El 16 de diciembre -tras meses de decir que «a lo mejor estaría interesado» (The Guardian, 27/10/14)- Jeb Bush, el dos veces gobernador de Florida, el hermano del 43° presidente de EU e hijo del 41°, anunció que se postulará en las elecciones presidenciales de 2016 o que -según su propia y particular expresión- «explorará […]
El 16 de diciembre -tras meses de decir que «a lo mejor estaría interesado» (The Guardian, 27/10/14)- Jeb Bush, el dos veces gobernador de Florida, el hermano del 43° presidente de EU e hijo del 41°, anunció que se postulará en las elecciones presidenciales de 2016 o que -según su propia y particular expresión- «explorará de manera activa tal posibilidad» (@JebBush, 16/12/14).
Aparentemente «el hermano más inteligente» (¡sic!), ya desde hace tiempo estuvo considerado por su clan para la Casa Blanca, aún por encima del mayor George W., el nefasto dos veces presidente 2000-2008 (Daily Beast, 16/12/14).
Parece que al final llegó su turno.
Se postulará o no, sea su anuncio real o sólo una simulación para agitar a la contienda y a otros candidatos republicanos -en comparación con cuales Jeb es… un liberal (¡sic!)- vale la pena detenerse en su figura.
Y hacer un poco de memoria histórica.
¿Alguien se acuerda aún del fraude electoral en Florida que garantizó a G.W. Bush su primera presidencia y del crucial papel de su hermano-gobernador en esta empresa?
En 2000 Al Gore superó a G.W. Bush en votos populares, pero éste -gracias al sistema «winner-takes-all»- ganó los votos electorales.
Todo se decidía en Florida dónde Bush ganaba -supuestamente- por unos cientos de votos, pero en un escenario cuestionado con otras miles de tarjetas de votación desaparecidas o invalidadas por las autoridades controladas por Jeb (que también preparó una lista de votantes que excluía a las personas con historial delictivo -cerca de un millón, la mayoría pobres o negros- favoreciendo así a los republicanos).
Tras un mes del caos la Corte Suprema (dominada por los ultraconservadores) desechó las demandas de recontar los votos en Florida, otorgándole la victoria a G.W. Bush que inauguraba su mandato -en ojos de muchos- como presidente ilegítimo.
Uno de los que no se olvidaron de esta historia, analizándola en varias ocasiones, es el filósofo esloveno Slavoj Zizek (¿otra vez estoy citando a Zizek? ¡¿…será esta insoportable idiosincrasia eslava?!):
«¿Te acuerdas de Florida, el escándalo electoral y la primera victoria de Bush? Alguien de África escribió un texto imitando este tipo narrativa, sabes, un periodista occidental se va a un país africano donde hay elecciones y se burla de todo: ‘¡ja, ja, qué corrupción!’ Pues él escribió así de Florida, que votos desaparecían, el hermano del candidato ganador estaba en el gobierno local… un fraude en la ‘república bananera’. ¡Extraordinario efecto!» (On culture and other crimes.)
Para Zizek este caso revelaba la manera en que la democracia funciona en la actualidad: lejos de ser un gobierno del pueblo y para el pueblo, democracia significa hoy un legalismo, formalismo y apego a reglas que garantizan que -sin importar las manipulaciones- todos aceptarán el resultado final.
Es justo lo que ocurrió en Florida: a pesar de las irregularidades los demócratas aceptaron la derrota tras el fallo de la corte; cuando éste aún deliberaba -recuerda Zizek- Bill Clinton hizo un comentario muy sintomático: «El pueblo estadunidense habló; sólo no sabemos aún que dijo» (Too much democracy?).
El carácter antidemocrático de la misma democracia en EEUU (sic) quedaba al desnudo.
Edward W. Said, el gran intelectual palestino-estadunidense lo vio claramente subrayando que Bush «no tenía ninguna oportunidad real de convertirse en presidente a no ser como resultado de irregularidades físicas y políticas suscitadas en el estado reaccionario de Florida gobernado por su hermano, donde existe un sistema electoral antidemocrático heredado de la oligarquía y la esclavitud».
Y continuaba con la ironía a la Zizek: «Después de estar enviando a observadores a elecciones en el Tercer Mundo bajo el supuesto de que los estadunidenses encabezan el proceso democrático, me sorprende que Kabila de Congo y Mugabe de Uganda no enviaron su gente a hacer encuestas y ayudar a manipular nuestras elecciones».
Según Said, en Florida todo el sistema ideológico de EEUU «diseñado para evitar que el público piense de manera crítica», se salvó gracias al papeleo. Un sistema que es más una forma de control que medio de participación: «Las mayorías deben estar ideológicamente bajo control, o mantenidas fuera del sistema (de preferencia ambos); los candidatos ricos deben manipular los mecanismos del voto y/o los de los medios (de preferencia ambos)».
Tan pronto que la Suprema Corte emitió su escandalosa decisión, los comentaristas empezaron a tirar línea de cómo la democracia había quedado restaurada, la unidad nacional restablecida. Esto no era democracia, concluía (Elecciones en EU: ¿sistema o farsa?, en: La Jornada, 6/1/01).
¿Y ahora? Parece que el próximo presidente será Hillary Clinton: en el cerrado sistema estadunidense todo es posible, -incluso elecciones Hillary vs. Jeb- menos un cambio real (Counterpunch, 19-21/12/14).
La única sorpresa, tal vez -hablando de Florida- es el giro de Obama en relaciones con Cuba, con que éste, según Greg Grandin, ya ganó el estado para el candidato demócrata tirando la alfombra de debajo de Jeb que construyó su carrera política -y empresarial- gracias a la mafia de Miami (The Nation, 17/12/14).
Sea como fuere, la perspectiva de elegir entre dos familias que compartieron la Casa Blanca por 20 de los últimos 26 años, confirmaría lo que ya sabemos: que EEUU es una oligarquía. Incluso un miembro de establishment, el polaco-estadunidense Zbigniew Brzezinski -cerebro geoestratégico de Obama- ironizó: «Si los lazos familiares son un requisito para la presidencia, ¿por qué no arreglarlo de una vez por todas y lanzar una candidatura conjunta Bush-Clinton?» (@zbig, 18/12/14).
En el Diario de Franz Kafka -cuya crítica de la burocracia aplicaría bien a la democracia procedimental de hoy- hay una nota enigmática: «¡No te olvides de Kropotkin!» (The Diaries 1910-1923, New York, 1988, p. 233), fruto de sus contactos con círculos anarquistas checos y una muestra de que era un escritor más político de lo que se cree.
Un lema ¡No te olvides de Florida! sería una condensada crítica de esta democracia, un necesario recordatorio de sus abusos -«la memoria es una inhibición, una amenaza a la hegemonía», escribió Said (ibídem)- y una respuesta a los apologetas de la excepcionalidad del sistema estadunidense.
Maciek Wisniewski: Periodista polaco
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/01/02/opinion/015a1pol