Cuba se ha distinguido a lo largo de sus más de 50 años de Revolución por ayudar a los demás, sin nunca pedir nada a cambio, a pesar de estar durante todo ese tiempo, y hasta hoy, asediada por la frustrada política de bloqueo de Estados Unidos, por continuas agresiones, atentados terroristas, e inescrupulosos ataques […]
Cuba se ha distinguido a lo largo de sus más de 50 años de Revolución por ayudar a los demás, sin nunca pedir nada a cambio, a pesar de estar durante todo ese tiempo, y hasta hoy, asediada por la frustrada política de bloqueo de Estados Unidos, por continuas agresiones, atentados terroristas, e inescrupulosos ataques mediáticos.
Ese es un principio ineludible cumplido invariablemente por el líder histórico Fidel Castro, por el presidente Raúl Castro, y por el pueblo de la nación antillana, que ha estado presente en cualquier rincón del mundo donde haya sido necesario defender una causa justa, auxiliar a personas afectadas por desastres naturales, brindar atención médica gratuita, enseñar a leer y escribir, y asesorar en esferas como la cultura y el deporte, entre otras.
En innumerables ocasiones las autoridades de la Isla han mediado, cuidadosamente y con discreción, en conflictos y diferendos en busca de soluciones negociadas, ha luchado contra el terrorismo, defendido la independencia y la soberanía de los más débiles, y ha levantado su voz permanentemente en contra de las guerras, a favor de la paz, el desarme nuclear y el medio ambiente.
Igualmente ha promovido y respaldado la unidad e integración de las naciones, como el mejor escudo protector para los Estados pequeños y pobres ante las embestidas constantes de los poderosos.
Parafraseando al Papa Francisco, los cubanos han vivido para servir y por ello sí sirven para vivir, a diferencia de otros que no paran de vociferar ser defensores de los Derechos Humanos y otras tantas falsas libertades, y nunca verdaderamente han hecho algo digno por un solo habitante del planeta tierra, sino todo lo contrario.
Algunos de esos pregoneros han recibido incluso Premios Nobel de la Paz, y otros manipulados galardones, sin haber aportado un solo granito de arena en beneficio de la humanidad.
En cambio Cuba, con la modestia que la caracteriza, se ha conformado con el reconocimiento de los pueblos y de los gobiernos que con decoro, y sin miedo a presiones y chantajes de todo tipo, han resaltado su perenne solidaridad, y la han defendido en diversos y múltiples escenarios internacionales.
Un ejemplo de ello es la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde en 23 ocasiones, durante igual número de años consecutivos, el mundo ha rechazado de manera unánime el cerco económico, comercial y financiero que todavía le aplica Estados Unidos al archipiélago caribeño, pese a que Washington y La Habana restablecieron sus relaciones diplomáticas recientemente, tras más de medio siglo de ruptura de esos vínculos.
No obstante a ese respaldo y a la admiración y respeto que existe por Cuba, me pregunto por qué el pueblo de la mayor de las Antillas, su Ejército Pacifico de Batas Blancas, como se les denomina a sus profesionales internacionalistas de la medicina, Fidel y Raúl, y los Cinco luchadores antiterroristas, nunca se les ha pretendido conceder un Premio Nobel de la Paz.
¿Es que los cubanos no lo merecen, o qué laureles como ese se confieren con fines políticos desde el Norte, escasas veces justamente, y en la mayoría de los casos sin corresponderles a nominados sin valores alguno?
Sabemos que el gobierno y los habitantes de Cuba sirven sin pedir nada a cambio, pero es hora que se le confiera al menos un Premio Nobel moral, por su solidaridad, decoro y resistencia, actitudes que ya están registradas en la historia contemporánea, aunque algunos traten de omitirlas.
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