y marcharse.

Ocurra lo que ocurra, la vida en este país se convertirá en un infierno. No por un año, sino durante decenas de años. Ambas partes recurrirán a la violencia. La idea de una «resistencia palestina no violenta» es una quimera. La esperanza del profesor de que en un hipotético Estado binacional los palestinos no tratarían a los judíos como los judíos están tratándoles ahora a ellos ha sido desmentida por el ejemplo de los propios judíos, cuya experiencia secular de persecuciones no les ha impedido convertirse a su vez en perseguidores.

Existe una brecha en el análisis del profesor: no explica cómo el violento Estado apartheid israelí «evolucionará» hasta convertirse en un Estado binacional ideal. En su opinión, eso sucederá «eventualmente» al cabo de «algunos años«. ¿Cuántos? ¿Y cómo?

Vale, habrá presiones. La opinión pública mundial se volverá contra Israel. Los judíos de la diáspora se distanciarán. Pero ¿de qué forma hará todo eso que se cree un Estado binacional?

Las comparaciones con Sudáfrica no son razonables. No hay una verdadera similitud entre la situación que prevalecía allí y la situación que existe -o existirá en el futuro- aquí. A excepción de algunos métodos de persecución, todas las circunstancias, en todos los campos, son enormemente diferentes.

(Por mencionar sólo una cuestión: el régimen de apartheid sudafricano acabó cayendo no debido a la presión internacional, sino a causa de las masivas y devastadoras huelgas realizadas por el proletariado negro. En cambio, en este país las autoridades de ocupación hacen todo lo posible para impedir que los palestinos trabajen en Israel.)

Al final se trata de una cuestión de lógica: si la presión internacional no es capaz de convencer a los israelíes para que acepten la solución de los dos Estados –que no lesiona su identidad nacional–, ¿cómo va a obligarles a renunciar a todo lo que tienen: a su Estado, a su identidad, a su cultura, a su economía, a todo los que han construido a lo largo de 120 años de enorme esfuerzo?

¿No es mucho más verosímil la hipótesis de que mucho antes de que su Estado se derrumbe bajo todas las presiones los israelíes acabarán abrazando la solución de los dos Estados?

Estoy totalmente de acuerdo con el profesor: el principal obstáculo para la paz es psicológico. Lo que se necesita es un profundo cambio de percepciones para que el público israelí sea capaz de reconocer la realidad y aceptar la paz, con todo lo que ello conlleva.

Ésa es la principal tarea que afronta el campo israelí de la paz: cambiar las percepciones básicas de la población. Estoy seguro de que es posible. Ya hemos recorrido un largo camino desde los días del «¡Los palestinos no existen!» y del «¡Jerusalén unida para toda la eternidad!». El análisis del profesor Mearsheimer puede contribuir a este proceso.

¿Un Estado apartheid o un Estado binacional? Ninguno de los dos. El Estado libre de Palestina al lado del Estado libre de Israel, en la patria común.

(1) Juventudes de las colinas: Noar HaGva’ot en hebreo y Hilltop Youth en inglés. Denominación con la que se designa comúnmente a varios grupos juveniles nacionalistas israelíes de ideología religiosa sionista. En su ideario mezclan el desprecio hacia el gobierno israelí y el deseo de una restauración monárquica judía. Su principal actividad consiste en instalar puestos de avanzada ilegales en las afueras de asentamientos ya existentes. Se dedican a tareas agrícolas de las que excluyen a la mano de obra palestina. Gran parte de la producción de cultivos orgánicos israelíes proviene de las explotaciones de este movimiento. (Fuente: Wikipedia)

Fuente: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1273337969