Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
No se puede complacer a todos todo el tiempo, pero el presidente Obama y su Fiscal General [Ministro de Justicia] Eric Holder, han estado más cerca que la mayoría de lograrlo. Hace una semana, Holder anunció que Khaled Sheikh Mohammed y cuatro presuntos cómplices de los conspiradores serán juzgados por un tribunal federal en Nueva York por planificar los ataques del 11 de septiembre de 2001. Después de una semana de alboroto es justo concluir que fue una política inteligente por parte del equipo de Obama. El hecho de que Holder, un hombre con antenas políticas fenomenalmente sensibles, haya dicho a la prensa que las consideraciones políticas «no jugaron ningún papel» en su decisión, sólo refuerza esa opinión. La función primordial de todos los fiscales generales de EE.UU. es abordar lealmente las necesidades políticas de su presidente.
El escenario previsto por Obama, su jefe de gabinete, Rahm Emanuel, y Holder es presumiblemente que de alguna manera se convoque a un jurado de ciudadanos imparciales, y que finalmente – ojalá en algún momento antes de la elección de 2012, por lo menos Khaled Sheikh Mohammed entre en la cámara de ejecución, vindicando así el compromiso tan publicitado de Obama de rastrear a los perpetradores del 11-S y matarlos. Obama está tan ansioso por subrayar este punto que el viernes pasado declaró en Japón que los que se sienten ofendidos por el juicio no lo considerarán «nada ofensivo cuando sea condenado y cuando se le aplique la pena de muerte.» Esta observación vino directamente después de su afirmación de que el juicio estará «sujeto a las exigencias más estrictas de la justicia.» Al comprender que dicha observación podría ser interpretada por algunos pleitistas libertarios civiles como perjudicial a un juicio justo, Obama añadió que él «no iba a estar en esa sala de tribunal. Ésa es la tarea de los fiscales, juez y el jurado.»
De modo que, según este prospecto, incluso si la Gran Guerra contra el Terror no prospera en Afganistán, procederá satisfactoriamente en cámaras de ejecución aquí en la Patria, con la posible llapa de que el mayor Hassan, el presunto tirador de Fort Hood, también reciba una inyección letal después de su condena por un tribunal militar.
Es seguro que el equipo legal reunido para defender a KSM y a los otros cuatro estudiará montañas de documentos acumulados por la acusación, presentando la cadena de evidencias que condujo a las acusaciones contra los Cinco de Zona Cero. Desde luego la mayor parte de esos documentos serán clasificados como altamente secretos, que pueden ser estudiados por los abogados de la defensa sólo bajo condiciones de estricta seguridad, pero es seguro que se filtrará lo suficiente como para presentar al gobierno de Bush y a los republicanos en general bajo una luz muy poco halagüeña, por haber ignorado las profusas indicaciones de la conspiración que se desarrollaba.
Por su parte – aunque los más listos entre ellos puedan preocuparse por las revelaciones de la incompetencia, o algo peor, de Bush y Cheney – los republicanos también se regocijan ante la oportunidad que les ofrece la decisión de Holder para embestir contra un gobierno Obama por ser suave contra el terror por el simple hecho de llevar a KSM y los otros a un tribunal en EE.UU. en lugar de someterlos a un consejo de guerra por una «comisión» militar fuera de la jurisdicción y despacharlos sin los desdeñables procedimientos de un juicio formal dentro de las fronteras de EE.UU. Los recuerdos del juicio por jurado de O.J. Simpson y el veredicto de no culpable más allá de toda duda fundada, constituyen una fuerte corriente en este caso. En muchos de los frenéticos comentarios de la derecha durante la semana pasada se puede oler el pánico a que de alguna manera un asqueroso abogado de la defensa pueda engañar a un jurado (compuesto, hay que recordar, por gente que jura solemnemente que no tiene ideas preconcebidas sobre al caso) para que permita que KSM y los otros salgan del atolladero y dejen la sala del tribunal como hombres libres.
Por cierto, no hay ni la probabilidad más remota de que eso suceda, aunque es verdad, como señala el colaborador de CounterPunch Peter Lushing, que «un solo miembro excéntrico podría bloquear el jurado provocando una revisión de la causa. No es nada nuevo que haya impasses de once a uno en juicios prolongados. El conjunto del jurado proviene de Manhattan, el Bronx, y unos pocos condados menores al norte de la ciudad de Nueva York, un campo fértil para chalados, revolucionarios, enemigos de Bush y/o de EE.UU., cripto-islamistas, y lo que se quiera. Obviamente los procedimientos judiciales para excluir a semejantes facinerosos han demostrado su imperfección. Y si el jurado ‘se bloquea’ respecto a la pena de muerte, no hay vuelta, y se impone una cadena perpetua.»
