Milagros Sánchez, coordinadora del biosistema urbano que funciona en un comedor comunitario de Ciudad Oculta, en el sur de la capital de Argentina, enseña la huerta en cajones que funciona sobre su techo. En ella se cultivan verduras y hortalizas y también hongos comestibles a partir de residuos. Crédito: Daniel Gutman/IPS BUENOS AIRES, 25 […]
Milagros Sánchez, coordinadora del biosistema urbano que funciona en un comedor comunitario de Ciudad Oculta, en el sur de la capital de Argentina, enseña la huerta en cajones que funciona sobre su techo. En ella se cultivan verduras y hortalizas y también hongos comestibles a partir de residuos. Crédito: Daniel Gutman/IPS
BUENOS AIRES, 25 jul 2019 (IPS) – En el límite entre la Buenos Aires formal y la informal: donde terminan las calles y comienzan los pasillos estrechos de uno de los asentamientos precarios más grandes de la ciudad y de Argentina, está el comedor social En Haccore.
Aquí se desarrolla una experiencia que, con base en energías renovables y a prácticas de economía circular, busca mejorar la calidad de vida de las personas.
«Aquí nos desbordaba la basura, porque los camiones recolectores a veces vienen y a veces no vienen. Gracias a un biodigestor ahora estamos convirtiendo esos residuos en biogás, lo que nos permite pagar menos energía para cocinar. Es un sueño cumplido», cuenta a IPS la fundadora y referente del comedor, Bilma Acuña.
«Entendemos que el principal problema ambiental es la exclusión de los más vulnerables. Y que el cuidado del entorno puede realizarse mejorando la calidad de vida de la gente y facilitando su acceso a la energía y a la alimentación sana», Gonzalo del Castillo.
Ella cuenta que creó el comedor social en 1993, cuando perdió su trabajo como obrera en un frigorífico, igual que le sucedió a muchos otros en el barrio durante el gobierno del neoliberal Carlos Menem (1989-1999), que llevó al desempleo a tasas cercanas a 20 por ciento.
Lo llamó En Haccore, que es una expresión en arameo que hace referencia a un manantial de la historia bíblica de Sansón y Dalila. El comedor está en el sur de la capital argentina, a 15 minutos del centro por una autopista, en la entrada del asentamiento en el que viven hacinadas unas 25.000 personas, conocido como Ciudad Oculta, un nombre sobre cuyo origen hay distintas teorías.
Hoy, en el contexto de un país de 44 millones de habitantes que ha generado 2.650.000 nuevos pobres desde el año pasado al actual, según datos oficiales, Acuña dice que en el barrio hay más necesidades que nunca.
Basta caminar pocos minutos con ella para comprobarlo: los vecinos se le acercan y le piden leche, arroz, fideos (pasta) o cualquier alimento que puedan llevarse a sus casas. El comedor brinda almuerzo y merienda a 300 personas de lunes a viernes, pero cada día hay otras nuevas que piden sumarse a las mesas.
En el comedor funciona desde 2017 lo que sus promotores llaman «biosistema urbano», cuyo objetivo es replicar en el ámbito de la ciudad el funcionamiento propio de la naturaleza, donde todo lo que se consume es generado dentro del propio sistema y todos los residuos son aprovechados, una fórmula propia de la economía circular.
Así, el biodigestor, que es un recipiente hermético donde la falta de oxígeno posibilita la aparición de las bacterias que descomponen la materia orgánica, no solamente es utilizado para producir biogás con las cáscaras de decenas de kilógramos de papas o zanahorias que se pelan cada día en el comedor.
El biodigestor que produce biogás que sirve para cocinar en el comedor comunitario En Haccore de Ciudad Oculta, un asentamiento precario de Buenos Aires. Los residuos restantes son utilizados como fertilizante en la huerta que funciona en el techo de la instalación y para optimizar la producción de compost. Crédito: Cortesía de CeSus
Además sus residuos se aprovechan para optimizar la producción de compost y como abono para la huerta que funciona en el techo del edificio de una planta del comedor.
También sobre el techo se instaló un colector solar que calienta el agua mediante energía térmica y que permitió reducir la compra de gas envasado, ya que en esta zona desfavorecida de la ciudad no hay conexión a gas natural.
«Entendemos que el principal problema ambiental es la exclusión de los más vulnerables. Y que el cuidado del entorno puede realizarse mejorando la calidad de vida de la gente y facilitando su acceso a la energía y a la alimentación sana», dice a IPS el responsable final de la iniciativa, Gonzalo del Castillo.
