Como mismo los imperios desprecian a sus súbditos, estos últimos saltarán como roedores cuando el barco de Estados Unidos termine por hundirse en el profundo océano en el que actualmente hace aguas. Sí, hago referencia a la «dócil» Europa, e incluyo al mayor aliado en el mundo de las sucesivas administraciones norteamericanas, Israel, que acaba […]
Como mismo los imperios desprecian a sus súbditos, estos últimos saltarán como roedores cuando el barco de Estados Unidos termine por hundirse en el profundo océano en el que actualmente hace aguas.
Sí, hago referencia a la «dócil» Europa, e incluyo al mayor aliado en el mundo de las sucesivas administraciones norteamericanas, Israel, que acaba de darle un «golpe bajo» a Washington, en el peor momento de las siempre estrechas relaciones entre ambos regímenes expansionistas y belicistas.
Israel ha solicitado a China su adhesión al Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura (BAII), que a juicio de expertos avanza a paso doble, y sin mucha algarabía, hacia la desdolarización internacional.
El propio Primer Ministro Benjamín Nethanyahu firmó la petición para unirse al BAII, un paso, que acorde con las mismas fuentes, marca la tendencia de un «alejamiento» progresivo y a mediano de plazo de Tel Aviv de la Casa Blanca.
Los «fieles» europeos andan en lo mismo con la súper locomotora China, al ver que el Titanic de Washington persiste en su empeño de destruir por la fuerza el iceberg que es hoy un mundo cambiante y diferente a tiempos pasados, en los cuales Estados Unidos imponía su hegemonía en todas las regiones del planeta tierra con el poder de su dinero y su gran maquinaria bélica.
Por supuesto, que tanto Israel como la «culta» Europa han estado aliada a los regímenes norteamericanos de turno por los «billetes verdes», que es lo que mueve al conservadorismo internacional, pero ante la pérdida de terreno de Washington y su obstinación, ya buscan un reacomodamiento en correspondencia con las transformaciones geopolíticas.
Es una realidad que estamos en el comienzo de un reordenamiento del mundo, en el que potencias como China y Rusia, y otras emergentes como Irán, India, Sudáfrica y Brasil, marcan pautas y avecinan otra época, que los sectores ultraconservadores norteamericanos se aferran a tratar de truncar.
No por gusto Estados Unidos actúa con tanta beligerancia, no solo desde la Casa Blanca, sino también desde su Congreso, el Senado y el Pentágono, y sus palabras de orden son las amenazas y las agresiones belicistas.
De esa hostilidad no escapa región alguna, incluida Latinoamérica y el Caribe, considerada todavía por Washington su «traspatio», y en la que su influencia se ha debilitado notablemente con la permanencia en el poder de gobiernos progresistas que abogan por la independencia y la unidad de la Patria Grande, al tiempo que estrechan sus nexos con China, Rusia y otras potencias emergentes.
Ello explica la agresividad norteamericana hacia Venezuela, el país con mayores reservas de petróleo del planeta, y sus intentos por desestabilizar a otras naciones con importantes recursos económicos en América Latina como Brasil, Bolivia, Ecuador y Argentina, que crecen y defienden sus intereses nacionales.
La actuación violenta de Washington hacia su más cercana área geográfica es una consecuencia desesperada por tratar de al menos conservar su «patio trasero» en medio del hundimiento del «Titanic USA».
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