Sin duda los Cinco de la Zona Cero tendrán abogados consumados y dedicados. Hay numerosos abogados litigantes que ansían pasar a la historia como intrépidos defensores del debido proceso y de los requerimientos de un juicio apropiado. Instarán a una anulación de la instancia, porque un juicio justo es imposible, porque la evidencia fue obtenida bajo tortura, porque no se ha respetado el requerimiento constitucional de un juicio rápido, porque las identidades ocultas de los informantes que suministraron la evidencia de la acusación tampoco respetan el derecho de los acusados de enfrentar a sus acusadores.
Presentarán estos y numerosos argumentos persuasivos, y es imposible imaginar que tengan éxito. Como presagió David Feige, defensor público en el Bronx, en un inteligente artículo en el sitio Slate, esos esfuerzos del equipo de defensa fracasarán y sentarán un mal precedente.
«Con su deferencia de siempre hacia el juzgado de instrucción, la Corte de Apelaciones para el Segundo Circuito confirmará docenas de decisiones que redactan y restringen la revelación de documentos secretos, llevando al gobierno a ser aún más extensivo al invocar afirmaciones de seguridad nacional y alentando a otros jueces a retener evidencia crítica de futuros acusados. Finalmente, la lógica retorcida requerida para desembarazar la tortura inicial de KSM de sus subsiguientes declaraciones de ‘equipo limpio’ suministrarán un modelo para el gobierno, que le dará el premio que ha buscado todo este tiempo – un camino legal para torturar y procesar.»
La izquierda liberal también aprecia la decisión de Holder, ya que saca el enjuiciamiento de KSM y de sus supuestos cómplices de las manos de las horribles «comisiones» militares. Anthony Romero, director ejecutivo de la Unión Estadounidenses de Libertades Civiles [ACLU], calificó el anuncio de «una victoria enorme para el vigor de la ley.» En realidad, fue evidentemente una victoria parcial ya que el mismo viernes Holder anunció simultáneamente que una comisión militar juzgaría a otros cinco, también retenidos en Guantánamo, incluyendo a Abd al-Rahim al-Nashiri, acusado de planificar el ataque de al Qaeda en 2000 contra el destructor de la Armada Cole en Yemen.
El alcalde Bloomberg de Nueva York está contento. A corto plazo distrae la atención de su embarazosa estrecha victoria en la contienda por la alcaldía. A medio plazo habrá interminables oportunidades para anuncios del alcalde, desde dramáticos boletines sobre despliegues de seguridad alrededor del tribunal en Foley, a compasivas oportunidades fotográficas con los parientes de los muertos en el ataque del 11-S. ¿Y la actitud de esos parientes? Variada, como es fácil de imaginar.
Encantado también debe de estar Khaled Sheikh Mohammed, quien ha declarado que se regocija ante la perspectiva de la cámara de ejecución y del martirio que causará, precedido por la plataforma ofrecida por el juicio. Pero tal vez más encantados que KSM están los atribulados periódicos de Nueva York para los que el anuncio de Holder ha llegado como una esnifada de metanfetamina en la nariz de un adicto angustiado: ahora vienen meses de ardientes titulares, de aullidos editoriales que hielan la sangre pidiendo venganza en el Post y en el Daily News, fuera de una cobertura más grave pero copiosa en el New York Times.
Desde luego existen los que se lamentan solemnemente ante el inminente espectáculo, la falsedad de la «imparcialidad» judicial, los pomposos sermones sobre el vigor de la ley, la histeria, los aullidos pidiendo venganza. Que vengan no más. Seamos realistas, nos haría bien un poco de drama y la vida política estadounidense se hace más intensa en los juicios propagandísticos. Su brillo revela el sistema político en general en todas sus pretensiones y sus deformidades. El juicio propagandístico es tan estadounidense como el pastel de cereza, como dijo, hablando de la violencia, el ex pantera negra H. Rap Brown – que actualmente cumple cadena perpetua sin la posibilidad de obtener libertad condicional en el Supermax en Florence, Colorado.