El recién pasado 8 de Marzo, ha vuelto a confirmar la fortaleza del movimiento feminista. Unos días antes, y tras veinte meses de detención administrativa, las autoridades israelíes dejaron libre a Khalida Harrar. Oficialmente, no se conoce el motivo de su encarcelamiento ya que la justicia de dicho país -manteniendo la legislación colonial inglesa- la […]
El recién pasado 8 de Marzo, ha vuelto a confirmar la fortaleza del movimiento feminista. Unos días antes, y tras veinte meses de detención administrativa, las autoridades israelíes dejaron libre a Khalida Harrar. Oficialmente, no se conoce el motivo de su encarcelamiento ya que la justicia de dicho país -manteniendo la legislación colonial inglesa- la privó de libertad sin aportar cargos contra ella y sin establecer plazos fijos de encarcelamiento.
Khalida Harrar no es ninguna jovencita que recién se incorpore a la lucha. Sus cincuenta y seis años de mujer combativa, de esposa y madre le han aportado una admirable experiencia y lucidez. Ama apasionadamente a su pueblo y ha puesto su vida en numerosos frentes al servicio de la liberación palestina. Es legisladora electa que representa al Frente Popular para la Liberación de Palestina en el Consejo Legislativo Nacional. Su apretada agenda (cuando disfruta de libertad) incluye movilizaciones de denuncia o reivindicación, entrevistas, discursos, artículos de prensa… Mujer de izquierda y revolucionaria las veinticuatro horas del día.
Desde joven, se mantiene incansable en la defensa de las presas y presos políticos (lo son todas las personas que han sido detenidas por rebelarse contra el régimen colonial). Admirable y arriesgada decisión. Los presos y presas políticas son rehenes del Estado y, quien osa defenderles, se sitúa en el punto de mira de los aparatos represivos exponiéndose a correr parecida suerte. También el Estado español ha declarado punible la solidaridad con la población reclusa de motivación política: dan prueba de ello las muchas redadas contra abogadas, psicólogas, activistas que les apoyan. Arantza Zulueta, Nagore López de Luzuriaga, Izaskun Abaigar, Aitziber Sagarmínaga… tienen mucho en común con Khalida. Por lo que se refiere a ésta, en 1998 se le prohibió que viajara fuera de Palestina; cuando años más tarde precisó de un tratamiento médico en el exterior, tuvo que realizar incontables gestiones para poder acceder a los servicios sanitarios de la vecina Jordania.
De ideas claras y voz certera, no tiene ningún reparo en denunciar a sus propios compatriotas de la Autoridad Nacional Palestina cuando aprecia en ellos sometimiento y colaboracionismo. Pero sus reproches se afilan cuando denuncia las barbaridades que comete el ejército israelí en Gaza. Así actuó durante el verano sangriento de 2014 y el castigo no se hizo esperar. Recibió una orden de expulsión para que abandonase Ramallah, su ciudad natal, y se trasladara durante seis meses a Jericó. Kalida rechazó la medida y se instaló, al cobijo de una tienda de campaña, en el jardín del Consejo Legislativo Palestino de Ramallah: «Es la ocupación israelí la que tiene que irse de nuestra tierra», decía a las numerosas delegaciones que la visitaron. (Varias personas encausadas en Euskal Herria por haber participado en la candidatura electoral D3M, también instalaron otro campamento semejante en el centro de Gasteiz, delante de la Catedral y junto a la sede del Parlamento Vasco). Las autoridades israelíes no acostumbran a perdonar a sus presas cuando consideran que las tienen atrapadas. Rescindieron la sanción del traslado domiciliario pero un tiempo más tarde, en julio de 2017, detuvieron a Khalida. Dispersada en varias cárceles y sometida a numerosas vejaciones, acaba de recuperar la libertad.
Defensora incansable de derechos, es una convencida defensora de los derechos de la mujer. Fue precisamente su participación en las movilizaciones del 8 de Marzo de 1989 lo que dio lugar a su primer encarcelamiento. Durante las recientes movilizaciones feministas he podido observar mensajes diferentes; algunos demasiado genéricos, vaporosos y cosméticos; otros más certeros y contundentes. Me impresionó la fortaleza de un grupo de jovencitas que gritaban a pleno pulmón: «el feminismo es anticapitalismo». Me acordé de la palestina recién liberada. Y de otras mujeres cercanas que entienden el feminismo como un compromiso permanente en defensa de su pueblo y de su clase.
Jesús Valencia, Internacionalista vasco.
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