Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Foto de Portada: Felton Davis – CC BY 2.0
El secretario de Estado Mike Pompeo puso fin a meses de especulaciones al anunciar el 10 de enero que la administración Trump designaría a los rebeldes hutíes del Yemen (Ansar Allah) como “Organización Terrorista Extranjera” (FTO, por sus siglas en inglés).
Calificar a los hutíes de terroristas hará que sea mucho más difícil para los grupos humanitarios entregar los alimentos, combustible y medicinas que necesitan desesperadamente 24 millones de yemeníes, el 80% de la población del país. La mayoría de los yemeníes que necesitan ayuda, incluidos 12 millones de niños, viven en zonas controladas por los hutíes. Las agencias de la ayuda, que se ven obligadas a coordinar su actividad con los hutíes, deben temer ahora que les apliquen sanciones legales si prosiguen con su actividad.
La ONU ha señalado que el Yemen padece “la peor crisis humanitaria del mundo”, y con toda razón. Una epidemia de cólera y el coronavirus se han sumado al sufrimiento causado por la guerra. Incluso antes de la insurgencia hutí contra el gobierno del presidente Abdrabbuh Mansur Hadi, que comenzó en 2014, el Yemen era el país más pobre del mundo árabe. Seis años de guerra han intensificado el sufrimiento de su pueblo. Diez millones de yemeníes corren “riesgo” de hambruna, según Human Rights Watch. El secretario general de la ONU, António Guterres, ha declarado que el “Yemen se encuentra ahora en peligro inminente de sufrir la peor hambruna que el mundo haya visto en décadas”. Esto podría acontecer en “unos pocos meses”, dijo en noviembre David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de la ONU.
Casi nadie dice que el Yemen está ya sufriendo una hambruna. Es extraño, dadas las condiciones infernales de la vida allí. En cambio, se nos dice que está al “borde” de la hambruna, que la hambruna es “inminente”, que los habitantes del Yemen “se enfrentan” a la hambruna, o que la hambruna “se avecina”.
Hay una razón para eso. La ONU aún no ha declarado que exista hambruna en el Yemen. Por lo tanto, las condiciones en el país, aunque son de pesadilla, pueden no cumplir todavía con la definición de “hambruna” según la Clasificación Integrada de Fase de Seguridad Alimentaria (IPC, por sus siglas en inglés), la escala de inseguridad alimentaria utilizada por la ONU.
Sin embargo, creo que la profesora Shireen Al-Adeimi, de la Universidad Estatal de Michigan, tiene una mejor explicación. La profesora Al-Adeimi tuiteó: “Aún no se ha declarado la hambruna porque la ONU se enfrenta a una inmensa presión de sus principales donantes: Estados Unidos y Arabia Saudí, que son también los causantes de la hambruna en el Yemen”.
Deberíamos haberlo sospechado. Etiquetar el sufrimiento de Yemen como “hambruna” es políticamente inconveniente. Es posible que recuerden la cobardía de la administración Clinton al negarse a calificar la matanza de 1994 en Ruanda como “genocidio” porque eso podría haber obligado a Estados Unidos a intervenir para detenerla.
La hambruna en el Yemen no es un accidente. La hambruna es intencionada. Kamel Jendoubi, presidente del Grupo de Expertos de la ONU sobre el Yemen, informó al Consejo de Seguridad en diciembre que “los civiles no se mueren de hambre en el Yemen porque sí; están pasando hambre por culpa de los bandos en el conflicto”. [1]
Parte de la culpa es de los hutíes, que desvían y retrasan las entregas de ayuda y extorsionan con sobornos antes de permitir que la ayuda llegue. No obstante, la mayor parte de la culpa de la hambruna del Yemen recae en la coalición liderada por Arabia Saudí. La hambruna existe debido a la campaña de bombardeos y al bloqueo terrestre, marítimo y aéreo de la coalición. La campaña de bombardeos y el bloqueo no han cesado, con breves interrupciones, desde 2015.
El Yemen importa el 80% de sus alimentos. Los saudíes interceptan y confiscan algunos barcos de ayuda por períodos de hasta 100 días. Otros barcos nunca pueden atracar en el país. La coalición dice que el bloqueo es necesario para impedir los envíos de armas iraníes de los hutíes. Los retrasos que crea el bloqueo naval hacen que los precios de los alimentos y los medicamentos se disparen, convirtiéndolos en inasequibles para la mayoría de los yemeníes.
Los ataques aéreos de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos han matado o herido a unos 20.000 civiles yemeníes. Además, la coalición ataca deliberadamente las plantas de tratamiento de agua y las instalaciones que intervienen en la producción de alimentos. La mitad de los hospitales y clínicas médicas de Yemen han sido destruidos o se han visto obligados a cerrar desde que comenzaron los bombardeos. La coalición bombardea también las grúas utilizadas en los puertos yemeníes, lo que imposibilita la descarga de alimentos y medicinas.
