PP, PSOE y Ciudadanos están mareando la perdiz para, al final, aceptar una candidatura tecnócrata de consenso que salve la encrucijada política tras el 20D. Todo valdrá antes que un gobierno socialdemócrata PSOE-Podemos-IU. La hipotética solución del «tercer hombre» equidistante de Rajoy, Sánchez y Rivera ya debe estarse negociando entre bambalinas en las altas esferas […]
PP, PSOE y Ciudadanos están mareando la perdiz para, al final, aceptar una candidatura tecnócrata de consenso que salve la encrucijada política tras el 20D. Todo valdrá antes que un gobierno socialdemócrata PSOE-Podemos-IU.
La hipotética solución del «tercer hombre» equidistante de Rajoy, Sánchez y Rivera ya debe estarse negociando entre bambalinas en las altas esferas de los poderes fácticos. A nadie interesa celebrar nuevas elecciones así a lo bravo.
Dándose un respiro de entre uno y dos años, PP y PSOE tendrían tiempo suficiente para renovar sus liderazgos en consonancia con los requerimientos tradicionales del bipartidismo de la transición mediante la «defenestracion democrática» de Rajoy y Sánchez, mientras que Rivera agrandaría su figura mediática de limpieza radiante como nexo de diálogo entre los dos grandes partidos ahora de bajón.
Esta salida tecnócrata facilitaría que nadie se manchase en exceso o se contaminara demasiado con el olor putrefacto que emana de la corrupción del PP y con la imagen de perdedor en caída libre que transmite el PSOE.
A Podemos tampoco le iría mal con las componendas que se avecinan: quedaría solo en la oposición parlamentaria, un suculento premio de amortización a medio plazo merced al posible hundimiento del PSOE, situándose como primera fuerza de la izquierda socialdemócrata en España, engullendo de paso las cenizas de IU.
Ese parto que ahora mismo se está gestando será realidad si no existe una movilización consecuente en la calle para poner en su sitio a las derechas incrustadas en el organigrama genético del PSOE. La desidia social y la atonía ciudadana a la que estamos asistiendo juega a favor, una vez más, de que desde «arriba» se impongan medidas no refrendadas por las urnas.
El robo de la voluntad electoral está en marcha. En breve, saldremos de dudas. ¿Javier Solana? ¿X, Y, Z? La incógnita se resolverá en poco tiempo, según vaya madurando en la opinión pública esta vía de compromiso intermedia por encima de los partidos políticos.
En los próximos días se desatarán los comentarios proclives a un remedio denominado «tercer hombre». La neutralización táctica entre PP, PSOE y Ciudadanos abona esta tesis, que ahora mismo da la sensación de estar muy lejana en el horizonte pero que tiene razones objetivas e intereses en la sombra muy poderosos e influyentes que trabajarán para que aparezca en la calle como la mejor respuesta contra la interinidad «en funciones» que hoy padecemos.
Si la gente no reivindica en la calle un gobierno de cambio o de izquierdas, por tímido que sea éste, el vacío de poder se llenará con los ingredientes habituales: grandes dosis de PP por aquí, un barniz de PSOE por allí y una pizca graciosa y picante de Ciudadanos, la especia de moda. Y de presidente, un hombre de paja con «cierto prestigio internacional» para sortear con gracia el atolladero actual.
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