Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
El presidente Donald Trump conversa con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y Jared Kushner en Jerusalén, 22 de mayo de 2017. (Foto: Kobi Gideon / GPO)
Cuando el presidente Donald Trump trasladó la embajada de Estados Unidos a la Jerusalén ocupada el año pasado, saboteando efectivamente cualquier esperanza de establecer un Estado palestino viable, rompió el reglamento internacional.
La semana pasada pisoteó todas sus páginas destrozadas restantes. Lo hizo, por supuesto, a través de Twitter.
Al referirse a una gran porción de territorio que Israel arrebató a Siria en 1967, Trump escribió: «Después de 52 años, es hora de que Estados Unidos reconozca plenamente la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, que es de importancia estratégica y de seguridad para el Estado de Israel y la estabilidad regional».
En 1967 Israel expulsó a 130.000 sirios de los Altos del Golán al amparo de la Guerra de los Seis Días y luego, 14 años después, se anexionó el territorio, en violación del derecho internacional. Una pequeña población de drusos sirios son los únicos sobrevivientes de esa operación de limpieza étnica.
Para replicar por sus actos ilegales en los territorios palestinos ocupados, inmediatamente Israel trasladó a colonos y empresas judías al Golán.
Hasta ahora ningún país había reconocido el acto de saqueo de Israel. En 1981 los estados miembros de la ONU, incluidos los EE.UU.declararon que los esfuerzos israelíes por cambiar el estado del Golán eran «nulos y sin efectos».
Pero en los últimos meses el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, comenzó a intensificar los esfuerzos para aplastar ese consenso de larga data y conquistar a la única superpotencia del mundo para sus intereses. Fue impulsado a la acción cuando Bashar Al Assad, ayudado por Rusia, comenzó a revertir de manera decisiva las pérdidas territoriales que el Gobierno sirio había sufrido durante los ocho años de guerra en la nación.
La lucha arrastró a una multitud de otros actores. El propio Israel usó el Golán como base desde la cual lanzar operaciones encubiertas para ayudar a los opositores de Assad en el sur de Siria, incluidos los combatientes del Estado Islámico. Irán y la milicia libanesa Hezbollah, mientras tanto, intentaron limitar el margen de maniobra de Israel jugando al lado del líder sirio.
La presencia cercana de Irán fue el argumento con el cual Netanyahu justificó públicamente la necesidad de que Israel tomara posesión permanente del Golán, calificándolo de amortiguador vital contra los esfuerzos iraníes de «usar Siria como plataforma para destruir a Israel».
Antes de eso, cuando Assad estaba perdiendo terreno ante sus enemigos, el líder israelí presentó una situación diferente. Luego argumentó que Siria se estaba diluyendo y que su presidente nunca estaría en posición de reclamar el Golán.
La actual justificación de Netanyahu no es más convincente que la anterior. Rusia y las Naciones Unidas ya están muy avanzadas para restablecer una zona desmilitarizada en el lado sirio de la línea de separación de fuerzas. Eso aseguraría que Irán no pudiera desplegarse cerca de los Altos del Golán.
En una reunión entre Netanyahu y Trump en Washington el lunes por la noche, el presidente convirtió su tuit en un decreto ejecutivo. El momento es significativo. Este es otro intento descarado de Trump para entrometerse en las elecciones de Israel, que se celebrarán el 9 de abril. Brindará a Netanyahu un enorme impulso mientras lucha contra las acusaciones de corrupción y una amenaza creíble de un partido rival -Azul y Blanco- encabezado por exgenerales del ejército.
Netanyahu apenas pudo contener su alegría después del tuit de Trump y al parecer lo llamó para decirle: «¡Hiciste historia!». Pero, en realidad, no era un capricho. Israel y Washington se han estado encaminado en esta dirección por un tiempo.
En Israel hay apoyo de todos los partidos para mantener el Golán. Michael Oren, exembajador israelí en los EE.UU. y confidente de Netanyahu, lanzó formalmente un plan el año pasado para cuadruplicar el tamaño de la población de colonos en el Golan, hasta llegar a 100.000, en una década.
El Departamento de Estado de los EE.UU. ofreció su aparente sello de aprobación el mes pasado cuando incluyó los Altos del Golán por primera vez en la sección «Israel» de su informe anual de derechos humanos.
Este mes la senadora republicana Lindsey Graham realizó una gira pública por el Golán en un helicóptero militar israelí junto a Netanyahu y David Friedman, el embajador de Trump en Israel. Graham dijo que él y su compañero el senador Ted Cruz presionaran ante el presidente de Estados Unidos para cambiar el estado del territorio.
Trump, por su parte, no ha ocultado su desdén por el derecho internacional. Este mes sus funcionarios prohibieron la entrada a los Estados Unidos al personal de la Corte Penal Internacional, con sede en La Haya, que están investigando los crímenes de guerra de los Estados Unidos en Afganistán. La CPI se ha convertido en enemiga tanto de Washington como de Israel en sus intentos iniciales y exiguos de pedirles cuentas a ambos.
Sea cual sea el giro de Netanyahu sobre la necesidad de evitar una amenaza iraní, Israel tiene otras razones más concretas para aferrarse al Golán. El territorio es rico en fuentes de agua y proporciona a Israel un control decisivo sobre el mar de Galilea, un gran lago de agua dulce crucial en una región que enfrenta una escasez de agua cada vez mayor.
Los 1.200 kilómetros cuadrados de tierra robada se están explotando de manera agresiva, desde viñedos en crecimiento y huertos de manzanas hasta una industria turística que, en invierno, incluye las laderas cubiertas de nieve del monte Hermón.
Como señaló Who Profits, una organización israelí de derechos humanos, en un informe de este mes, las compañías israelíes y estadounidenses también están estableciendo parques eólicos comerciales para vender electricidad. E Israel ha estado cooperando silenciosamente con el gigante energético estadounidense Genie para explorar reservas de petróleo potencialmente grandes en el Golán. El asesor y yerno de Trump, Jared Kushner, tiene inversiones familiares en Genie. Pero extraer el petróleo será difícil, a menos que Israel pueda argumentar plausiblemente que tiene soberanía sobre el territorio.
Durante décadas, EE.UU. con regularidad había manipulado a Israel para entrar en una mezcla de conversaciones de paz públicas y por canales con Siria. Hace solo tres años Barack Obama apoyó una reprimenda a Netanyahu del Consejo de Seguridad de la ONU por afirmar que Israel nunca renunciaría al Golán.
Ahora Trump ha dado luz verde a Israel para que lo retenga permanentemente. Pero, diga lo que diga, la decisión no traerá seguridad para Israel ni estabilidad regional. De hecho no tiene sentido el «acuerdo del siglo» de Trump, un plan de paz regional largamente demorado para poner fin al conflicto israelí-palestino que, según los rumores, podría desvelarse poco después de las elecciones israelíes.
En cambio el reconocimiento de los Estados Unidos será una bendición para la derecha israelí, que ha estado clamando por anexar vastas áreas de Cisjordania y, por lo tanto, clavar un último clavo en el ataúd de la solución de dos estados. La derecha de Israel ahora puede argumentar plausiblemente: «Si Trump ha consentido nuestra incautación ilegal del Golán, ¿por qué no también nuestro robo de Cisjordania?»
Una versión de este artículo apareció por primera vez en el National, Abu Dhabi.
Jonathan Cook es un periodista residente en Nazaret desde 2001, autor de tres libros sobre el conflicto palestino-israelí. Mantiene un blog propio en www.jonathan-cook.net
Fuente: https://mondoweiss.net/2019/03/trumps-israels-annexation/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a l traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.