El papel de Estados Unidos en la creación del hambre en el Yemen
Estados Unidos ayuda e incita al hambre que la coalición impone al Yemen. Estados Unidos comparte inteligencia con la coalición, brinda asistencia para atacar objetivos y proporciona repuestos para aviones de combate. El presidente Barack Obama llevó a Estados Unidos a la guerra en 2015 para aplacar a los Estados del Golfo que se oponían a su acuerdo nuclear con Irán. El presidente Donald Trump, que odia todo lo que hizo el presidente Obama, ha continuado con entusiasmo la política de Obama hacia aquel país a pesar de la resistencia del Congreso.
En una conferencia de prensa del 15 de marzo de 2019, el secretario de Estado Mike Pompeo derramó lágrimas de cocodrilo por la difícil situación del Yemen. Pompeo dijo que cualquiera que “realmente se preocupe por la vida de los yemeníes” apoyará una victoria saudí en la guerra. Dos días antes, el Senado había aprobado una Resolución de Poderes de Guerra que habría puesto fin a la asistencia de Estados Unidos a la coalición liderada por Arabia Saudí [2]. Pompeo agregó que “la forma de aliviar el sufrimiento del pueblo yemení no es prolongar el conflicto obstaculizando a nuestros socios en la lucha, sino brindando a la coalición el apoyo necesario para derrotar a los rebeldes respaldados por Irán y garantizar una paz justa”.
¡Ni él mismo se lo cree! A Pompeo le importan un comino los yemeníes. Pompeo ve la guerra en el Yemen enteramente a través del prisma de su obsesión por Irán. Irán apoya a los hutíes (aunque no se acerca a la medida en que Estados Unidos apoya a Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos), por lo que Pompeo apoya a la coalición liderada por los saudíes, sin importar cuántos inocentes mate. Lo poco que les importan las vidas yemeníes a Trump y Pompeo es evidente en la reducción de decenas de millones de dólares en ayuda para el Yemen por parte de su administración en marzo de 2020. La justificación que dieron era que la ayuda se desviaba e iba a parar a manos de los hutíes.
No importa que los grupos humanitarios objetaran que esa era una respuesta demasiado drástica a los movimientos de los hutíes. Incluso antes de los recortes, la ayuda estadounidense al Yemen estaba muy por debajo de las sumas gigantescas obtenidas por los contratistas de defensa estadounidenses en ventas de armas a la coalición, como sucede con la próxima venta de armas de la administración Trump por 23.000 millones de dólares a los Emiratos Árabes Unidos.
A Trump le encanta vender armas y han sido la principal motivación de su administración para apoyar a los saudíes. Hace dos años el secretario de Estado Mike Pompeo certificó falsamente que Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos estaban “llevando a cabo acciones demostrables para reducir el riesgo de daños a civiles e infraestructura civil” en el Yemen. La Oficina de Asuntos Legislativos del Departamento de Estado, entonces dirigida por Charles Faulkner, un excabildero de Raytheon, había advertido a Pompeo que si no atestiguaba en ese sentido podría ponerse en peligro la venta de armas estadounidenses. La verdad es que no existe evidencia alguna de que la coalición esté preocupada por las muertes de civiles.
La designación por parte de la administración Trump de los hutíes como organización terrorista extranjera entra en vigor el 19 de enero, el día antes de que Joe Biden asuma la presidencia. Biden dijo, en la campaña electoral, que pondrá fin a la asistencia de Estados Unidos a la coalición. A tal efecto, Biden debe emitir una orden ejecutiva en su primer día en el cargo, y también debe rescindir la designación por parte de la administración Trump de los hutíes como organización terrorista extranjera. El Congreso tendrá la tarea de restaurar la ayuda al Yemen. Que EE. UU. ultime sus apoyos a la coalición puede no ser suficiente por sí solo para terminar con la lucha. La administración Biden deberá trabajar también con la ONU y las partes en el conflicto para lograr una solución política, no militar. Poner fin a la guerra será el primer gran desafío de política exterior de la administración Biden.
Notas:
[1] El Grupo de Expertos sobre el Yemen ha recomendado al Consejo de Seguridad de la ONU que se derive la situación en el Yemen a la Corte Penal Internacional.
[2] El presidente Trump vetaría la resolución y el Senado no pudo anular ese veto.
Charles Pierson es abogado y miembro de la Coalición Contra la Guerra con Drones de Pittsburg. Puede contactarse con él en: [email protected]
Fuente:
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la traducción.