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«Y vasca»: el Gobierno vasco «informa»

Fuentes: La Haine

Somos muchos los que llevamos largos años intentando recabar datos acerca de un macroproyecto de tal impacto ecológico y social como es el Tren de Alta Velocidad, y enfrentándonos a la opacidad informativa y al oscurantismo institucionales. Y justo ahora que, con alevosía y nocturnidad, han dado inicio a las obras aprovechando el área anteriormente […]

Somos muchos los que llevamos largos años intentando recabar datos acerca de un macroproyecto de tal impacto ecológico y social como es el Tren de Alta Velocidad, y enfrentándonos a la opacidad informativa y al oscurantismo institucionales.

Y justo ahora que, con alevosía y nocturnidad, han dado inicio a las obras aprovechando el área anteriormente expropiada para el tramo Eibar-Gasteiz de la autopista A-1, el Gobierno vasco y su Departamento de Transportes y Obras Públicas nos sorprende con un irrefrenable deseo de «informar» a la ciudadanía sobre «la realidad de la infraestructura». Ante la duda remota de que puedan manejar algún dato o argumento desconocido para el común de los «con o sin derecho a voto, pero en edad de ejercerlo», no hay como aproximarse a esos canales «abiertos» y analizar los ejes de lo que llaman «intensa labor de comunicación social» en torno al tema, para pasmarse ante el grado de demagogia, cinismo, deshonestidad, falsedad y autoritarismo que manejan, la impresionante fragilidad de sus «argumentos» y, ya en plan más teórico, para comprobar hasta qué punto cumplimentan el modelo nazi de propaganda, basado en la simplificación, saturación, deformación, unilateralidad y parcialidad del mensaje, para lograr contaminarnos con los valores, conceptos y lenguaje del capitalismo más salvaje.

Así, resulta, por ejemplo, que el TAV es un medio de transporte tan amable que hasta podremos «hacer amigos mientras viajamos». O que sería una locura que dejáramos «escapar la oportunidad de decir sí a la ‘Y vasca'», con lo que se da a entender que hay alguna puerta abierta para votar a favor o en contra, y que ellos buscan nuestro voto afirmativo (¿quizá por telequinesis?). Dado el neoliberalismo extremo del PNV (y del PSOE-PP), no podía faltar el argumento de que no traer la «Y vasca» «supondría un retraso de más de 50 años de crecimiento, desarrollo y progreso», aunque no nos expliquen qué tiene que ver tener la posibilidad técnica de moverse de aquí para allá a más velocidad con mejorar socialmente en calidad de vida. Como el bolsillo siempre cuenta, tampoco se olvidan de hacer frente a esas malas lenguas que dicen que va a ser un tren elitista, y nos aclaran, siguiendo a pies juntillas la biblia neoliberal, que de aumentos del precio del billete nada de nada, porque la «Y vasca» «contará con programas públicos de incentivación» (o sea que la seguiremos pagando con nuestro dinero como la A-8) y, además, «la liberalización del sector provocará que las diferentes compañías compitan entre sí por los viajeros, con lo que pondrán en práctica políticas tarifarias beneficiosas para el usuario» (es decir, que nos reportará el mismo «ahorro» que la privatización de la electricidad, el agua y el gas).

Siguiendo con su política de «aproximación a los ciudadanos» en torno al TAV, comprenden que hay que hincarle el diente a los muy visibles efectos e impactos de semejante infraestructura, para lo cual optan ya por la mentira directa que, como bien demostró Bush con aquello de «las armas de destrucción masiva», cuanto mayor es el embuste, mayor facilidad de penetración mediática tiene. Siguiendo el camino iniciado por Goebbels, callan al adversario y se niegan a discutir con él, utilizando sus enormes medios propagandísticos para que se acepten como evidentes cosas sobre las cuales sería razonable como mínimo tener dudas. Así, sin sonrojo alguno, sueltan falacias como que, además de ser «el sistema de transporte más ecológico y respetuoso con el medio ambiente», el que más «incrementará el ahorro energético» y el que menor nivel de ruido producirá, la «Y vasca» está pensada para «articular alternativas sostenibles de transporte en el futuro y frenar el crecimiento de los tráficos por carretera que amenaza con congestionar la red viaria». Basta con echar un vistazo al suplemento «Infraestructuras» de «El Mundo» del 3 de diciembre para comprobar que, junto a la inversión en el TAV, se van a multiplicar las inversiones en carreteras, autopistas, superpuertos, cinturones, variantes y plataformas logísticas, es decir, que el TAV y la Plataforma Logística Aquitania-Euskadi no están pensados para reducir el tráfico de camiones, sino, muy al contrario, para captar y atraer mayores volúmenes de tráfico de mercancías y el máximo de los flujos de transporte asociados a las redes viarias, ferroviarias y portuarias. Por mucho que lo adornen tras el demagógico barniz de una serie de palabras pomposas como sostenibilidad, intermodalidad, eficacia o calidad, lo cierto es que la finalidad del TAV no es la de atenuar los problemas acarreados por el transporte por carretera, sino la de ayudar a convertir «Euskadi en una gran plataforma de transportes a nivel continental». Para lucro de las multinacionales del transporte que, en su estrategia de ampliación de mercados y de una aún mayor globalización de la economía, necesitan trasladar cada vez mayores masas de mercancías.

Dado el notable impacto ambiental de la obra, temen que el movimiento anti-TAV se vaya fortaleciendo y vayan surgiendo conflictos en torno a su construcción, por lo que, junto a la penalización, la represión y el clásico truco de echarle la culpa a la izquierda abertzale, tienen diseñada toda una campaña de control de la información y adjudicados 600.000 euros para la compra de espacios publicitarios en prensa, radio y televisión. Así, pretenden alcanzar el mayor grado de consenso posible sin que se les note demasiado su autoritarismo y su antidemocrático terror a la libre opinión de la ciudadanía, al debate social y a la consulta popular sobre la conveniencia o no de la «Y vasca» y sus macroinfraestructuras adyacentes. Terror que pretenden disfrazar de amor democrático porque, dicen, opinar, debatir o votar «supondría un déficit en la cultura política democrática y una falta de visión del funcionamiento del sistema democrático, ya que el ámbito de decisión de la construcción de la nueva Red Ferroviaria Vasca corresponde a las instituciones». ¿Se puede ser más cínico?

Los sectores jeltzales más «pactistas», que son los que han negociado con el Estado el reparto del gran negocio de esta obra, tienen por tanto perfectamente perfilado el modo de imponernos sus proyectos ultradesarrollistas. A nosotros nos corresponde la tarea de construir un movimiento de oposición amplio y plural.

Contra el TAV, por la vía de la independencia.