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Gaza se desangra en soledad mientras “liberales” y “progresistas” guardan silencio

Los «gandhis» de Gaza

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

 

Foto Jonas Moffat CC BY 2.0

El pasado viernes [27 mayo], tres palestinos más murieron asesinados y 661 resultaron heridos cuando decenas de miles de gazatíes persistían en sus protestas, casi siempre de carácter no violento, en la frontera entre Gaza e Israel.

Aunque el recuento de víctimas sigue aumentando -45 muertos y más de 5.500 heridos-, el silencio ensordecedor que las rodea no está precisamente atenuándose. Resulta revelador que muchos de los que siempre recriminaron a los palestinos hacer uso de la resistencia armada contra la ocupación israelí no aparezcan ahora por parte alguna, mientras niños, periodistas, mujeres y hombres son blanco de los cientos de francotiradores israelíes que salpican la frontera de Gaza.

Las autoridades israelíes se han cerrado totalmente en banda. Tipos como el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, perciben su guerra contra manifestantes desarmados como una guerra contra terroristas. Cree que «en Gaza no hay inocentes». Aunque no resulta sorprendente teniendo en cuenta su mentalidad, se siente envalentonado ante la ausencia de actuaciones significativas o ante el absoluto silencio internacional por las atrocidades que se suceden en la frontera.

La Corte Penal Internacional (CPI), aparte de sus frecuentes declaraciones mezcladas con ambiguas jergas legales, ha resultado hasta ahora de una inutilidad clamorosa. Su fiscal-jefe, Fatou Bensouda, ridiculizó los asesinatos de Israel en un reciente comunicado, a la vez que tergiversaba también los hechos, para deleite de los medios israelíes, en un intento de «manifestarse con imparcialidad».

«La violencia contra los civiles -en una situación como la que prevalece en Gaza- podría constituir un delito en virtud del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional… así como también el uso de la presencia civil para proteger las actividades militares», dijo.

Alentados por las declaraciones de Bensouda, Israel está explotando la oportunidad para desviar la atención de sus propios crímenes. El 25 de abril un grupo de juristas israelíes, Shurat Hadin, trató de procesar a tres dirigentes de Hamas ante la CPI acusando a Hamas de utilizar a niños como escudos humanos en las protestas fronterizas.

Resulta trágico que todavía haya mucha gente que no sea capaz de comprender que el pueblo palestino es capaz de movilizarse, resistir y tomar decisiones con independencia de las facciones palestinas.

De hecho, a lo largo de la contienda entre Hamas y Fatah, que dura ya casi una década, del asedio israelí de varias guerras de destrucción, los gazatíes se han visto marginados, considerados a menudo como víctimas indefensas de guerras y faccionalismos, carentes de cualquier capacidad y voluntad humanas de actuación.

Shurat Hadin, al igual que Bensouda, están alimentando ese discurso deshumanizador.

Al insistir en que los palestinos no son capaces de actuar fuera de los confines de las facciones políticas, muy pocos experimentan un sentimiento de responsabilidad política o moral para acudir en ayuda de los palestinos.

Esto es una reminiscencia de la lección no solicitada del expresidente estadounidense Barack Obama a los palestinos durante su discurso de El Cairo al mundo musulmán en 2009.

«Los palestinos deben abandonar la violencia», dijo. «La resistencia mediante la violencia y el asesinato es una equivocación y no se consigue nada con ellos».

Luego ofreció su propia, y cuestionable, versión de la historia de cómo todas las naciones, incluida «la gente negra en EE. UU.», las naciones de Sudáfrica, el Sudeste Asiático, Europa del Este e Indonesia lucharon y consiguieron su libertad sólo por medios pacíficos.

Ese enfoque humillante -comparar los supuestos errores palestinos con los éxitos de otros- siempre trata de subrayar que los palestinos son diferentes, seres inferiores incapaces de ser como el resto de la humanidad. Curiosamente, esto es lo que constituye el núcleo de la narrativa sionista sobre los palestinos.

