La Gran Manzana concentra las finanzas del mundo, pero tiene más de 60 mil personas sin hogar. Los duros relatos de los excluidos.
La ciudad estadunidense de Nueva York presenta las dos caras de una misma moneda: por un lado, la Gran Manzana es el centro del mundo financiero; y por el otro, tiene más de 60 mil indigentes que viven en las calles sin comida y sufriendo las terribles temperaturas que llegan a los -4,3 grados centígrados.
La cifra de indigentes es la más alta de la historia: la organización no gubernamental Coalición para los Indigentes afirma que la ciudad alcanzó los mayores niveles desde la Gran Depresión de los años ’30 del siglo pasado.
Nueva York alcanzó los mayores niveles de indigencia desde la Gran Depresión de los años 30 Pero la realidad se pone aún peor si se tiene en cuenta que hay 25.640 niños indigentes (14.519 familias) que pasan sus noches en los refugios desplegados por la municipalidad de la ciudad.
En un artículo publicado por el diario The New York Times, la vicealcaldesa de servicios humanos y de salud de la ciudad, Lilliam Barrios-Paoli, dijo que «muchos de estos niños son muy, muy vulnerables, por lo que proporcionarles refugio no es suficiente», y consideró que «se necesita gente trabajando más estrechamente con ellos y entendiendo qué está pasando».
TESTIMONIOS EN PRIMERA PERSONA
Nick Bryant, corresponsal de BBC en Nueva York, salió a las calles y consiguió el relato de Maurice, un indigente afroamericano que estaba pidiendo limosna en el Park Avenue.
Hay 25.640 niños indigentes (14.519 familias) que pasan sus noches en los refugios desplegados por la municipalidad «Perdí mi trabajo. Es duro, es difícil. No tienes trabajo, no puedes pagar la renta», relató el hombre que manejaba un centro de llamadas pero fue despedido y nunca más consiguió empleo.
El alto precio de los alquileres es otro factor que ayuda a que crezca la cantidad de personas sin hogar, como le ocurrió a Nardia Bosia, que vive junto a sus tres hijos en un departamento de interés social compartido con otra familia de bajos recursos.
A diferencia de Maurice, Bosia no está desempleada: trabaja en el área de servicios financieros, pero no puede pagar el precio del alquiler de una vivienda.
«Pensé que esto iba a ser temporal. Pero hay días en que me desplomo y me digo que no puedo hacer más esto, que no sé qué estoy haciendo y no sé cuándo va a terminar», describió.