«Queremos desmitificar la idea de que solo pueden cuidar el ambiente aquellos que ya tienen sus necesidades básicas satisfechas. Por el contrario, creemos que aumentar la calidad ambiental contribuye a que las personas que enfrentan mayores obstáculos desarrollen su resiliencia, que es la capacidad de adaptarse a los problemas del entorno», agrega.
Del Castillo es el director del Capítulo argentino del Club de Roma , una organización internacional nacida en Italia en 1968 que reúne a personas de distintos ámbitos y que fue una de las primeras voces en plantear los desafíos para el bienestar humano que provoca el deterioro ambiental.
La filial local del Club de Roma creó en Argentina el Centro de Sustentabilidad para Gobiernos Locales (CeSus), que brinda asistencia técnica a municipios en asuntos ambientales y sociales y fue convocado por el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para trabajar en Ciudad Oculta.
Bilma Acuña, creadora y directora del comedor comunitario En Haccore, ubicado en el límite entre la ciudad formal de Buenos Aires y el asentamiento precario de Ciudad Oculta. En la instalación funciona también una red de madres que luchan contra el consumo de drogas entre los jóvenes. Crédito: Daniel Gutman/IPS
El proyecto busca romper con la lógica de que en los ámbitos urbanos se consumen alimentos y combustibles producidos en el ámbito rural, y que esos procesos dejan residuos que deben ser enviados a disposición final, a menudo en las propias zonas rurales.
Del Castillo explica que la idea en el comedor En Haccore fue construir «un sistema integrado, en el cual la energía solar sirve para reducir el consumo de gas al cocinar, a la vez que los residuos generados en la cocina alimentan el bidiogestor y este genera nueva energía en forma de biogás, al mismo tiempo que deja otros residuos que se utilizan para fertilizar la huerta orgánica y la máquina que hace compost».
La huerta no es otra cosa que cajones con tierra instalados en el techo con piso de cemento, donde se producen verduras y hortalizas y también se experimenta con la producción de hongos comestibles a partir de residuos celulósicos (por ejemplo, restos de café) y cultivos hidropónicos, que no utilizan tierra y hacen un consumo más eficiente del agua.
También existe un punto de acopio de aceites vegetales usados, que son retirados periódicamente por una fundación que los utiliza para fabricar biodiesel.
«El aceite era un problema muy grave aquí, porque a menudo era arrojado a cañerías o pozos y alteraba todo el sistema, debido a la precariedad de la infraestructura sanitaria, que es informal», explica a IPS la coordinadora del proyecto en Ciudad Oculta, Milagros Sánchez.
El ingreso al asentamiento precario de Ciudad Oculta, dentro del barrio informal de Villa Lugano, ubicado en el sur de la capital de Argentina, al que se llega en un trayecto de 15 minutos por una autopista desde el centro de Buenos Aires. Crédito: Daniel Gutman/IPS
El proyecto, de carácter experimental, incluye una participación central de la comunidad a través de talleres de capacitación, porque el objetivo es que continúe una vez que el CeSus se retire.
«Ahora sueño con tener un biodigestor y un colector solar para producir mi propia energía en mi casa», contó Alejandra Pugliese, una vecina que, a partir de su participación en los talleres para aprender a cultivar huertos urbanos, asegura que cambió su forma de ver la vida.
«Tomé conciencia de que si uno se conecta con los ciclos de la naturaleza es posible mejorar la calidad de vida aun con pocos recursos», agrega a IPS esta vecina que trabaja cuidando niños y ancianos y últimamente ha visto reducidos sus ingresos, por la severa caída de la actividad económica que comenzó en Argentina en 2018.
El biosistema urbano ya comenzó a experimentarse también en otro comedor de Ciudad Oculta y en un tercero en otro asentamiento precario del sur de Buenos Aires: la llamada Villa 21.
En este país del Cono Sur americano hay más de 4.000 asentamientos precarios, tradicionalmente denominados villas, como Villa Lugano, dentro de la que se ubica Ciudad Oculta. En ellas viven unos tres millones de personas, de acuerdo a un relevamiento realizado el año pasado por el gobierno junto con organizaciones sociales.
El CeSus busca apoyo del sector público para demostrar que es posible que en las comunidades urbanas, no solo en estos asentamientos, se aplique la lógica circular de los ecosistemas naturales, de manera que sean autosustentables.
La economía circular consiste, justamente, en sustituir el modelo basado en producir-consumir-desechar por el de producir-consumir-reciclar.
Un sistema que trasciende a cambios en la producción y consumo de bienes y de servicios, así sean virtuosos, para sumar la transición a energías limpias entre otras metas, con el objetivo del aprovechamiento, regeneración y convivencia con el entorno.
Edición: Estrella Gutiérrez
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2019/07/energia-renovable-economia-circular-la-pobreza-argentina/