Esa misma idea se presenta a menudo en la pregunta: «¿Dónde está el Gandhi palestino?». La pregunta, planteada a menudo por supuestos liberales y progresistas, no es en absoluto una pregunta, sino una valoración, y una valoración injusta.

Al abordar esa pregunta poco después de la última guerra israelí contra Gaza en 2014, Jeff Stein escribió en Newsweek: «La respuesta se la ha llevado el viento en medio del humo y los escombros de Gaza, donde la idea de la protesta no violenta parece tan pintoresca como Peter, Paul and Mary. Los palestinos que predicaron la no violencia y dirigieron marchas pacíficas, boicots, sentadas masivas y actuaciones similares están en su mayoría muertos, en la cárcel, marginados o en el exilio».

Sin embargo, de forma asombrosa, están resucitando de nuevo, a pesar de todos los pronósticos, de la ira insondable y del persistente dolor.

Decenas de miles de manifestantes, ondeando banderas palestinas continúan celebrando manifestaciones masivas en la frontera de Gaza. A pesar del alto número de víctimas y de los miles de mutilados, vuelven cada día con el mismo compromiso con la resistencia popular, un compromiso basado en la unidad colectiva, más allá del faccionalismo y la política.

Entonces, ¿por qué siguen siendo mayoritariamente ignorados?

¿Por qué Obama no está tuiteando en solidaridad con los gazatíes? ¿Por qué Hillary Clinton no se sube al estrado para abordar la incesante violencia israelí?

Porque resulta políticamente conveniente criticar a los palestinos de forma habitual, y totalmente inconveniente darles credibilidad, incluso cuando hacen gala de tanto coraje, habilidad y compromiso con el cambio pacífico.

Gente como la famosa escritora J.K. Rowling, que tanto criticó el movimiento pacífico del boicot palestino, que tiene como objetivo responsabilizar a Israel por su ocupación militar y violaciones de los derechos humanos, se ha quedado completamente muda cuando los francotiradores israelíes asesinaron a los niños de Gaza mientras daban vítores cada vez que le acertaban a un pequeño.

El cantante Bono de la banda U2 le dedicó una canción al difunto presidente israelí Shimon Peres, que está acusado de numerosos crímenes de guerra, pero parece que su voz se quedó afónica cuando un francotirador israelí le disparó a un muchacho de Gaza, Mohammed Ibrahim Ayoub, de 15 años, cuando protestaba pacíficamente junto a la frontera.

Sin embargo, hay una lección en todo esto. El pueblo palestino no debería tener expectativa alguna respecto a quienes le han fallado constantemente. Sermonear a los palestinos por fallar en esto o en lo de más allá es ya un viejo hábito, destinado simplemente a responsabilizar a los palestinos de su propio sufrimiento y absolver a Israel de cualquier hecho equivocado. Ni siquiera el «incremento genocida» de Israel en Gaza va a cambiar ese paradigma.

Así pues, los palestinos deben seguir contando con ellos mismos; centrarse en formular una estrategia adecuada que sirva a sus propios intereses a largo plazo, un tipo de estrategia que trascienda el faccionalismo y ofrezca a todos los palestinos una verdadera hoja de ruta hacia la codiciada libertad.

La resistencia popular en Gaza es sólo el principio; debe servir de cimientos para un nuevo enfoque, una visión que asegure que la sangre de Mohammed Ibrahim Ayoub no se ha derramado en vano.

Ramzy Baroud es periodista, escritor y director de The Palestine Chronicle. Su último libro es The Last Earth: A Palestinian Story (Pluto Press, Londres, 2018). Baroud es doctor en Estudios Palestinos por la Universidad de Exeter y profesor no residente del Orfalea Center for Global and International Studies, Universidad de California Santa Barbara. Su página web www.ramzybaroud.net.

Fuente: https://www.counterpunch.org/2018/05/02/gazan-gandhis-gaza-bleeds-alone-as-liberals-and-progressives-go-mute/

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.